Árabes y sudamericanos estrechan lazos económicos
A finales del siglo XIX, sirios y libaneses huyeron del
Imperio Otomano con rumbo a Brasil, Chile y Argentina. Paradójicamente, en Latinoamérica a los descendientes de aquellos árabes les llaman con el gentilicio
del imperio que los dominaba: turcos, porque
llegaron a estas tierras con el pasaporte otomano. Se calcula que unos
20
millones de árabes y sus descendientes, sobre todo de Libia y Siria
(como los expresidentes Carlos Menem, de Argentina, Abdalá Bucaram, de
Ecuador, y Antonio Saca, de El Salvador), tanto islámicos como
cristianos, viven en
la actualidad en toda Latinoamérica. Aquella relación sanguínea entre
ambas
regiones tiene más de 100 años. Ahora es tiempo de cultivar los lazos
económicos.
No solo China e India han posado la mirada en los recursos naturales de América Latina. También lo han hecho los países de Oriente Medio, ricos en petróleo, como algunos países latinoamericanos, pero escasos de alimentos, agua y de ciertos minerales, todos bienes que sobran del otro lado del Atlántico. El comercio entre ambas regiones crece. También la inversión, a veces con polémica, como cuando los gobiernos de Arabia Saudí y Catar mostraron su intención de comprar tierras en Argentina o Brasil para asegurar el acceso a la comida.
La búsqueda de una relación más intensa entre las dos regiones quedará plasmada el próximo 1 y 2 de octubre en Lima, donde se celebrará la tercera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y los 22 miembros de la Liga de Estados Árabes (Argelia, Bahrein, Comoras, Djibouti, Egipto, Emiratos Árabes, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Palestina, Catar, Arabia Saudí, Somalia, Sudán, Siria, Túnez y Yemen). La reunión se debía celebrar el año pasado, pero se fue postergando por las caídas de los gobiernos de Egipto, Libia, Túnez y Yemen. Ahora coincidirá con la plena disputa por el poder en Siria. Para esta tercera cumbre, el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), organismo integrado por 28 países de la región cuyo fin es el fomento del diálogo y la cooperación, elaboró en 2011 un documento sobre la situación actual y las oportunidades de desarrollo de las relaciones de dos regiones en vías de desarrollo caracterizadas por el intenso crecimiento económico y demográfico y la desigualdad en comparación con los países ricos.
Países de ambas regiones comenzaron a relacionarse después de la Segunda Guerra Mundial, a partir de los procesos de independencia de Oriente Medio respecto de las mismas potencias europeas que había dominado en Latinoamérica. Pero el proceso de cumbres América del Sur-Países Árabes (ASPA) fue una idea que se le ocurrió en 2003 al entonces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, interesado en ampliar la influencia de su país en el mundo.
En 2009 (último dato mencionado por el SELA), las exportaciones de América Latina a Oriente Medio (incluye los 22 países árabes, Irán, Turquía e Israel) fueron de US $ 15.611 millones, tres veces más que en 2001. Oriente Medio compró el 2,2% de sus importaciones en territorio latinoamericano. En cambio, las ventas externas de esta región a Latinoamérica se duplicaron respecto de 2001, hasta solo 6.435 millones, lo que refleja un claro desequilibrio en la balanza comercial birregional. Solo el 0,9% de las compras externas latinoamericanas proviene de Oriente Medio. El intercambio entre ambas partes del mundo creció más rápido entre 2001 y 2009 que el que se registró en el nivel global.
Brasil concentra más de la mitad de las exportaciones latinoamericanas hacia Oriente Medio. Le siguen Argentina, México y Colombia. Les venden a los árabes y sus vecinos sobre todo materias primas agrícolas y alimentos (carnes vacuna y aviar, aceites y piensos de soja y girasol, algodón, arroz, café, nuez moscada, tabaco) y, en menor medida, minerales (oro, cobre, hierro), tubos de acero para la industria petrolera y aviones (los brasileños Embraer). En menor medida, golosinas, leche y coches.
Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Omán, Yemen, Jordania y Líbano figuran entre los países de Oriente Medio que más exportan a Latinoamérica. Consiguen compradores sobre todo en Brasil, México, Chile y Colombia. El 44% de lo que exportan son petróleo, gas natural y fueloil; el 8%, fertilizantes; el 7,5%, equipos eléctricos y el 5,4%, barcos.
