REFLEXIONES
LIBERTARIAS
DESDE
CHILE PARA PEÑA NIETO
Ricardo
Valenzuela
Mucho
se ha hablado de Chile y Pinochet durante los últimos casi 40 años. Sin
embargo, no hay discusión en el sentido de que ese país ha sido el precursor de
las reformas que años después implementaron la mayoría de las democracias del
mundo, para salir del terremoto que produjo la era Keynesiana de la pos guerra.
Eso fue lo que convirtió a Chile en el ejemplo de América Latina, mientras el
resto luchaba por sobreponerse a sus herencias revolucionarias y a sus
perfectos idiotas latinoamericanos.
El
ejemplo más patético del fracaso de las revoluciones proletarias del Siglo XX
tal vez sea Rusia, aunque nuestro México no se queda muy atrás. Hagamos pues un
ejercicio intelectual involucrando a estos tres países.
Rusia
ha iniciado un esfuerzo sobrehumano para de una vez por todas encontrar la ruta
de recuperación del infierno creado por 70 años de comunismo. Entre las
acciones audaces del Presidente Putin, hace unos años invitó a su país como
asesor a José Piñeira, uno de los arquitectos del milagro chileno. “Lo que
Rusos necesitaba a principios del siglo” afirma Piñeira, “no era la revolución
Bolchevique, sino una estilo americano, en lugar de Lenin, lo que necesitaban
en esos momentos era un Jefferson.”
Ante
una selecta audiencia de intelectuales, académicos, políticos etc, en Moscú,
Piñeira describió cómo el modelo de apertura comercial y mercado libre chileno
le permitió al país crecer a un ritmo promedio de 8% de 1984-2010, reduciendo
el número de gente viviendo en la pobreza de 45% a un 15%. El modelo también
liberó las fuerzas que finalmente le trajeron la democracia liberal y el estado
de derecho. El afirma que el secreto de Chile fue el grupo de forjadores de las
políticas que le dieron vida a “el milagro chileno,” no la bota de Pinochet.
Debido a los paralelos entre México y Rusia, consideramos los consejos de
Piñeira para Putin, igual de válidos para Peña Nieto.
Después
de pulsar la situación de Rusia, el economista chileno le afirmó a Putin cómo
los esfuerzos de su gobierno se deberían de concentrar en establecer una reforma similar a la de
Chile con especial énfasis en tres campos: La privatización del sistema de
pensiones, una reforma fiscal integral, un programa más radical de
desregulación, y el reemplazo del Rublo por el Euro.
No
hay una forma más efectiva para promover libertad, el individualismo, la
responsabilidad y sobre todo la creación de un mercado de capitales, que
permitiéndole a la clase trabajadora el retener y manejar sus ahorros en vez de
dárselos al gobierno. Como la mayoría de los países del mundo, el sistema de
pensiones de Rusia—manejado por el gobierno—estaba a punto de la quiebra y
tarde o temprano debería ser reformado. Inflación, impuestos y mal manejo, estaban
dejando a los rusos en la calle antes de sus retiros de la fuerza de trabajo. Era
urgente una reforma al respecto. Piñeira propuso el mismo programa de
privatización implementado en Chile. El impacto más importante de dicha reforma
es la creación de trabajadores propietarios que favorecen una economía de
mercado en donde se les incluya. Esto puede provocar un círculo virtuoso en el
que los trabajadores inviertan en el mercado de capitales, ese mercado se
consolide, y los mercados inviertan en Rusia a medida que se desarrollan los
sectores financiero y corporativo.
El
estado Ruso, en su joven vida republicana, había establecido un sistema
impositivo criminal para su economía. Rusia necesitaba una reforma impositiva
total. Piñeira recomendó un solo impuesto fijo al valor agregado sin
excepciones. Esto promovería la creación de empleo, las inversiones, y un
sector privado mucho más transparente puesto que para las empresas sería más
fácil cumplir, que el simplemente no pagar sus impuestos. Al tener más empresas
operando abiertamente, sería también más fácil para los bancos domésticos e
internacionales, el ofrecer crédito contando con formas confiables de analizar
las situaciones financieras de las mismas. La economía del país se vería
vigorizada de una forma impresionante, haciendo más fácil la labor del estado
para concentrar su ayuda a los más necesitados y no a empresas ineficientes.
La
economía rusa todavía es dominada por monopolios estatales y empresas de los
oligarcas protegidas. Una desregulación agresiva que incluya la libre
participación de firmas rusas y extranjeras en los diferentes sectores, así
como la eliminación de gran parte de sus trámites burocráticos, el tamaño de su
burocracia y terminar con las privatizaciones, le daría al país la clase de
competencia que requiere su economía para hacerla efectiva. Esta desregulación
le daría también transparencia en sus estándares contables, sus prácticas
legales inclusive en sus actitudes culturales. De esa forma el sistema
financiero efectivamente canalizaría recursos de ahorro a las actividades
productivas. Permitiría que las firmas ineficientes quebraran, generando
incentivos para competir logrando de esa forma una ubicación más eficiente de
recursos.
En
la Rusia actual no habrá economía, sistema financiero o sector privado que
funcione a menos que se lleve a cabo una reforma monetaria integral. El récord
del Banco Central de Rusia es desastroso; desconfianza, altos periodos de
inflación, devaluaciones y el colapso del sistema financiero después de que el
Banco había gastado más de 10 billones de dólares en su fallado intento de
rescatar el rublo. Para salir de este círculo vicioso, Piñeira recomendaba
adoptar el Euro como la moneda común de Rusia..
Esto
también le daría a la gente la posibilidad de hacer planes a futuro y
estimularía la creación de mercados de crédito a largo plazo, incluyendo
hipotecas que en estos momentos no existen. Con el Euro, un sector bancario
liberalizado e integrado al sistema financiero internacional, y una competencia
domestica profesional, le permitiría a Rusia el usar sus ahorros y los del
mundo para propósitos productivos. No hay duda de que la inversión extranjera fluiría
en cascada con una moneda como el Euro.
Sin
embargo, dado el fracaso del Euro, para México la recomendación debería ser el
adoptar un peso ligado al oro o a la plata.
De un solo
golpe México adaptaría una moneda fuerte, podría reducir sus intereses y le
daría a millones de inversionistas domésticos e internacionales seguridad en
sus transacciones
Atacando
estos cuatro sectores afirma Piñeira, Putin puede iniciar su propia revolución
y removiendo esos obstáculos artificiales al crecimiento, desataría la energía
creativa de los rusos para que edifiquen su futuro. Si no lo hace, Rusia tendrá
que esperar el que la próxima generación tome el mando, mas no sabemos si la
presente estará dispuesta a esperar. “Cualquier parecido de lo anteriormente
descrito con la realidad mexicana, no es coincidencia, es el producto de haber
seguido las mismas políticas destructoras en ambos países durante 70 años.” Por
lo mismo Peña; las soluciones pueden ser diferentes pero sobre la misma línea.
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