Lecciones tras elecciones (México como un pulso de oportunidades)
A pesar del descontento México se encuentra en el centro de un
privilegiado huracán; capitalizarlo en conciencia o entregarlo al
archivo de anécdotas dependerá solo de los ciudadanos.
Hoy México se encuentra inmerso en un
proceso que en lo personal me parece muy estimulante. No obstante los
resultados electorales, aquellos que definen quien será nuestro próximo
Presidente, se respiran perfumes inéditos en el ambiente, cívicos,
esperanzadores. Me considero francamente privilegiado por poder vivir
estos días y estás noches, y me emociona estar aquí para ver en que
desdoblará el actual escenario. Si, tal vez peco de optimista –sobretodo
si tomamos en cuenta la monumental frustración que una vez más acompaña
una jornada electoral en este país (plagada de irregularidades, de
manipulación, de vulnerable ignorancia). Quizá, sin darme cuenta, mi
optimismo es parte de esa gran telenovela que un grupo de políticos y de
empresarios se dedicaron a tejer minuciosamente durante la última
década, para dar vida a un gran espectáculo que rebase la frontera de la
pantalla e impregne la realidad que comparte un pueblo históricamente
castigado, burlado.
Pero prefiero rendirle culto a esa
semilla que percibo que hoy se está regando, y no puedo esperar a
comprobar la peculiar belleza de la flor que, emergerá de ella. Entre la
recapitulación chamánica y la dinámica de auto-superación, a
continuación les comparto un ejercicio que tal vez sea más terapéutico
que propositivo, pero que con un poco de suerte servira de algo.
Simplemente se trata de enlistar algunos recordatorios y algunas
lecciones que surgieron de las pasadas elecciones del 1ro de julio, y
que a pesar de que están explicitamente extraídas de los sucesos
ocurridos en México, muchos de ellos seguramente aplicarán también a los
contextos de muchos otros países.
Cómo
lo evidencia el propio término recordatorio, estos no son novedades (o
verdades nuevas), sino cosas que la mayoría de nosotros ya sabíamos,
intuíamos o de plano padecíamos y que, al no ser capaces de haberles
hecho frente o darles solución en el pasado, emergen cual cíclicos
fantasmas. Tras las pasadas elecciones confirmamos que la mafia detrás
del PRI está compuesta por más de un hábil operador político que sabe
hacer bien su “trabajo”. Que Televisa sigue desempeñando un rol nefasto y
esencialmente nocivo en la vida de este país (complementado cabalmente
por el de muchos otros medios ‘tradicionales’, como TV Azteca, Milenio,
etc). Que en México el poder de estos medios sigue siendo mayor al de
los medios digitales y las redes sociales. Que nuestra legislación
electoral es obscenamente limitada (gracias a que somos rehenes de los
partidos políticos) y que resulta urgente contemplar medidas tan básicas
como una segunda vuelta. Que en este país la izquierda, la derecha, y
el centro, se hallan inmersos en un proceso de notable decadencia. Que
los presupuestos de campaña juegan un rol demasiado relevante en los
procesos democráticos, tanto que a veces nos hacen dudar de la propia
esencia de este vangloriado esquema. Que el PAN estuvo lejos de saber
como gobernar a México desperdiciando así una oportunidad histórica que
estuvo en sus manos. Que la ‘maestra’ Elba Esther sigue bien parada. Que
los sindicatos se han consolidado como nidos de corrupción, cinismo, y
materia manipulable. Que aún habemos muchos mexicanos que, como dijo en
su momento la niña Peña Nieto, somos una bola de pendejos.
Tras este breve repaso de los recuerdos
que reviven cada seis años, pasemos a las potenciales lecciones que nos
ofrecen los pasados comicios. Hoy sabemos que contamos con una
generación de jóvenes que están dispuestos a transformar la frivolidad y
apatía que caracterizaron a ciertas generaciones anteriores, en una
conciencia cívica que el país agradecerá enormemente. Que las redes
sociales (las cuales en este tipo de contextos se convierten en medios
ciudadanos) pueden jugar un papel que si bien comprobó no ser decisivo,
tampoco se podrá negar su activa relevancia y su valiosa aportación. Que
a pesar del letargo inducido a lo largo de décadas por gobiernos y
empresarios, empleando para ello contenidos mediáticos fundamentalmente
patéticos, aspiracionales, así como una oferta educativa deplorable,
diseñada para alimentar la ignorancia, hoy contamos con mexicanos,
varios millones, que desde sus respectivas trincheras han optado por
procurar la emancipación. Que dentro de la sociedad mexicana existe un
sector considerable de individuos dispuestos a exigir a sus gobernantes,
a monitorear la incidencia de las grandes empresas en el rumbo del
país, a cuestionar los múltiples vicios de un sistema que por cierto
nosotros no construimos, aunque si alimentamos, y el cual nos fue
heredado generaciones atrás. Hoy en México existe un gran contingente de
personas que parecen dispuestas a tomar las riendas de su realidad, a
redibujarla de acuerdo a principios que honran los derechos
fundamentales de todo grupo humano, a asumir la responsabilidad de sus
vidas personales y, por lo tanto, de la vida colectiva.
Pero también es importante enfatizar en
que más allá de las mieles épicas (y poéticas) que el actual contexto
nos comparte, lo cierto es que una lección no se consuma como tal hasta
el momento en que se ejerce –recordemos que la diferencia entre
información y conocimiento está precisamente en el ejercicio. Hoy
vivimos un fenómeno alentador en México, el aire está plagado de una
exquisita información, un pulsante cúmulo que parece destinado a
materializarse, pero también es cierto que ese proceso no será
automatizado. Quizá nunca en la historia del país la mesa de la
conciencia compartida había estado puesta en forma tan generosa (el
banquete para celebrar un amanecer dorado). Y capitalizar este proceso
dependerá de cada uno de sus protagonistas, es decir, de todos nosotros.
Si somos capaces de ir más allá de agendas personales, de ideologías,
de rencores y temerosas sincronías, entonces la inercia que hoy se
percibe como algo palpable (tanto
que incluso pudo ser medida por un proyecto de la Universidad de
Princeton dedicado a monitorear los pulsos de conciencia colectiva)
se traducirá en una realidad ineludible. Aunque a veces queramos
esquivar esa responsabilidad, culpando a mafias, agendas, partidos
políticos, empresarios voraces, comunicadores vendidos, aún sin negar la
existencia de estos tipos, lo cierto es que hoy, como siempre, la
última palabra es nuestra.
Pero y tú ¿qué haras después de la orgía?
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