Algunos tratados de libre comercio (TLC) se han firmado entre países de ambos lados. En general, el mundo árabe mantiene altos niveles de protección a sus productos. Mercosur ha sellado acuerdos con Egipto y Palestina, estado al que ha reconocido la mayoría de la comunidad latinoamericana. Chile ha rubricado otro con un país islámico no árabe, Turquía.
Lo que está llegando cada vez más a Latinoamérica es la inversión árabe, aunque aún no supone una competencia fuerte para la de EE UU, la Unión Europea o China. Argentina ha sellado tratados de protección de inversiones con Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez; Chile, con Egipto, Líbano y Túnez; Cuba, con Argelia, Líbano y Catar y El Salvador, con Marruecos. Pero las inversiones fluyen de forma independiente a estos convenios y sobre todo a partir de los fondos soberanos de los países árabes que acumulan riqueza por su renta petrolera.
El Fondo de Inversión de Kuwait, cuyo capital asciende a 158.000 millones de euros (más que el PIB de Argelia), declaró a Argentina como “destino estratégico” y ha prestado este año 83 millones a la provincia de Santa Fe. También apunta hacia Argentina el Qatar Investment Fund (QIA), que dispone de 174.000 millones. El QIA ya invirtió 2.153 millones en la compra del 5% del Santander Brasil en 2010. Otro que ha apostado por la misma filial del banco español es el fondo Aabar Investments, de Emiratos Árabes (unos 261 millones).
En 2009, el 3% de las fusiones y las adquisiciones del sector de servicios en Latinoamérica involucró a Emiratos Árabes, según el SELA. Sucede que este país ha apostado al desarrollo de puertos en todo el mundo. Por ejemplo, la firma Dubai Ports World (DP World) ha desembolsado 554 millones en el puerto de El Callao, Perú. En este país, las inversiones árabes ascienden a 791 millones porque incluyen también los 237 millones que ha puesto la petrolera estatal argelina Sonatrach en el proyecto Camisea, el mayor yacimiento de gas de Sudamérica. DP World prevé invertir además 197 millones en el puerto de Mariel, Cuba, y 237 millones en el de Buenos Aires.
El poderoso fondo soberano ADIA, de Emiratos Árabes, ha invertido en bienes raíces en Río de Janeiro y en acciones y bonos de Brasil. Los alimentos y el agua de este país despiertan interés, aunque faltan más concreciones. Detrás de estos temas están el fondo Al Qudra, de Emiratos Árabes; Al Dahra Agricultural Company, del mismo país, y Hassad Food, fondo de Catar. La brasileña Cosan, la mayor productora mundial de caña de azúcar y etanol, creó una filial especializada en la localización y la valoración de tierras agrícolas, Radar, que tiene a inversores árabes como clientes.
Chile, a su vez, ha invertido en petróleo en Egipto y en producción de fertilizantes y operación de puertos en Abu Dhabi (Emiratos Árabes). En ambos países ha puesto 100 millones. También ha apostado por Irán y Yemen. En tanto, se han abierto oficinas de los bancos Itaú y do Brasil, del mismo país, en Dubai. La minera brasileña Vale instaló una acería en Omán con el desembolso de 791 millones.
El transporte aéreo se ha desarrollado de manera exponencial y en poco tiempo. En los últimos años Emirates Airlines comenzó con vuelos diarios entre Dubai, São Paulo y Buenos Aires, y Qatar Airways ha hecho lo propio entre Doha y esas ciudades sudamericanas. Por ejemplo, unos 14 vuelos semanales conectan a la capital argentina con Emiratos Árabes y Catar. Antes, no existían conexiones aéreas entre ambas regiones y había que hacer escala en Europa para conectarse.
También ha crecido la inversión árabe en Argentina. Así lo comentan el presidente de la Cámara de Comercio Argentino Árabe, Edgard Omar Figueredo, y el secretario general de la entidad, Sattam Mohammed Al Kaddour. Por ejemplo, el empresario saudí Alí Albwardy está invirtiendo 23 millones en remodelar el hotel de la cadena Four Seasons en Buenos Aires. El grupo Al-Khorayef, del mismo país, está apostando 356 millones en un proyecto agrícola en la selva de El Impenetrable, en la provincia norteña de Chaco.
