Ana Carbajosa
Jerusalén
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, ha lanzado
en Israel una nueva advertencia a Irán, a quien ha dicho, no permitirá
avanzar en su presunto desarrollo de armamento nuclear. “Ejerceremos
todas las opciones para asegurarnos de que esto [el desarrollo de
armamento nuclear] no sucede”, dijo Panetta en alusión a un posible
ataque. Sus palabras no acabaron de convencer, sin embargo, al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu,
quien insistió en que hay que actuar y rápido. Le dijo que hasta ahora
las amenazas estadounidenses no han conseguido minar las ambiciones
nucleares iraníes. “Esto tiene que cambiar, porque el tiempo para
resolver este asunto de forma pacífica se está acabando”.
Las palabras de uno y otro líder ponen en evidencia las diferencias entre los aliados. Mientras Israel se muestra cada vez más impaciente ante lo que considera falta de progreso en el dosier iraní, Washington prefiere dedicar sus esfuerzos a encontrar una solución que no incluya una incursión militar de consecuencias impredecibles.
La visita de Panetta a Israel ha levantado enorme expectación en un país gobernado por un primer ministro cuya prioridad pasa por destrozar el programa nuclear iraní. Cuándo y cómo e incluso si se va a llevar a cabo el ataque contra el régimen de Teherán dependerá en parte de la habilidad de Washington para convencer a su aliado israelí de que primero hay que intentar agotar la vía diplomática.
Israel presiona a Washington para que además de endurecer las sanciones contra el régimen iraní verbalice una amenaza de un ataque militar que resulte creíble. Los israelíes piensan que sólo así Teherán se podría ver obligado a frenar el desarrollo del programa nuclear iraní y se podrá dejar de la lado la opción de la incursión militar. El tira y afloja entre Israel y EE UU se produce a tres meses de las elecciones presidenciales estadounidenses, en las que el voto judío y la seguridad de Israel juegan un papel destacado.
A la visita de Panetta le preceden días en los que políticos y militares israelíes han hecho gala de una cierta verborrea en lo relativo a la cuestión iraní. Netanyahu habló anoche de forma coordinada, ante las cámaras de varios canales de televisión israelí para dejar claro que él es el que manda y el que en última instancia decidirá si hay que atacar o no. “Todavía tengo que tomar una decisión. Los políticos deciden y los militares ejecutan esas decisiones”. Y añadió: “Irán quiere exterminarnos. No lo permitiré”.
Con sus palabras Netanyahu quiso contrarrestar el escepticismo procedente de las filas militares y de la inteligencia israelí, muchos menos decididos a un ataque iraní. Por si no había quedado del todo claro, Netanyahu recordó que en 1981, la decisión del entonces primer ministro Menachen Begin de atacar el reactor nuclear Osirak en Iraq, se llevó a cabo a pesar de la oposición de los militares y del Mossad.
Las palabras de uno y otro líder ponen en evidencia las diferencias entre los aliados. Mientras Israel se muestra cada vez más impaciente ante lo que considera falta de progreso en el dosier iraní, Washington prefiere dedicar sus esfuerzos a encontrar una solución que no incluya una incursión militar de consecuencias impredecibles.
La visita de Panetta a Israel ha levantado enorme expectación en un país gobernado por un primer ministro cuya prioridad pasa por destrozar el programa nuclear iraní. Cuándo y cómo e incluso si se va a llevar a cabo el ataque contra el régimen de Teherán dependerá en parte de la habilidad de Washington para convencer a su aliado israelí de que primero hay que intentar agotar la vía diplomática.
Israel presiona a Washington para que además de endurecer las sanciones contra el régimen iraní verbalice una amenaza de un ataque militar que resulte creíble. Los israelíes piensan que sólo así Teherán se podría ver obligado a frenar el desarrollo del programa nuclear iraní y se podrá dejar de la lado la opción de la incursión militar. El tira y afloja entre Israel y EE UU se produce a tres meses de las elecciones presidenciales estadounidenses, en las que el voto judío y la seguridad de Israel juegan un papel destacado.
A la visita de Panetta le preceden días en los que políticos y militares israelíes han hecho gala de una cierta verborrea en lo relativo a la cuestión iraní. Netanyahu habló anoche de forma coordinada, ante las cámaras de varios canales de televisión israelí para dejar claro que él es el que manda y el que en última instancia decidirá si hay que atacar o no. “Todavía tengo que tomar una decisión. Los políticos deciden y los militares ejecutan esas decisiones”. Y añadió: “Irán quiere exterminarnos. No lo permitiré”.
Con sus palabras Netanyahu quiso contrarrestar el escepticismo procedente de las filas militares y de la inteligencia israelí, muchos menos decididos a un ataque iraní. Por si no había quedado del todo claro, Netanyahu recordó que en 1981, la decisión del entonces primer ministro Menachen Begin de atacar el reactor nuclear Osirak en Iraq, se llevó a cabo a pesar de la oposición de los militares y del Mossad.
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