Como todos saben, el candidato
presidencial derrotado, Andrés Manuel López Obrador, rechazó el
resultado del Tribunal Electoral, que desechó la impugnación de "los
progresistas", validó la elección y, por consecuencia, ratificó la
victoria de Enrique Peña Nieto.
López Obrador dijo que así como "ellos" --en referencia a todos los
poderes malignos que lo persiguen--, defienden "el régimen de
corrupción, nosotros estamos sinceramente empeñados en abolirlo...
aunque nos sigan acusando de malos perdedores, de locos, mesiánicos,
necios, enfermos de poder y otras lindezas".
Y podremos no estar de acuerdo con la política de AMLO, con su farsa
reiterada y su "genial impostura", pero también tenemos que reconocer
que el derrotado candidato presidencial tiene toda la razón en continuar
su lucha. Sin duda, también es cierto que le asiste toda la razón
cuando dice, acusa, señala y sanciona lo que le viene en gana y a quien
le plazca.
De hecho, López Obrador es el mejor ejemplo de que la democracia
mexicana vive uno de los momentos de mayor libertad de expresión y de
pluralidad de ideas en su historia. Más aún, también es una verdad de a
kilo que sin esa libertad, AMLO no estaría donde está.
Sin embargo, resulta que el señor López Obrador --líder social, dos
veces aspirante presidencial y mesías para no pocos de sus fanáticos--,
no tiene ni el derecho ni el deber de usar la mentira y el engaño como
instrumentos políticos para su causa. ¿De qué estamos hablando?
Nos referimos a que si bien es urgente legislar –regular y castigar--,
el clientelismo con fines electorales, la compra de votos en todas sus
formas y el uso de recursos públicos en las campañas, también es cierto
que en esa misma reforma electoral se debe legislar –sancionar y
castigar--, que los políticos no utilicen la mentira y el engaño con
fines de propaganda, arenga y discurso para ganar votos. ¿Por qué una
medida como esa, que parece extrema y sumar al exceso reglamentario en
materia electoral?
Porque la mentira, la falsedad, el engaño y la difamación –incluido el
hecho de inventar falsas realidades--, en tiempos electorales y en boca
de un líder social, un candidato presidencial y un jefe partidista, es
tan dañino para la democracia electoral y la estabilidad institucional,
como el clientelismo con fines electorales, la compra de votos y el uso
de recursos públicos en campañas.
Y si de ejemplos se trata, abundan.
¿Cuánto daño le causó a las instituciones y al país, a la inversión
foránea, la creación de empleos... la mentira vulgar del fraude
electoral de 2006? ¿Cuánto daño causó la falacia de que Felipe Calderón
es o era un alcohólico? ¿Y cuánto daño ha causado la mentira de que
Calderón es culpable de 60 mil, 80 mil, 90 mil muertes; infamia que,
incluso, busca ser llevada a la CIDH?
Las mentiras que en 2012 esgrime López Obrador para justificar su
derrota –y que sus fanáticos creen a ciegas--, es que hubo fraude el
pasado 1 de julio, que se compraron votos, que las encuestas se usaron
como propaganda, que los medios se vendieron, que se usaron tarjetas
Soriana y Monex para comprar votos y... todo lo que gusten y manden.
Nada de eso fue cierto, lo han demostrado a satisfacción el IFE y el
TEPJF. Aún así, AMLO inventa su propia realidad y acusa sin una sola
prueba, que las elecciones no fueron limpias, libres ni auténticas; que
el poder surgido de esas elecciones es ilegítimo y que las instituciones
están secuestradas por la delincuencia de cuello blanco... sofisma que
la mal llamada izquierda utiliza desde 1988, y que le ha provocado cinco
derrotas presidenciales al hilo.
No, Andrés Manuel López Obrador no es "el loco" que muchos quieren ver
en su personalidad y desempeño políticos. No, AMLO es un animal político
que abrevó las mejores prácticas del viejo PRI; el engaño, la mentira,
la difamación, el invento de realidades inexistentes, la infamia...
todas usadas contra las izquierdas y la derecha, por los gobiernos de
Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas.
Y si tienen dudas de las mentiras de AMLO, dos perlas. Uno, acusó que
las encuestas fueron usadas como propaganda y que, al final, fallaron.
Sí, pero AMLO pregonó su propia encuesta que, también falló. Y dos,
acusó que EPN compró 20 millones de votos. ¿De verdad los 15 millones de
votantes por AMLO no recibieron dádivas?
¡No más mentiras en boca de políticos y candidatos!
En el camino
Y a propósito de mentiras y mentirosos; la versión de la Policía Federal
sobre el tiroteo de Tres Marías, no resiste el más elemental análisis.
¿Otro montaje de Genaro y sus muchachos? Al tiempo. |
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