“Hay mucho cariño por Latinoamérica porque acogió a los migrantes árabes”, recuerda Al Kaddour. Ahora del amor se pasa a los negocios y de ahí que empresarios argentinos viajen a Oriente Medio a ofrecer servicios turísticos y de informática y alimentos, entre otros productos.
No solo China e India han posado la mirada en los recursos naturales de América Latina. También lo han hecho los países de Oriente Medio, ricos en petróleo, como algunos países latinoamericanos, pero escasos de alimentos, agua y de ciertos minerales, todos bienes que sobran del otro lado del Atlántico. El comercio entre ambas regiones crece. También la inversión, a veces con polémica, como cuando los gobiernos de Arabia Saudí y Catar mostraron su intención de comprar tierras en Argentina o Brasil para asegurar el acceso a la comida.
La búsqueda de una relación más intensa entre las dos regiones quedará plasmada el próximo 1 y 2 de octubre en Lima, donde se celebrará la tercera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y los 22 miembros de la Liga de Estados Árabes (Argelia, Bahrein, Comoras, Djibouti, Egipto, Emiratos Árabes, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Palestina, Catar, Arabia Saudí, Somalia, Sudán, Siria, Túnez y Yemen). La reunión se debía celebrar el año pasado, pero se fue postergando por las caídas de los gobiernos de Egipto, Libia, Túnez y Yemen. Ahora coincidirá con la plena disputa por el poder en Siria. Para esta tercera cumbre, el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), organismo integrado por 28 países de la región cuyo fin es el fomento del diálogo y la cooperación, elaboró en 2011 un documento sobre la situación actual y las oportunidades de desarrollo de las relaciones de dos regiones en vías de desarrollo caracterizadas por el intenso crecimiento económico y demográfico y la desigualdad en comparación con los países ricos.
Países de ambas regiones comenzaron a relacionarse después de la Segunda Guerra Mundial, a partir de los procesos de independencia de Oriente Medio respecto de las mismas potencias europeas que había dominado en Latinoamérica. Pero el proceso de cumbres América del Sur-Países Árabes (ASPA) fue una idea que se le ocurrió en 2003 al entonces presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, interesado en ampliar la influencia de su país en el mundo.
En 2009 (último dato mencionado por el SELA), las exportaciones de América Latina a Oriente Medio (incluye los 22 países árabes, Irán, Turquía e Israel) fueron de US $ 15.611 millones, tres veces más que en 2001. Oriente Medio compró el 2,2% de sus importaciones en territorio latinoamericano. En cambio, las ventas externas de esta región a Latinoamérica se duplicaron respecto de 2001, hasta solo 6.435 millones, lo que refleja un claro desequilibrio en la balanza comercial birregional. Solo el 0,9% de las compras externas latinoamericanas proviene de Oriente Medio. El intercambio entre ambas partes del mundo creció más rápido entre 2001 y 2009 que el que se registró en el nivel global.
Brasil concentra más de la mitad de las exportaciones latinoamericanas hacia Oriente Medio. Le siguen Argentina, México y Colombia. Les venden a los árabes y sus vecinos sobre todo materias primas agrícolas y alimentos (carnes vacuna y aviar, aceites y piensos de soja y girasol, algodón, arroz, café, nuez moscada, tabaco) y, en menor medida, minerales (oro, cobre, hierro), tubos de acero para la industria petrolera y aviones (los brasileños Embraer). En menor medida, golosinas, leche y coches.
Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Omán, Yemen, Jordania y Líbano figuran entre los países de Oriente Medio que más exportan a Latinoamérica. Consiguen compradores sobre todo en Brasil, México, Chile y Colombia. El 44% de lo que exportan son petróleo, gas natural y fueloil; el 8%, fertilizantes; el 7,5%, equipos eléctricos y el 5,4%, barcos.
Algunos tratados de libre comercio (TLC) se han firmado entre países de ambos lados. En general, el mundo árabe mantiene altos niveles de protección a sus productos. Mercosur ha sellado acuerdos con Egipto y Palestina, estado al que ha reconocido la mayoría de la comunidad latinoamericana. Chile ha rubricado otro con un país islámico no árabe, Turquía.
