06 julio, 2012

No habrá victoria fácil contra narco para Enrique Peña Nieto

No habrá victoria fácil contra narco para Enrique Peña Nieto

Dos días después de que Enrique Peña Nieto celebró su triunfo en las elecciones de México, un coche bomba mató a dos policías, sicarios abrieron fuego en un velorio y un choque entre cárteles rivales dejó 10 muertos en el estado que él solía gobernar.

Fue un crudo recordatorio del frío escenario que espera al nuevo mandatario en la lucha contra el narcotráfico, que le costó la derrota en los comicios al partido de Gobierno y que para muchos expertos ya está demasiado extendido como para iniciar un cambio profundo de estrategia.

Las presiones vienen de varios frentes. Peña Nieto tiene que convencer a su socio Estados Unidos de que atacará con decisión el problema, deberá atender las demandas de la sociedad mexicana para frenar la violencia y hasta limpiar las manchas sobre ex gobernadores de su partido por supuestos lazos con el narco.

El mandatario electo planea retocar la estrategia de seguridad, con el acento puesto en frenar la onda expansiva de la guerra contra las drogas que afecta a los ciudadanos: los homicidios, los secuestros y las extorsiones.

Pero su propuesta ha despertado preocupaciones de que deje de perseguir a los capos de los cárteles o incluso haga la vista gorda sobre el narcotráfico si las bandas reducen su violencia en las calles.

“Hay acciones impulsadas por este gobierno en materia de seguridad que deben mantenerse (…) y sin duda ajustar la estrategia para lograr el objetivo de reducir la violencia que es el tema central en lo que me propongo hacer en material de seguridad”, dijo el presidente electo en su primera rueda de prensa después de las elecciones del domingo.

Poco después de asumir el poder en el 2006, el presidente Felipe Calderón lanzó una cruzada para eliminar las cabezas de los cárteles y envió a las callaes a decenas de miles de soldados, subió el gasto en seguridad y aprobó una reforma judicial.

A pesar de todo, el país quedó atrapado en una espiral de violencia sin control que durante su mandato ya se cobró más de 55.000 vidas, dejó poblaciones fronterizas semi desiertas y despertó una lluvia de pedidos para que cambie de estrategia.

Ciudades antes a salvo de la violencia como Monterrey, sede de algunas de las empresas más importantes del país, se convirtieron en un campo de batalla.

El cártel de Los Zetas incendió el año pasado un casino regiomontano, matando a medio centenar de personas.

Ahora las bandas de la droga recurren a secuestros y extorsiones a los ciudadanos para seguir financiando sus operaciones. Y hace tiempo que pasaron a la ofensiva.

“Las bandas de la droga emboscan a las fuerzas de seguridad mexicanas cuando patrullan. No necesitan ser provocados”, dijo Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacionales de la agencia antinarcóticos estadounidense (DEA).

“Los narcotraficantes sienten que hay una guerra sin cuartel, no solo con las entidades militares y policiales, también con sus rivales. Ha evolucionado hacia una guerra de desgaste a este punto”, agregó.

¿HACIA DONDE?

Duplicar el gasto en seguridad -en niveles muy bajos en comparación con la región-, atacar el lavado de dinero, fortalecer el aparato de inteligencia, agrandar la policía federal de 35.000 hombres y crear una gendarmería para poco a poco ir regresando a los militares a sus cuarteles son algunas de las soluciones que propone el mandatario electo.

Pero su plan maestro guarda muchas incógnitas: ¿De dónde saldrán los 40.000 efectivos para integrar su gendarmería? ¿Como encajará el cuerpo en la estructura de seguridad? ¿De dónde vendrá el dinero adicional para combatir a las drogas? ¿Cómo fortalecerá la inteligencia?

Ni siquiera los legisladores de su propio partido tienen aún las respuestas porque no han visto borradores de las propuestas de Peña Nieto, comentó a Reuters el diputado Rogelio Cerda, que encabeza la comisión de Defensa Nacional de la Cámara Baja.

“La primera e indispensable medida es hacer funcionar los trabajos de inteligencia entre las áreas civiles, judiciales, policiales y militares. Hacer que trabajen coordinadamente”, dijo Javier Oliva, analista de asuntos de seguridad.

