17 septiembre, 2012

La muerte sorpresiva del embajador japonés

Se especula que el estrés del conflicto está detrás del fallecimiento de Shinichi Nishimiya en Tokio, tras ser hallado inconsciente en las calles de la capital japonesa

Shinichi Nishimiya. / AFP

La sorpresiva muerte del nuevo embajador de Japón en China, que debía asumir el cargo en octubre, ha desatado la especulación en su país, donde algunos la han ligado a la reciente escalada de tensión entre Pekín y Tokio, provocada por las disputas territoriales por un grupo de islas en el mar de China oriental.
Shinichi Nishimiya, de 60 años, falleció el domingo en un hospital de Tokio, tres días después de ser ingresado tras haber sido hallado inconsciente en las calles de la capital japonesa, según confirmó el ministerio de Asuntos Exteriores. El Gobierno japonés se ha apresurado a atajar cualquier especulación y ha asegurado que el fallecimiento del diplomático no tiene nada que ver con ningún accidente ni con ninguna manifestación antijaponesa en China y que los médicos están investigando las causas de la muerte.

“Esto no es la yihad, es la revolución”

Grupos de combatientes extranjeros refuerzan la rebelión siria contra El Asad

Una comisión de la ONU cree que las milicias árabes radicalizan el conflicto

Un grupo de combatientes islamistas ondea su bandera en el funeral por un compañero caído ayer cerca de Alepo. / zain karam (REUTERS)

“Naciones Unidas ha demostrado en Siria que es un organismo arcaico y que no sirve para nada. Aquí han venido 300 observadores de la ONU para comprobar con sus propios ojos cómo las tropas del régimen masacran civiles a diario. No ha cambiado absolutamente nada”, afirma Abu Obaida, un combatiente venido desde Dubai hasta Alepo. “Los observadores solo se han paseado con sus coches blindados… Si Occidente no ha sido capaz de hacer absolutamente nada por los sirios tendremos que ser nosotros, sus hermanos árabes los que luchemos por ellos”, remacha Abu Obaida.

El retiro de la Thatcher madrileña es otro aviso

Por: Javier Casqueiro 
Aguirre

La retirada de la Thatcher española y madrileña es un aviso en toda regla a Mariano Rajoy. Y, además, en otro momento crítico para el líder del PP y presidente del Gobierno. Ninguno de los gestos, declaraciones, intervenciones e incluso de las recurrentes meteduras de pata de la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, son inocentes. Jamás. Eso no ha sucedido nunca. Y esta decisión final tampoco. Aguirre no ha querido dejar claras, ajenas a las múltiples interpretaciones y análisis, las razones últimas de su marcha de la primera fila política. Y eso tampoco es casual. Si la razón única y definitiva fuera la sanitaria o la familiar la podría haber dejado sentenciada. No quiso. Y eso abre el abanico de las opciones y dirige la mirada hacia su evidente mala relación con Rajoy, con la cúpula del partido y del Gobierno.
En la emocionada comparecencia de esta mañana, Aguirre solo ha soltado algunas pistas de que su despedida de la actividad que le ha ocupado con pasión prácticamente toda su vida profesional, casi 30 años, no se debe únicamente a razones de salud ni familiares, como pretende subrayar el comunicado de urgencia emitido desde la Presidencia del Gobierno. No se le escapó a la lideresa madrileña la frase de que había esperado a que Rajoy le facilitara una cita en La Moncloa, esta misma mañana, para comunicarlo públicamente. También se felicitó de que no hubiera habido filtraciones. ¿Por parte de quién?

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