Lo que está llegando cada vez más a Latinoamérica es la inversión árabe, aunque aún no supone una competencia fuerte para la de EE UU, la Unión Europea o China. Argentina ha sellado tratados de protección de inversiones con Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez; Chile, con Egipto, Líbano y Túnez; Cuba, con Argelia, Líbano y Catar y El Salvador, con Marruecos. Pero las inversiones fluyen de forma independiente a estos convenios y sobre todo a partir de los fondos soberanos de los países árabes que acumulan riqueza por su renta petrolera.
El Fondo de Inversión de Kuwait, cuyo capital asciende a 158.000 millones de euros (más que el PIB de Argelia), declaró a Argentina como “destino estratégico” y ha prestado este año 83 millones a la provincia de Santa Fe. También apunta hacia Argentina el Qatar Investment Fund (QIA), que dispone de 174.000 millones. El QIA ya invirtió 2.153 millones en la compra del 5% del Santander Brasil en 2010. Otro que ha apostado por la misma filial del banco español es el fondo Aabar Investments, de Emiratos Árabes (unos 261 millones).
En 2009, el 3% de las fusiones y las adquisiciones del sector de servicios en Latinoamérica involucró a Emiratos Árabes, según el SELA. Sucede que este país ha apostado al desarrollo de puertos en todo el mundo. Por ejemplo, la firma Dubai Ports World (DP World) ha desembolsado 554 millones en el puerto de El Callao, Perú. En este país, las inversiones árabes ascienden a 791 millones porque incluyen también los 237 millones que ha puesto la petrolera estatal argelina Sonatrach en el proyecto Camisea, el mayor yacimiento de gas de Sudamérica. DP World prevé invertir además 197 millones en el puerto de Mariel, Cuba, y 237 millones en el de Buenos Aires.
El poderoso fondo soberano ADIA, de Emiratos Árabes, ha invertido en bienes raíces en Río de Janeiro y en acciones y bonos de Brasil. Los alimentos y el agua de este país despiertan interés, aunque faltan más concreciones. Detrás de estos temas están el fondo Al Qudra, de Emiratos Árabes; Al Dahra Agricultural Company, del mismo país, y Hassad Food, fondo de Catar. La brasileña Cosan, la mayor productora mundial de caña de azúcar y etanol, creó una filial especializada en la localización y la valoración de tierras agrícolas, Radar, que tiene a inversores árabes como clientes.
Chile, a su vez, ha invertido en petróleo en Egipto y en producción de fertilizantes y operación de puertos en Abu Dhabi (Emiratos Árabes). En ambos países ha puesto 100 millones. También ha apostado por Irán y Yemen. En tanto, se han abierto oficinas de los bancos Itaú y do Brasil, del mismo país, en Dubai. La minera brasileña Vale instaló una acería en Omán con el desembolso de 791 millones.
El transporte aéreo se ha desarrollado de manera exponencial y en poco tiempo. En los últimos años Emirates Airlines comenzó con vuelos diarios entre Dubai, São Paulo y Buenos Aires, y Qatar Airways ha hecho lo propio entre Doha y esas ciudades sudamericanas. Por ejemplo, unos 14 vuelos semanales conectan a la capital argentina con Emiratos Árabes y Catar. Antes, no existían conexiones aéreas entre ambas regiones y había que hacer escala en Europa para conectarse.
También ha crecido la inversión árabe en Argentina. Así lo comentan el presidente de la Cámara de Comercio Argentino Árabe, Edgard Omar Figueredo, y el secretario general de la entidad, Sattam Mohammed Al Kaddour. Por ejemplo, el empresario saudí Alí Albwardy está invirtiendo 23 millones en remodelar el hotel de la cadena Four Seasons en Buenos Aires. El grupo Al-Khorayef, del mismo país, está apostando 356 millones en un proyecto agrícola en la selva de El Impenetrable, en la provincia norteña de Chaco.
“Hay mucho cariño por Latinoamérica porque acogió a los migrantes árabes”, recuerda Al Kaddour. Ahora del amor se pasa a los negocios y de ahí que empresarios argentinos viajen a Oriente Medio a ofrecer servicios turísticos y de informática y alimentos, entre otros productos.
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