Occidente y Siria
GEES
Aunque
un colapso repentino del régimen no es impensable, con lo que hay que
contar es con una lenta agonía que nos llevará a bien entrado el 2013,
al menos mientras Rusia siga volcándose con Damasco y sus militares.
Ya ha pasado el tiempo de elegir entre lo malo conocido y lo no se sabe qué
por conocer. Lo conocido, Assad y familia, ya no es viable y lo que
queda por conocer sabemos que tiene mucho de malo. La tarea que le queda
a Occidente, o sea, a Estados Unidos, es aminorar en lo posible esos
males que se nos vienen encima, en la seguridad de que es poco lo que se
puede hacer, pero por eso mismo hay que emplearse a fondo y cuanto
antes. Si los europeos queremos aportar algo positivo, nuestro mejor
papel es apoyar e incluso aguijonear a Washington.
Aunque un colapso repentino del régimen no es impensable, con lo que hay que contar es con una lenta agonía que nos llevará a bien entrado el 2013, al menos mientras Rusia siga volcándose con Damasco y sus militares, puesto que Irán estará con ellos incluso tras la muerte. El cambio de pareja en Rusia es, pues, la gran variable, que a su vez depende de las perspectivas sobre el terreno. Putin ya no es el primero en saltar del barco, pero no querrá ser el último, sin contar a los desesperados ayatolas. Si Moscú se arregla con Washington, obteniendo algo en la próxima Siria, entonces puede que Assad y familia prefieran una salida a lo Ben Alí, el tunecino, y no un tránsito a lo Gadafi o Ceaucescu. Teherán no tendría más remedio que acogerlos, pero seguramente preferirán algo con mejores perspectivas de futuro.
Israel es un buen indicador. El régimen baasista ha sido claramente para ellos, durante muchos años, el indiscutible mal menor. Reclamaba perpetuamente la devolución del Golam, pero no estaba dispuesto a combatir por ello. Con su dominio sobre Líbano, hostigaban al estado judío con la chiíta Hézbola, pero al mismo tempo la contenían. Durante muchos meses en la presente situación, Jerusalén permaneció mudo y escrupulosamente neutral, pero muy preocupado por lo que podía venir después. Ya hace algún tiempo que su neutralidad se trocó en algo considerablemente alambicado. Saben que perjudican al bando que apoyen y ninguno de los dos le gusta, así que dice no apoyar a ninguno, pero que desde luego cualquier cosa menos Assad. A buen entendedor sobra la aritmética... Un régimen islamista, lo más probable tras un período de caos cuya duración y consecuencias son harto difíciles de prever, podría ser una catástrofe para los israelíes, atrapados en una pinza con Egipto del otro lado, pero de momento lo urgente y angustioso es que el cuantioso arsenal químico que Damasco ha ido acumulado durante años y que en estos momentos está trasladando hacia no se sabe dónde, no se lo pase a Hézbola, dotada ya con un enorme excedente de misiles que Irán ha ido proporcionándole desde la guerra de junio del 96, sustituyendo con creces en número, alcance y calidad a los que entonces perdió. También para los americanos el control de esas armas es absolutamente prioritario. Pero queda una amplísima tarea.
Aunque un colapso repentino del régimen no es impensable, con lo que hay que contar es con una lenta agonía que nos llevará a bien entrado el 2013, al menos mientras Rusia siga volcándose con Damasco y sus militares, puesto que Irán estará con ellos incluso tras la muerte. El cambio de pareja en Rusia es, pues, la gran variable, que a su vez depende de las perspectivas sobre el terreno. Putin ya no es el primero en saltar del barco, pero no querrá ser el último, sin contar a los desesperados ayatolas. Si Moscú se arregla con Washington, obteniendo algo en la próxima Siria, entonces puede que Assad y familia prefieran una salida a lo Ben Alí, el tunecino, y no un tránsito a lo Gadafi o Ceaucescu. Teherán no tendría más remedio que acogerlos, pero seguramente preferirán algo con mejores perspectivas de futuro.
Israel es un buen indicador. El régimen baasista ha sido claramente para ellos, durante muchos años, el indiscutible mal menor. Reclamaba perpetuamente la devolución del Golam, pero no estaba dispuesto a combatir por ello. Con su dominio sobre Líbano, hostigaban al estado judío con la chiíta Hézbola, pero al mismo tempo la contenían. Durante muchos meses en la presente situación, Jerusalén permaneció mudo y escrupulosamente neutral, pero muy preocupado por lo que podía venir después. Ya hace algún tiempo que su neutralidad se trocó en algo considerablemente alambicado. Saben que perjudican al bando que apoyen y ninguno de los dos le gusta, así que dice no apoyar a ninguno, pero que desde luego cualquier cosa menos Assad. A buen entendedor sobra la aritmética... Un régimen islamista, lo más probable tras un período de caos cuya duración y consecuencias son harto difíciles de prever, podría ser una catástrofe para los israelíes, atrapados en una pinza con Egipto del otro lado, pero de momento lo urgente y angustioso es que el cuantioso arsenal químico que Damasco ha ido acumulado durante años y que en estos momentos está trasladando hacia no se sabe dónde, no se lo pase a Hézbola, dotada ya con un enorme excedente de misiles que Irán ha ido proporcionándole desde la guerra de junio del 96, sustituyendo con creces en número, alcance y calidad a los que entonces perdió. También para los americanos el control de esas armas es absolutamente prioritario. Pero queda una amplísima tarea.
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