Verano peligroso
A pesar de la diferencia de casi siete puntos entre Peña Nieto y López Obrador, llegamos a un escenario de conflicto. ¿Será igual que el de 2006?
Ciro di CostanzoEl verano arranca no con la acostumbrada parsimonia y disminución dramática del ritmo de las cosas, sino al revés. Empezamos un verano agitado.
Al clamor de unas tostadas con un fresco tabule, iniciamos un verano peligroso.
Aperitivo: sopa de huitlacoche con quesillo
En lugar de empezar en una playita, sol y un coco bien frío, arrancamos el verano con la turbulencia de un conflicto poselectoral.
Resulta ser que el candidato que quedó en segundo no reconoce al que quedó en primer lugar. Con sólo ese hecho ya estamos ante un conflicto poselectoral. Desde luego, esto ya pasó a los terrenos jurídicos.
Esta semana Andrés Manuel López Obrador decidió impugnar formalmente la elección presidencial.
Se trató de un recurso de inconformidad, dado que él y su equipo saben que para anular una elección se requiere transitar por tres supuestos: Que no se instalen 25% de las casillas; que se pierdan, destruyan o por alguna razón se anulen 25% de las casillas; o bien, que el ganador de la elección impugnada no sea jurídicamente elegible.
Ninguno de estos supuestos existe, por lo que declarar la anulación no es viable. El equipo legal del abanderado progresista se decidió, entonces, promover un juicio de inconformidad para demandar la invalidez de la elección presidencial, intentando constatar violaciones a la Constitución, vía la supuesta inequidad en los comicios.
El PRI respondió acusando a AMLO de violar el pacto de civilidad y de ser un mal perdedor, advirtiendo que se defenderán en tribunales. El conflicto está servido.
A pesar de la diferencia de casi siete puntos entre Peña Nieto y López Obrador, llegamos a un escenario de conflicto. ¿Será igual que el de 2006?
Cabe aquí hacer las acotaciones para quienes ven la reedición reloaded de la pasada elección federal.
Para empezar, las diferencias en la votación son disímiles: En 2006 era menos de un punto, hoy son casi siete. En el pasado AMLO llamó al bloqueo de la principal avenida del país, hoy acudió a los tribunales, lo que tiene derecho a hacer. Mientras el conflicto poselectoral se canalice a través de los cauces legales e instituciones diseñadas precisamente para ello, el escenario es muy distinto al de 2006.
Será el Tribunal Electoral el encargado de procesar y calificar las pruebas y la elección misma. El que las diferencias se dirimen por la vía legal es ya un avance.
No por ello deja de llamar la atención que Obrador sea un político que nunca ha reconocido una sola derrota, a pesar de haber participado en varias elecciones, siendo que la única que no argumentó como fraude fue, precisamente, la que ganó en la ciudad capital (que no es menor).
¿Cuánto faltará para que en nuestro país se pueda concurrir a una elección sin sobresaltos ni conflictos poselectorales y preelectorales?
Verano peligroso
Piatto forte: tasajo con mole negro
Perdonen que me ponga necio e insista, pero una manera de acabar con todos estos sobresaltos y vicisitudes político-electorales es aprobando una reforma de Estado que permita una segunda vuelta. En verdad, urge.
Alemania, Francia, Italia, Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, entre otros tienen la figura de una segunda vuelta electoral.
La razón es sencilla. Este sistema permite que la persona que gobierne un país tenga, al menos, el respaldo de 50% más uno de la población y con ello una mayor legitimidad. Y es que en la actualidad los presidentes mexicanos gobiernan con respaldos de máximo 40% del electorado que acude a votar, que es sólo alrededor de 60% de los electores.
Nomás imagine la ridícula minoría con la que gobiernan nuestros presidentes. Todos. Ya en una democracia, esto tiende a ser más disfuncional que otra cosa.
Por lo tanto, es necesario no sólo esperar a tener una camada de políticos demócratas de verdad, sino subsanar con la ley, aquello que la altura de miras de nuestra clase política no alcance.
Más allá les obligaríamos a realizar alianzas estables de manera previa a entrar en el oráculo del poder; más que una graciosa concesión, una absoluta obligación para poder gobernar.
Con ello nos evitaríamos los desgastantes veranos peligrosos.
Dolce: crema de cacao
Ay, estimados #Yosoy132 cuiden sus amistades.
Ora resulta que un movimiento estudiantil realiza sus asambleas en ¡San Salvador Atenco! ¿No le parecería más lógico que se realizaran en alguna facultad de alguna universidad?
Ya se les colgó el prestigiadísimo SME o el no menos aclamado Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra, cuyo líder fue a parar a la cárcel.
Éstos y otros grupos de dudosa reputación como el Frente Francisco Villa o las temidas Panteras, al carecer de la credibilidad debida se montan en un movimiento juvenil, endosando sus demandas que nada tienen que ver con el auténtico movimiento de estudiantes que irrumpió en plena campaña electoral.
¿Nos urge un café? Nos urge. Y con tabletas de chocolate de Oaxaca, pa’ no errarle.
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