24 septiembre, 2012



De la mezcla adecuada de los reformadores

Héctor Aguilar Camín

Quien quiera hacer una buena ley de caza no debe preguntar solo a los conejos”, le oí decir alguna vez a Alfredo Pérez Rubal-caba, el actual secretario y ex candidato presidencial del PSOE.
 
En su artículo de ayer (“Mitos y responsabilidades”, Reforma 22/09/12), Luis Rubio dice que para que funcione cualquiera de las reformas que se juzgan indispensables, deben cumplirse tres requisitos: la reforma debe partir de un diagnóstico certero del problema, debe ser coherente con las otras acciones y planes del gobierno, y debe “afectar los intereses que se benefician del statu quo”.


Es decir, debe afectar a los conejos respectivos.


El tamaño de la queja de los intereses afectados es un buen primer indicio de la profundidad de las reformas propuestas. Y viceversa: el silencio de los afectados ante los cambios propuestos es probablemente indicio de que los cambios no representan mayor cosa.


Las reformas requeridas están lejos de ser obvias en su contenido preciso aunque muchos parecen estar de acuerdo con su necesidad, dice Luis Rubio.


Pero si son reformas de a de veras, reformas de las que se necesitan para cambiar el país, afectarán seriamente intereses creados. Podrán ser soluciones en el mediano y largo plazos, pero serán causa de conflictos inmediatos durante su discusión, durante su aprobación y durante su puesta en práctica.


Hay que tener un diagnóstico certero del problema para que valga la pena echarse de cabeza al conflicto político que implica volverlo realidad.


Un gran pleito por una mala solución se antoja la peor de las opciones para un político profesional y para la conducción de los asuntos públicos de un país.


Conviene entonces tener quien haga bien el diagnóstico y quien procese bien el conflicto que su ejecución requiere. Son dos ingredientes políticos, dos perfiles de acción y visión, que no suelen comer en la misma mesa: la calidad técnica del diagnóstico y la habilidad política de su realización.


Luis Rubio termina su reflexión con un párrafo sin desperdicio:


“En la conformación de su gabinete, el Presidente deberá equilibrar la presencia de técnicos del primer mundo con operadores políticos eficaces y dispuestos a enfrentar a los intereses que mantienen paralizada a la economía. Si nombra puro grillo, cosechará bajas tasas de crecimiento; si nombra puro técnico, cosechará conflictos por doquier”.


Esta es la mezcla de políticos reformadores que necesitan los países urgidos de reformas, como México.

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