Análisis & Opinión
El PRI y las elecciones en México: ¿el retorno de la dictadura perfecta?
Bernardo Navarrete Yánez
Bernardo Navarrete Yáñez es Profesor Asociado de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).Hace varias semanas los sondeos de opinión pública mexicanos venían presagiando el regreso a la primera magistratura del PRI, tras doce años de ausencia de la presidencia, luego de haber liderado el país por siete décadas. Los resultados de estas elecciones demuestran que los pronósticos de intención de voto de las encuestadoras fueron acertados.
El triunfo de Peña Nieto, ex gobernador del Estado de México, con entre 37,93% y 38,55% de los votos -según los resultados entregados hasta este lunes (BBC Mundo, 02.07.2012)-, más que interpretarse como un voto favorable al PRI, puede ser explicado como un voto de insatisfacción con la gestión del hasta hoy oficialista Partido Acción Nacional (PAN), por su fracaso en la lucha contra el crimen organizado -que bajo sus gobiernos ha cobrado la vida de 60 mil víctimas y ha provocado la expansión de una desmejorada imagen de México en el extranjero-; su mala gestión financiera; su no realización de reformas estructurales que acabarían con los monopolios económicos que heredó del PRI, según publicara The Economist; y, particularmente, por la dispersión del 60% de los votos anti PRI entre dos contendores: el candidato de izquierda López Obrador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien obtuvo entre 30,90% y 31,86% de los votos, y la candidata del PAN Josefina Vásquez Mota, quien alcanzara la tercera posición con entre un 25,10% y 26,03% de las preferencias (BBC Mundo, 02.07.2012).
Si bien los electores detractores del PRI constituyen más de la mitad del electorado -entre los que encontramos las agrupaciones de estudiantes universitarios que, al calor de la campaña, realizaron masivas concentraciones en contra del hoy electo presidente-, la atomización de sus sufragios fue, precisamente, la que permitió el retorno de dicho partido al poder.Esto último es lo que he venido a llamar la “paradoja mexicana”. Si bien los electores detractores del PRI constituyen más de la mitad del electorado -entre los que encontramos las agrupaciones de estudiantes universitarios que, al calor de la campaña, realizaron masivas concentraciones en contra del hoy electo presidente-, la atomización de sus sufragios fue, precisamente, la que permitió el retorno de dicho partido al poder. Claro que también se deben destacar las buenas herramientas de marketing político empleadas en la campaña, que permitieron darle al partido un vaho de reinvención, al tiempo que potenciar su “experiencia política”. De todos modos, el recién electo presidente Peña Nieto rechaza esta tesis del retorno del PRI, asegurando que “el PRI nunca se ha ido. Ha perdido y ha ganado, ha competido en democracia y entendió el cambio” (El Mercurio, 01.07.2012).
Por lo anterior, será fuerte la oposición a la que deberá hacer frente el nuevo gobierno mexicano; más aun, con los niveles de expectativas que se han elevado en torno a cómo el PRI lograría diferenciarse de los setenta años de gobierno hegemónico y autoritario que encabezó en México. El desafío de reinventarse será mayor que el de volver a las viejas prácticas de lo que Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta”. Y esto no sólo como desafío a nivel central, sino también a nivel de las gobernaciones, ya que el PRI se ha quedado –además-, con cuatro de las seis en disputa.
Otro hecho relevante de estas elecciones, es que desde 1997 que una misma fuerza no controlaba el Ejecutivo y el Legislativo -cuestión positiva para la calidad democrática y la alternancia en el poder-, tendencia que ha sido contrariada en los comicios recién efectuados, donde el PRI ha obtenido además, la mayoría simple en el Legislativo, con una cifra aproximada de 57 escaños en el Senado y 232 en la Cámara de Diputados, de acuerdo a las proyecciones de la prensa local mexicana (La Tercera, 02.07.2012). Cifras que incrementan aún más la incertidumbre en torno a la nueva gestión del PRI que contará con respaldo para la puesta en marcha de sus políticas, pero una oposición debilitada puede potenciar la tendencia a retomar viejas prácticas que los mexicanos no se merecen.
Por último, otra lección que nos dejan estos comicios, es el nuevo fracaso de la izquierda para llegar al poder, tendencia política que no ha logrado contar con un presidente en la historia contemporánea de México y que -tal como en las elecciones anteriores-, se queda rozando la presidencia con la segunda posición obtenida por López Obrador.
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