Narcisocialismo
Por Jose Rosario Delgado
Para definir este término se puede decir
que la conducta de personas que ascienden al poder sin tener noción de
cómo utilizarlo, perjudican a quienes nada tienen que ver con el
asunto
Los autores de tratados
psicosociológicos sobre el comportamiento humano y sus circunstancias
internas y externas, en el entorno íntimo y en el ámbito espacial de su
desenvolvimiento, dan suficiente material a los estudiosos del tema
para enriquecer y ampliar la información de los expositores o los
terapeutas, amén de las creencias empíricas o "piratas" de nuevas
técnicas de curación o de detracción en procura de alborotar ese
avispero que pudiera explicarnos, medianamente, cuánta verdad o mentira
hay en las mismas.
Estos últimos disfrutan de venturosa
situación mediante la sistematización de las cosas obvias que todo el
mundo sabe que existen pero que nadie las ve.
En esta categoría se inscribe este
articulista para denominar "Narcisocialismo", digamos que del Siglo XXI,
para definir el comportamiento de personas que ascienden al poder sin
tener la más meretriz idea de qué hacer ni mucho menos qué hacer con
él, es decir, con el poder. Lo peor es que las malamañas se pegan,
llevan por un despeñadero y perjudican a quienes nada tienen qué ver
con el asunto, aunque sean supuestos beneficiarios de tan alocadas
posturas. "Los pollinos en pelea de burros y caballos", solía decir mi
finada madre.
El narcisocialista, como el personaje
mitológico de quien tomamos nombre, se cree el único capaz de solucionar
problemas inexistentes creando nuevos, palpables por los seres más
insensibles, menos por aquellos que en cada reunión o gira se tantean el
bolsillo y sienten allí el contante y sonante producto de su
trasnocho. Nadie ni nada los hace salirse de ahí, aun cuando a
hurtadillas disfrutan, si es que disfrutan, del sustancioso provento.
En busca de afecto, el narcisocialista
simula alegría y quiere verse rodeado de la alegría manifestada en
aplausos y vítores para sentir el anhelado afecto de quienes lo rodean.
Como no todos se pliegan a sus deseos, comienza a despotricar de los
apáticos o cautelosos observadores, de quienes obtiene un rechazo que lo
hace enojarse, a niveles de ira ,
y arreciar sus denuestos como reclamo de un amor que es imposible
lograr a la fuerza de la sinrazón que la razón no entiende.
Por supuesto, el narcisocialista sintiendo enojo, ira, rabia, se hunde
en una profunda tristeza que él no se explica, que nadie le explica
simplemente porque no tiene explicación exógena. El motivo de esa
situación podría estar dentro de él mismo, dirían los especialistas,
los académicos, pero ciego de sus propios sentimientos, no endosables,
se revuelca en la situación de hacerle daño a los demás creyendo que no
se hace daño a sí mismo.
Todo lo que dice y hace para meter miedo
en los demás se le devuelve en efecto búmeran. Después de contemplar
toda su belleza, carisma, inteligencia, talento, sapiencia y simpatía
rodar por la borda, el narcisocialista se siente inquieto, en perenne
angustia, presa del terror que antes infundía en los demás, y aunque un
ser con miedo puede resultar peligroso, las víctimas del
Narcisocialismo XXI se echarán sobre su propia sombra entregada a su
mismo destino.
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