Martín Moreno
¿A quiénes hay que agradecerle el retorno del dinosaurio? A tres personajes, fundamentalmente: Vicente Fox, López Obrador y Felipe Calderón.
FOX. “Ahí te voy, Mijares…”, le gritó al cantante desde Palacio Nacional. El aún esposo de Lucero cantaba en la plancha del Zócalo, celebrando el triunfo del panista en 2000. Pero algo ocurrió: Fox se quedó atorado en el trayecto. Suspendido en un parpadeo del tiempo. Paralizado. Y eso marcó a su gobierno.
El foxismo fue tiempo perdido para la democracia mexicana que sonreía ante la derrota de la dictadura política. Pronto se desdibujó y se convirtió en tristeza.
Fox no sólo falló. Fox se volvió cómplice del viejo régimen, se arropó en él y se benefició de sus excesos, agraviando al voto que lo eligió.
Fox solapó, no cambió. Mantuvo intocables los cotos de poder y de corrupción priistas; no cazó a los “peces gordos” prometidos; endiosó a Elba Esther Gordillo; permitió que sus hijastros se enriquecieran a costa de Pemex y del tráfico de influencias; liberó al Chapo Guzmán; permitió que su esposa manejara al país.
¿Y yo por qué?, fue el lema del gobierno de Fox, acuñado por su locuacidad.
Pero hoy, a la vista de todos —panistas y no panistas—, Fox porta una etiqueta imborrable y bien ganada: “traidor”.
En eso acabó Fox. En traidor.
AMLO. Una de las estampas políticas más lamentables de nuestra historia es la de López Obrador cruzándose al pecho un intento de banda presidencial ante miles que lo ungían en el Zócalo. Era 2006. Tan patético como la ridícula “huelga de hambre” de Carlos Salinas. La toma de Reforma o el mandar al diablo a las instituciones, tan sólo fueron el corolario del disparate.
A partir de ese momento —fanatizada la masa obradorista, endiosado él— perdió a millones de simpatizantes…y de votos. Unos 3.5 millones, los mismos que hoy lo derrotaron frente a Peña Nieto. Vaya lección a AMLO.
¿Qué estaríamos viendo hoy si AMLO no hubiera cometido tantos disparates en 2006 y actuado de forma más madura? Sin duda, su triunfo como Presidente de México. Y por mucho. El votante le hubiera dado una segunda oportunidad y la izquierda, este 2012, llegaría a Los Pinos.
Pero no es así.
Hoy, AMLO —a quien se le debe reconocer haber sido el líder social más importante de los últimos años y que, con todo en contra, hizo una buena campaña, rebasando no sólo a Vázquez Mota sino cerrando a sólo seis puntos de Peña— deberá reflexionar si continúa al frente de su movimiento o cede el paso.
Hoy no tiene fuerza ni pretextos para tomar Reforma o cruzarse bandas hechizas.
Hoy ya no, Andrés Manuel.
FCH. “En ocasiones me siento solo…”, ha comentado el presidente Felipe Calderón en Los Pinos.
Le tenemos noticias, señor Calderón: el país que gobierna también se siente solo. Muy solo.
Tan solo, que prefirió abrirle la puerta al PRI para que regresara.
Calderón pasará a la historia como el Presidente de la muerte. De la guerra. De la violencia. De la cerrazón. De los oídos sordos.
Calderón: el Presidente que regresó al PRI a Los Pinos.
Y nadie —como él lo proclamaba en un doble discurso tramposo— le pidió a Calderón que deje de luchar contra el narco. Se le exigió revisar la estrategia aniquiladora de vidas de miles de inocentes. De civiles que siguen cayendo en fuego cruzado. Y el Presidente ignora y calla.
Calderón, el Presidente de la inmovilidad legislativa que fue acotado por un Congreso sí bloqueado por el PRI, pero empantanado por el estéril equipo calderonista, incapaz para negociar, atrapado en su incompetencia.
Por eso no salieron las reformas que necesitaba el país.
Calderón: el Presidente que ganó el gobierno y perdió al PAN.
Calderón: el Presidente en su burbuja.
Lo demás fueron duraznitos en almíbar para el PRI.
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A la apatía de Fox, a los excesos de AMLO y a la cerrazón de Calderón se explica, en gran parte, el retorno del PRI al poder presidencial.
ARCHIVOS CONFIDENCIALES
JOSEFINA. Hay derrotas que dignifican. Y la de Vázquez Mota es una de ellas. Abandonada por Calderón, atacada por los hombres del Presidente, soslayada por las figuras del panismo, dio una lucha digna y valiosa. Esto no se acaba, Josefina.
ENCUESTAS. Quienes deben una explicación son los encuestadores que daban “hasta 15 o 20 puntos” de ventaja a Peña. Su parcialidad es sospechosa. Su credibilidad está mermada.
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