Rafael Correa sobre Paraguay: El chancho hablando de higiene
MADRID. - Decir “el chancho hablando de
higiene” suena duro, una manera despectiva de referirse a otra persona
lo que podría inducir a alguien a pedir que se moderara el lenguaje.
Pero mucho más duro e insultante me resulta a mí que esa otra persona,
prevaleciéndose de un cargo cuya legitimidad estoy en mi justo derecho a
poner en duda, amparado por un poder que le presta ese mismo cargo, me
trate como si fuera un idiota y quiera convencerme que en realidad lo
soy.
Quien está hablando de higiene es el
presidente de Ecuador, Rafael Correa, el mismo que en la última y
tormentosa (para nuestro país) reunión de presidentes de Unasur, pidió
“severas sanciones para Paraguay, incluyendo el bloqueo de fronteras y
aislamiento económico”. Las medidas contra nuestro país tomadas por este
organismo a causa de la destitución del presidente Fernando Lugo por
parte de Congreso que no hizo otra cosa que optar por una acción
contemplada en la Constitución Nacional, le parecieron muy débiles y
propuso sanciones más duras “de manera a sentar un precedente para
disuadir al actual gobierno” cuyos integrantes fueron tachados de
“aventureros que no pueden vencer en las urnas”.
Dijo luego que ““Unasur tiene respuestas
en su cláusula democrática. Lo único que disuade a estos aventureros,
que no pueden vencer en las urnas y que utilizan estas artimañas, es el
aislamiento internacional, incluso económico”.
El presidente ecuatoriano, uno de los
becarios del bolivariano Hugo Chávez, mientras sienta cátedra de
democracia al juzgar a Paraguay, prosigue, como una locomotora a todo
vapor, cuesta abajo, un programa burdamente elaborado para enmudecer a
todos los medios de comunicación que no le son fieles a su gobierno. Una
calificación más precisa: medios que no son obsecuentes con su
gobierno. El miércoles pasado completó una lista de 20 emisoras de
radio, canales de televisión y periódicos “por no adecuarse a las
exigencias técnicas que impone la ley”. Es decir, actuó “con la ley en
la mano”, como tanto le gustaba decir a “Gordito” Montanaro, el patético
ministro del Interior del tirano Stroessner.
“Ecuador no reconocerá el gobierno
espurio de Paraguay, no se prestará para legitimar algo que es imposible
de así hacerlo”, dijo Correa, cuyo higiénico gobierno acaba de
clausurar Radio Morena FM, la número 20, después que la policía tomara
el local por asalto y recurrió a gases lacrimógenos para obligar a todos
los trabajadores de la emisora a abandonar su local. Quizá no sea
ninguna casualidad que la propietaria de la emisora es Pastora Morán,
madre del parlamentario Luis Almeida, que milita en la oposición a
Correa. El operativo estuvo a cargo de la Superintendencia de
Telecomunicaciones de Ecuador que finalizó el desalojo del edificio de
la emisora requisando todos sus equipos. Lo que se dice: un acto de
democracia ejemplar. ¿Será esta democracia la que debemos imitar para
que Rafael Correa no descargue sus iras contra nuestro país?
El “demócrata” Rafael Correa que acaba
de reformar la Constitución de Ecuador que le permitirá gobernar hasta
2017, logrando así diez años de presidencia ya que asumió en 2007, y
nadie nos asegura que no habrá nuevas reformas y nuevos plazos para más
reelecciones, se siente muy favorecido por la popularidad de que goza en
el país ya que una firma privada ecuatoriana, Perfiles de Opinión, le
atribuye un 81,5% de apoyo a su gestión. Índices tan altos me hacen
pensar que la empresa encuestadora no está haciendo otra cosa que cuidar
sus muebles. Los dictadores son tan desvergonzados, son tan
despreciativos de la inteligencia ajena, que cada vez que quieren
demostrar su popularidad no se contentan con cifras razonables, sino
apuntan a guarismos demenciales.
“Creíamos superada esta época de
golpismo, estas patrañas, artimañas, y tenemos los instrumentos hoy día
para sentar un nuevo precedente”. Una propuesta que se puede considerar
modesta para castigar a nuestro país ya que es evidente que le resulta
imposible pedir la guillotina por el simple hecho que ya no se la
utiliza más ni siquiera en Francia. Pero con qué ganas lo hubiera hecho,
con qué desfachatez, dándonos clase de democracia, hablándonos de
higiene justamente a nosotros que hemos comenzado a limpiar nuestros
chiqueros.
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