31 agosto, 2012

Venezuela: El explosivo abandono de Chávez

Venezuela: El explosivo abandono de Chávez – El Colombiano

La refinería de Amuay en Paraguaná ha dejado de arder, pero el ambiente en Venezuela adquiere cada vez más ribetes explosivos.
Difícilmente, el Presidente Hugo Chávez podrá esconder bajo los restos calcinados de algunas de las 48 víctimas fatales sus responsabilidades ante esta tragedia anunciada.
La explosión en Amuay no fue un accidente, sino un acto de irresponsable descuido y falta de mantenimiento en la refinería, según testimonios de los trabajadores e ingenieros que conocen como la palma de la mano esas instalaciones.

Allí existen modernos mecanismos de monitoreo y alerta que funcionaron con precisión de relojero hasta cuando Chávez convirtió a PDVSA y sus filiales en fortín político.
Según registros no oficiales, cerca de 23 mil funcionarios del sector petrolero venezolano, en su mayoría ingenieros, fueron despedidos por el régimen chavista, y en sus puestos fueron nombrados “gerentes de campaña” y cientos de militares se pusieron al servicio de la causa revolucionaria desde las más prósperas empresas venezolanas.
PDVSA se convirtió en la caja mayor del chavismo y abundante fuente de recursos para patrocinar el socialismo del siglo XXI en América Latina, Asia y Europa.
Los recursos entregados por Venezuela, vía subsidios y convenios de cooperación, en los últimos cinco años, superan los 62 mil millones de dólares (112 billones de pesos). Una cifra nada despreciable.
Por ejemplo, el Presupuesto de Colombia está estimado en 185 billones de pesos para 2013 y el recaudo tributario del país este año estará cercano a los 100 billones de pesos. Con la plata que Chávez ha “regalado” a sus amigos se podría cubrir cada año la mitad de los gastos de inversión del país.
Esos dineros salieron de las finanzas de PDVSA, pero una buena parte de ellos pudo reinvertirse en el mantenimiento de las plantas de producción y evitar una tragedia tan devastadora como la de Amuay.
En vez de solidarizarse con las víctimas, Chávez ha puesto al servicio de su campaña reeleccionista todos los medios a su alcance, incluidos por supuesto las cadenas de televisión y estaciones de radio.
El problema para él, parece, no son los muertos ni las multimillonarias pérdidas materiales que dejó la explosión, sino el efecto que sobre las elecciones tendrá esta tragedia en el estado Falcón.
Y lo primero que ha hecho es negar que en Amuay no se hubieran tomado las medidas preventivas para evitarla. Acto seguido, como lo ha hecho desde siempre, el fantasma de un complot en su contra y de un “saboteo” criminal ha cobrado vida para el chavismo.
En otras palabras, su innegable abandono en los temas de seguridad y de inversión en infraestructura son “mentiras de la oposición”, que “quiere llegar al poder para adueñarse de los recursos que son de todos los venezolanos”, según ha dicho el Presidente.
Hace bien la oposición en no tratar de capitalizar electoralmente este desastre, pero haría mucho por los venezolanos si logra que la investigación de los hechos no la haga el Gobierno. No se puede poner al ratón a cuidar el queso.
La sobreexposición mediática del Comandante es proporcional al hermetismo con que el Gobierno quiere manejar la situación.
No hay acceso de la prensa independiente a la zona de la catástrofe y cualquier declaración entregada por los cientos de damnificados es catalogada por el oficialismo como tendenciosa, antiética y al servicio de la oligarquía.
Chávez ha vuelto a demostrar que es el rey de la confusión y de la manipulación. Mucho más ahora, cuando tiene el sol a sus espaldas, y la comodidad que tenía hasta hace poco en las encuestas se le ha convertido en tormento.
Ya no son los muertos en las cárceles ni los homicidios en las calles venezolanas los que espantan al Presidente. Ahora son las víctimas, muchas de ellas a su servicio, las que pagan caro la desidia y el abandono del Gobierno.