Hasta ahora el Gobierno federal ha sido celoso en compartir la información confidencial porque el narco ha extendido sus redes sobre muchas autoridades y jueces en municipios y estados, incluso a pesar de una reforma del sistema judicial de Calderón que fue aprobada para intentar erradicar la corrupción.

“Es una cuestión de política pública, no de músculo”, dijo el analista Alberto Islas de la consultora Risk Evaluation.

VIEJOS TEMORES

Con su victoria, Peña Nieto devolverá las riendas del país al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó con 1929 al 2000 bajo críticas de autoritarismo y corrupción.

Aunque entonces las organizaciones de la droga operaban, la violencia estaba controlada. Pero los cárteles crecieron porque los gobiernos miraban para otro lado, ha argumentado Calderón.

El partido ha cambiado, asegura el presidente electo, pero quedó claro que aún tiene que barrer la casa. Tan solo en mayo el ex gobernador del PRI Tomás Yarrington fue investigado en Estados Unidos por supuestos lazos con el narco.

Estados Unidos, a donde llegan desde el sur de la frontera toneladas de cocaína, heroína, metanfetaminas y marihuana, ha sido un fuerte aliado contra el narcotráfico para Calderón.

Agencias como la DEA y el FBI han ayudado activamente durante los últimos seis años en arrestos de narcotraficantes y Washington aumentó su ayuda a unos 300 millones de dólares durante la ofensiva del presidente saliente, canalizada en su mayor parte en entrenamiento y en equipo como helicópteros.

“Esperamos continuar exactamente con el mismo nivel de cooperación con el gobierno mexicano y tener el mismo nivel de éxito que tuvimos en los últimos años”, dijo Jeffrey Scott, un portavoz de la DEA en la sede en Washington.

Peña Nieto dijo que quería seguir expandiendo los esfuerzos con Estados Unidos para profundizar el ataque a las finanzas de los cárteles y también presionará para que su vecino haga mayores esfuerzos para controlar el flujo de armas hacia México que le da poder de fuego a las organizaciones de la droga.

“Creo que se puede hacer mucho más en materia de combate al lavado de dinero en particular”, dijo a Reuters Emilio Lozoya, un asesor clave de Peña Nieto que se perfila como su canciller, pese a que el propio PRI ha bloqueado en el Congreso una propuesta presentada por Calderón en el 2010 para atacar frontalmente las finanzas de los cárteles.

“ESTADO NARCO”

Como parte de sus esfuerzos para tranquilizar a Estados Unidos, el presidente electo ha sumado a su equipo de asesores al ex jefe de la policía de Colombia Oscar Naranjo, que trabajó de cerca con Washington para encarcelar a los capos colombianos.

“Colombia es una historia de éxito, los cárteles son mucho más débiles allá. México tiene que seguir el mismo modelo para no convertirse en un Estado narco”, dijo Robert Weiner, un ex portavoz de la oficina del zar de las drogas de Estados Unidos.

Además, en un intento por despejar los temores sembrados en la carrera electoral, Peña Nieto dijo que no pactará ni negociará tregua con los cárteles. De todos modos, nadie estaba muy convencido de que a estas alturas algo así pudiera hacerse.

La estrategia de Calderón tuvo algunos frutos, como la captura o muerte de 22 de los 37 capos en su lista negra, aunque el hombre más buscado en México y Estados Unidos, Joaquín “El Chapo” Guzmán, jefe del cártel de Sinaloa, sigue prófugo.

El ataque frontal a las cúpulas de las bandas generó subdivisiones que regaron el país con metástasis del narco.

Los daños colaterales han sido tan dolorosos para los mexicanos que incluso el Gobierno bajó el ritmo de capturas de sus hombres más buscados. El último capo de alto nivel cayó en diciembre del 2010.

La cantidad de homicidios anuales en México se duplicó desde el 2006 hasta un nivel 24.000 en el 2010, según la oficina para Drogas y Crimen de las Naciones Unidas.

Y en los estados en los que los militares no pudieron descabezar a los cárteles, las bandas ganaron poder.

“En realidad el margen de maniobra que existe para dramáticamente alterar la estrategia es muy poco”, dijo Carlos Ramírez, analista para América Latina de Eurasia Group. “No hay un remedio mágico”.

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