Perú: Otro Senado – por José Luis Sardón
Para tener mejores leyes y reforzar su institucionalidad democrática, el Perú debe volver a tener un Senado, pero uno distinto al que tuvo de 1980 a 1992. El retorno del Senado, además, debe ser parte de una reforma integral del Congreso, que marque una clara diferencia de éste con la Cámara de Diputados, estableciendo funciones, duración de los mandatos, bases electorales y sistemas de representación distintos para una y otra cámara. De lo contrario, el Senado aportará poco o nada a los objetivos señalados.Para evitar la duplicación de funciones y marcar su sentido reflexivo, por lo pronto, el Senado debe ser sólo una cámara de revisión. Con la Constitución de 1979, el Senado tenía iniciativa legislativa, igual que la Cámara de Diputados. Éste rol, además, permitirá que el Senado se encargue apropiadamente de la delicada tarea de ratificar los nombramientos del defensor del Pueblo, los vocales del Tribunal Constitucional y la Corte Suprema, los directores del Banco Central, los embajadores y los Generales de las Fuerzas Armadas.
Por otro lado, mientras los diputados deben renovarse íntegramente cada dos años y medio, en ese mismo período debe renovarse solo un tercio de los Senadores, de tal manera que el mandato individual de éstos sea de siete años y medio. Ello permitirá que en el sistema político peruano haya momentos de cambio fuerte, cuando las elecciones congresales coincidan con la presidencia, y débil, cuando no lo hagan, sin que haya nunca momentos de cambio total o saltos al vacío.
Asimismo, mientras los diputados deben elegirse en circunscripciones uninominales ad hoc, delimitadas a base de su población, los senadores deben elegirse en seis microrregiones: norte, centro, sur, oriente, Lima norte y Lima sur. Cada una de éstas debe elegir a seis senadores, de forma que tengamos un Senado integrado por 36 personas. Recuperando la proporción establecida en la Constitución de 1979, en cambio, los diputados deben ser 108.
Finalmente, el criterio de asignación de curules para los diputados debe ser de mayoría absoluta, de manera que se lleve la curul el candidato del partido que obtuvo más votos en la circunscripción solo si superó la mitad de los votos válidos. Si nadie lo hizo, debe haber una segunda vuelta o “ballotage”, en la que solo participen los tres o cuatro más votados en la primera vuelta. Ello reforzaría la “accountability” y reduciría el número de partidos de una forma no brusca, tal como ocurre en Francia.
Para los senadores, en cambio, debe seguir utilizándose el criterio proporcional actual.
En la primera elección, se distribuirían las seis curules de cada macrorregión entre los candidatos de las diferentes listas partidarias empleándose la cifra reparadora. En las siguientes elecciones, cada macrorregión renovaría también proporcionalmente sólo dos curules. Así, el sistema o criterio proporcional no llevaría a la fragmentación del sistema de partidos.
Así, al diferenciarse las funciones, la duración de mandatos y las reglas de composición de una cámara legislativa y otra, tendríamos más garantías de que el proceso legislativo sea realizado con el cuidado que es menester. Si pudiera contar con un sistema democrático que favorezca y no amenace los requerimientos del desarrollo económico, el país avanzaría enormemente.
* José Luis Sardón es Decano de la facultad de Derecho de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)
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