El rol de Brasil en la economía mundial
por Carlos Pio
Carlos Pio es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Brasilia y en la Australian National University en Canberra. Obtuvo su PhD. en Ciencias Políticas del Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro.
Se ha puesto de moda últimamente unir a Brasil, Rusia, India y China bajo el acrónimo BRIC. La verdad es que los países BRIC no sólo difieren en el poder político que cada uno de ellos tiene en el escenario mundial, sino también cuando se toma en cuenta el tamaño de sus economías.
Incluso considerando la estructura económica altamente interdependiente del mundo contemporáneo, si un país quiere tener impacto en los niveles globales de crecimiento, necesita ser un importador y exportador importante de bienes, servicios, capital o recursos humanos. No parece haber duda de que EE.UU., China, la Unión Europea, Alemania y Japón son protagonistas globales desde este punto de vista. Rusia y un puñado de otros países exportadores de petróleo también pueden incluirse en este club de los relevantes, si aceptamos el rol clave de la energía en la ecuación de relevancia. Y la India es importante por el tamaño potencial de su mercado de consumo interno.
Pero Brasil, la B en los BRICs, no lo es.
Brasil se ha convertido en un actor importante en los foros mundiales, no por el tamaño de su economía —la sexta del mundo—, ni por los recursos de poder que no posee, como armas nucleares. El ascenso de Brasil ha sido producto casi exclusivo del talento de sus diplomáticos, que, en múltiples campos, han influenciado las percepciones de sus colegas de tal forma que logrado llevar al país a niveles de relevancia más altos. Desde el punto de vista económico, por ejemplo, las importaciones y exportaciones de Brasil constituyen una fracción relativamente pequeña de su producto, y el país no exporta nada que sea esencial para el crecimiento económico de otro país, ni siquiera soya o minerales para China.
De acuerdo con un informe de la Organización Mundial del Comercio, los principales exportadores de mercancías en 2010 fueron China (US$1,58 billones, o 10% de todas las exportaciones mundiales), EE.UU. (US$1,28 billones, el 8% del total mundial), Alemania (US$1,27 billones, el 8% del mundo), Japón (US$770.000 millones, el 5% del mundo) y Holanda (US$572.000 millones, el 3,8% del mundo). Brasil, con US$202.000 millones o el 1,3% del mundo, ocupa el puesto 22 de la lista, detrás de México y Australia.
El mayor importador del mundo era EE.UU., con compras externas por US$1,97 billones, 13% de las importaciones mundiales. Lo seguían China (US$ 1,4 billones, 9% del total mundial), Alemania (US$ 1,07 billones, 7% del mundo), Japón (US$ 693.000 millones, un 4,5% de mundo) y Francia (US$ 606.000 millones, 4% del total mundial). Brasil, con US$191 millones equivalentes a 1,2% del mundo, ocupa solo el sitio 20.
Los datos indican que no es tan convincente el supuesto poder de la economía brasileña. Es verdad que algunas empresas, como Petrobras, Vale, Embraer, JBS y Ambev, son competidoras mundiales en sus campos. También es cierto que las exportaciones brasileñas son líderes en algunos subsectores, como: los jets regionales, la carne de res, los pollos, el jugo de naranja, el azúcar, el café, la soja, el mineral de hierro, el cobre y el combustible de etanol. La ironía es que, como la gran mayoría son exportaciones tradicionales, no son favorecidas por subsidios del gobierno ni por regulaciones de infraestructura, ni tampoco son inducidas a aumentar su valor agregado, dado el caótico régimen tributario del país. Todos en Brasil parecen igualmente convencidos de que el país debe alejarse de las exportaciones tradicionales y exportar bienes con mayor valor agregado. Por desgracia, la mentalidad imperante —vigente desde hace 70 años, con un breve paréntesis a mediados de los noventa— es que el gobierno a priori elija ganadores y los alimente con una receta de protección comercial, incentivos fiscales y crédito subvencionado.
Cualquier persona que esté en sintonía con las explicaciones contemporáneas de la riqueza y la pobreza de las naciones podrá predecir los resultados de esta intromisión estatal en el mundo de los negocios: ausencia de innovación y espíritu empresarial, creciente demanda de las empresas de seguir siendo alimentadas como bebés, amiguismo y corrupción.
El crecimiento de Brasil va a ser irregular y a menudo bajo. Eso me permite también decir que Brasil no le va a hacer mucho daño a la economía mundial.
Tal vez deberíamos centrar los análisis en los RICs. Mientras lo hacemos, percibiremos que Rusia e India tampoco son muy significantes. Todo dependerá de China.
Carlos Pio es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Brasilia y en la Australian National University en Canberra. Obtuvo su PhD. en Ciencias Políticas del Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro.
