Si un italiano, incluso el germanizado Draghi, quiere que todo el mundo
se entere de algo, lo que hace es acudir a una reunión a puerta
cerrada. Draghi celebró una el lunes con los europarlamentarios. Según
confirmó la prensa con todo detalle, el BCE comprará deuda a corto plazo
en el mercado secundario, siempre que los estados que lo requieran
acudan al mecanismo de rescate permanente para que compren en el
primario a cambio de condiciones.
Dos noticias, pues, una buena y otra mala. La buena es que estamos salvados y la mala es que estamos salvados. Se aplazan así los apuros de liquidez inmediatos, y el resto de nuestros problemas, incluidos los económicos, se quedan como estaban.
El Plan Marshall fue una ayuda económica que EEUU dio a Europa con el objetivo político de hacer frente al imperialismo soviético. De aquello, España no vio un duro, aunque sí una película. Ahora, con Merkel –el ministro de Exteriores Westervelle sería la analogía precisa– actuando de Mr. Marshall, empieza a verlos. Si de los 100.000 millones de euros que avalarán la reforma bancaria más de una cuarta parte vendrán de Alemania, de cualquier otro desembolso que se haga, procedente del BCE o del fondo permanente, los alemanes pondrán entre un 20 y un 27%.
Como quien paga al flautista elige la canción, el son al que habremos de bailar –la finalidad política– no saldrá de "Sonrisas y lágrimas" sino de la carga de las valkirias. Puede que sea oportuno o que no quede más remedio, pero conviene saberlo.
En todo caso, es bueno que los alemanes no se hayan cansado todavía del euro –y si la campaña electoral holandesa sirve como síntoma, parece que empiezan a ser los únicos de entre los contribuyentes netos con esas ideas raras– y que aún podamos seguir enganchados al proyecto. Ahora bien, los nuevos Mr. Marshall saben que los muy independientes bancos centrales norteamericano y británico se han gastado miles de millones de dólares y de libras en sus propias deudas, a cambio de lo cual han obtenido un crecimiento raquítico –EEUU– y una recesión –Reino Unido–. Saben aún mejor que tampoco fueron especialmente exitosos los 209.000 millones empleados desde 2010 por el BCE para ese fin. Así que, si hay dudas acerca de los requisitos, se puede aventurar lo siguiente: pedirán rebajar la proporción de la deuda sobre los ingresos tributarios y la del estado en la economía. Sin necesidad de reuniones a puerta cerrada.
En escasos dos meses, dada la retahíla de citas clave que se concentrarán en ese lapso, desde el consejo europeo del 18 de octubre sobre unión bancaria y presupuestaria hasta las elecciones que enfrentarán aObama
–estancamiento y gasto– y a Romney –crecimiento y contención–, pasando
por la presentación del presupuesto griego, sabremos si el proyecto
antaño conocido como Occidente avanza o se hunde . Por de pronto, Plan Marshall ya hay.
Dos noticias, pues, una buena y otra mala. La buena es que estamos salvados y la mala es que estamos salvados. Se aplazan así los apuros de liquidez inmediatos, y el resto de nuestros problemas, incluidos los económicos, se quedan como estaban.
El Plan Marshall fue una ayuda económica que EEUU dio a Europa con el objetivo político de hacer frente al imperialismo soviético. De aquello, España no vio un duro, aunque sí una película. Ahora, con Merkel –el ministro de Exteriores Westervelle sería la analogía precisa– actuando de Mr. Marshall, empieza a verlos. Si de los 100.000 millones de euros que avalarán la reforma bancaria más de una cuarta parte vendrán de Alemania, de cualquier otro desembolso que se haga, procedente del BCE o del fondo permanente, los alemanes pondrán entre un 20 y un 27%.
Como quien paga al flautista elige la canción, el son al que habremos de bailar –la finalidad política– no saldrá de "Sonrisas y lágrimas" sino de la carga de las valkirias. Puede que sea oportuno o que no quede más remedio, pero conviene saberlo.
En todo caso, es bueno que los alemanes no se hayan cansado todavía del euro –y si la campaña electoral holandesa sirve como síntoma, parece que empiezan a ser los únicos de entre los contribuyentes netos con esas ideas raras– y que aún podamos seguir enganchados al proyecto. Ahora bien, los nuevos Mr. Marshall saben que los muy independientes bancos centrales norteamericano y británico se han gastado miles de millones de dólares y de libras en sus propias deudas, a cambio de lo cual han obtenido un crecimiento raquítico –EEUU– y una recesión –Reino Unido–. Saben aún mejor que tampoco fueron especialmente exitosos los 209.000 millones empleados desde 2010 por el BCE para ese fin. Así que, si hay dudas acerca de los requisitos, se puede aventurar lo siguiente: pedirán rebajar la proporción de la deuda sobre los ingresos tributarios y la del estado en la economía. Sin necesidad de reuniones a puerta cerrada.
En escasos dos meses, dada la retahíla de citas clave que se concentrarán en ese lapso, desde el consejo europeo del 18 de octubre sobre unión bancaria y presupuestaria hasta las elecciones que enfrentarán a
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