07 julio, 2012

México, EEUU y Latinoamérica

Andrés Oppenheimer

Es probable que el presidente electo mexicano Enrique Peña Nieto aumente el protagonismo de su país en Latinoamérica, en donde México ha sido totalmente eclipsado por Brasil en los últimos años. Eso está en el ADN de su Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante gran parte del siglo pasado.
El gran interrogante es si Peña Nieto lo hará reforzando los vínculos de México con Brasil, Cuba y otros gobiernos de centro-izquierda de la región, o si —por el contrario— procurará desempeñar un rol de liderazgo en la recientemente constituida Alianza del Pacífico, formada por México, Colombia, Perú y Chile, que tiene vínculos comerciales más estrechos con Washington.

Durante la campaña, Peña Nieto dio pocas indicaciones de cuáles serán sus planes en política exterior. El PRI tiene una larga tradición de apoyo a Cuba y a otras causas del Tercer Mundo, que utilizaba para calmar a su ala izquierda mientras adoptaba políticas económicas pro empresariales.
Pero varios políticos del PRI, incluyendo algunos de los principales asesores de Peña Nieto, dicen que el presidente electo es un pragmático cuya política exterior se centrará en objetivos económicos.
Emilio Lozoya, coordinador de relaciones internacionales de Peña Nieto, me dijo que el presidente electo llevará a cabo “una política exterior más moderna, más proactiva, enfocada en convertirse en un motor del desarrollo económico del país”.
Esa política incluirá la expansión de la actual agenda con Estados Unidos, actualmente centrada en la guerra contra las drogas, para agregarle otros pilares tales como planes de desarrollo energético e infraestructura, incluyendo la inversión privada en el monopolio estatal petrolero Pemex, señaló Lozoya.
La presidenta del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y ex secretaria de Relaciones Exteriores Rosario Green dice que México no descuidará sus vínculos con Estados Unidos, indudablemente el mercado de exportación más importante para México.
“Si me preguntas cuáles serán probablemente su primera, segunda y tercera prioridad, yo diría que Estados Unidos, Centroamérica, y el Pacífico”, me dijo Green. “Es un hecho que el eje ha pasado del Atlántico al Pacífico, y que hay muchas cosas que podemos ganar si miramos hacia el este”.
Peña Nieto profundizará la participación mexicana en la Alianza del Pacífico, dicen algunos miembros bien informados del PRI. El nuevo bloque, en el que todos los miembros tienen acuerdos bilaterales de libre comercio con Estados Unidos, pretende negociar su participación en el grupo propuesto por el presidente Barack Obama denominado Trans-Pacific Partnership (TPP), que incluiría a casi una docena de países asiáticos, y podría convertirse en el área de libre comercio más grande del mundo.
Entre los nombres que suenan como posibles designados como secretario de relaciones exteriores en el gobierno de Peña Nieto se cuentan el de Jorge Montaño, ex embajador en Washington; Juan José Bremer, ex embajador en Washington, Londres y Moscú; Pedro Aspe, ex secretario de finanzas; José Angel Gurría, el secretario general de la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo (OECD); y Lozoya, coordinador internacional del presidente electo.
Cualquiera de ellos se centraría en el fortalecimiento de los vínculos económicos con Estados Unidos y la Cuenca del Pacifico, señalan los miembros del partido.
Pero algunos miembros del PRI ven las cosas de manera diferente, y dicen que Peña Nieto tiene un compromiso privado de designar a la ex presidenta del PRI, Beatriz Paredes, que fue embajadora en Cuba y que es una vigorosa defensora de un acercamiento mayor a Brasil y a otros países latinoamericanos de centro izquierda.
Según esta versión, Paredes aceptó con reticencia el pedido de Peña Nieto de que se presente como candidata a la regencia de Ciudad de México en las elecciones del domingo pasado, sabiendo que tenía pocas posibilidades de ganar contra la maquinaria política de su adversario. Paredes, que perdió por un amplio margen el domingo, habría aceptado la candidatura a cambio de la promesa de Peña Nieto de designarla secretaria de Relaciones Exteriores en su nuevo gobierno si perdía.
“A Peña Nieto le resultará muy difícil no cumplir su promesa, a menos que logre convencerla de que acepte otro cargo”, me dijo un miembro bien situado del PRI. “Pero ella quiere ser secretaria de Relaciones Exteriores”.
Mi opinión: Es probable que Peña Nieto encuentre otro cargo para Paredes, entre otras cosas porque esta última obtuvo una votación tan baja en las elecciones del domingo —sólo conquistó el 19 por ciento de los votos— que no tendrá suficiente capital político como para pedir mucho. Más importante aún, Paredes prácticamente no habla inglés y no tendría el perfil comercial que Peña Nieto necesitaría para que pudiera escoltarlo por el mundo en busca de nuevas inversiones.
Si no hay sorpresas, Peña Nieto elegirá un secretario de relaciones exteriores que tenga lo que él no tiene: una vasta experiencia en política exterior, y buenas conexiones en Washington, Europa y Asia.

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