Se ha puesto de moda últimamente unir a Brasil, Rusia, India y China bajo el acrónimo BRIC. La verdad es que los países BRIC no sólo difieren en el poder político que cada uno de ellos tiene en el escenario mundial, sino también cuando se toma en cuenta el tamaño de sus economías.
Incluso considerando la estructura económica altamente interdependiente del mundo contemporáneo, si un país quiere tener impacto en los niveles globales de crecimiento, necesita ser un importador y exportador importante de bienes, servicios, capital o recursos humanos. No parece haber duda de que EE.UU., China, la Unión Europea, Alemania y Japón son protagonistas globales desde este punto de vista. Rusia y un puñado de otros países exportadores de petróleo también pueden incluirse en este club de los relevantes, si aceptamos el rol clave de la energía en la ecuación de relevancia. Y la India es importante por el tamaño potencial de su mercado de consumo interno.
Pero Brasil, la B en los BRICs, no lo es.
Brasil se ha convertido en un actor importante en los foros mundiales, no por el tamaño de su economía —la sexta del mundo—, ni por los recursos de poder que no posee, como armas nucleares. El ascenso de Brasil ha sido producto casi exclusivo del talento de sus diplomáticos, que, en múltiples campos, han influenciado las percepciones de sus colegas de tal forma que logrado llevar al país a niveles de relevancia más altos. Desde el punto de vista económico, por ejemplo, las importaciones y exportaciones de Brasil constituyen una fracción relativamente pequeña de su producto, y el país no exporta nada que sea esencial para el crecimiento económico de otro país, ni siquiera soya o minerales para China.
De acuerdo con un informe de la Organización Mundial del Comercio, los principales exportadores de mercancías en 2010 fueron China (US$1,58 billones, o 10% de todas las exportaciones mundiales), EE.UU. (US$1,28 billones, el 8% del total mundial), Alemania (US$1,27 billones, el 8% del mundo), Japón (US$770.000 millones, el 5% del mundo) y Holanda (US$572.000 millones, el 3,8% del mundo). Brasil, con US$202.000 millones o el 1,3% del mundo, ocupa el puesto 22 de la lista, detrás de México y Australia.
El mayor importador del mundo era EE.UU., con compras externas por US$1,97 billones, 13% de las importaciones mundiales. Lo seguían China (US$ 1,4 billones, 9% del total mundial), Alemania (US$ 1,07 billones, 7% del mundo), Japón (US$ 693.000 millones, un 4,5% de mundo) y Francia (US$ 606.000 millones, 4% del total mundial). Brasil, con US$191 millones equivalentes a 1,2% del mundo, ocupa solo el sitio 20.
Los datos indican que no es tan convincente el supuesto poder de la economía brasileña. Es verdad que algunas empresas, como Petrobras, Vale, Embraer, JBS y Ambev, son competidoras mundiales en sus campos. También es cierto que las exportaciones brasileñas son líderes en algunos subsectores, como: los jets regionales, la carne de res, los pollos, el jugo de naranja, el azúcar, el café, la soja, el mineral de hierro, el cobre y el combustible de etanol. La ironía es que, como la gran mayoría son exportaciones tradicionales, no son favorecidas por subsidios del gobierno ni por regulaciones de infraestructura, ni tampoco son inducidas a aumentar su valor agregado, dado el caótico régimen tributario del país. Todos en Brasil parecen igualmente convencidos de que el país debe alejarse de las exportaciones tradicionales y exportar bienes con mayor valor agregado. Por desgracia, la mentalidad imperante —vigente desde hace 70 años, con un breve paréntesis a mediados de los noventa— es que el gobierno a priori elija ganadores y los alimente con una receta de protección comercial, incentivos fiscales y crédito subvencionado.
Cualquier persona que esté en sintonía con las explicaciones contemporáneas de la riqueza y la pobreza de las naciones podrá predecir los resultados de esta intromisión estatal en el mundo de los negocios: ausencia de innovación y espíritu empresarial, creciente demanda de las empresas de seguir siendo alimentadas como bebés, amiguismo y corrupción.
El crecimiento de Brasil va a ser irregular y a menudo bajo. Eso me permite también decir que Brasil no le va a hacer mucho daño a la economía mundial.
Tal vez deberíamos centrar los análisis en los RICs. Mientras lo hacemos, percibiremos que Rusia e India tampoco son muy significantes. Todo dependerá de China.
1 comentario:
interesante noticias sobre economia, y analisis sobre su actual hundimiento, me fue de mucha utilidad ya que inicio mis estudios en esta area, tambien comparto con ustedes la noticia sobre Emilio Botín http://www.eleconomista.es/flash/noticias/1831930/01/10/Emilio-Botin-repite-como-el-empresario-mas-influyente-de-Espana.html
saludos.
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