17 octubre, 2012

Obama, el retador

Obama, el retador

Por Alvaro Vargas Llosa
El segundo debate ha invertido los papeles en la campaña electoral estadounidense. Obama es el retador y Romney defiende la corona que le quieren arrebatar. El presidente lucha hoy contra Romney como ayer luchó contra George W. Bush: desde abajo. Por eso atacó a su rival en un tono tenso y a ratos, especialmente cuando se abordó el reciente asesinato del embajador estadounidense y otras tres personas en Bengasi, ofuscado y hasta indignado. Obama necesitaba recuperar a su base. Por eso parecía hablarles a los suyos con un guiño que les quería decir: soy el mismo de siempre. Así lo vio la teleaudiencia, que en la encuesta instantánea de la cadena CBS le dio anoche la ventaja.
Los comentaristas habían predicho que, dado que el formato de  foro comunitario incluía a muchos independientes que probablemente ven la política con antipatía, los contendientes no podrían atacarse con demasiada dureza por el riesgo de enajenarse a los asistentes. Se equivocaron. Obama, más preocupado de la teleaudiencia que del público asistente, hizo caso omiso de esa potencial sensibilidad por parte de la audiencia porque su objetivo es romper el ímpetu que está empujando a Romney hacia la meta y que ayer colocaba al ex gobernador cuatro puntos por delante del mandatario en la encuesta de Gallup. En varias ocasiones tuvo que ser reconvenido por la moderadora por interrumpir a Romney o adelantarse a su turno. Obama estaba impaciente: por primera vez transmite temor de perder. 

Romney se había preparado para la embestida. Su cálculo fue que debía dejar que el tono agresivo lo monopolizara el mandatario. Prefirió defenderse y contraatacar con un tono más plano, dejando que los hechos -23 millones de desempleados, un déficit que se ha duplicado, 47 millones de personas que reciben subvenciones alimentarias, las contradicciones sobre la muerte del embajador en Libia, la ausencia de una reforma migratoria? hablaran por sí mismos. Sólo cuando le recordó al presidente que su pensión está parcialmente invertida en China y en algunos paraísos fiscales (para defenderse de una acusación similar en relación con sus inversiones) adoptó un tono furibundo.
La sensación que dio el debate es que el presidente está luchando no tanto contra Romney como contra la frustración de su propio legado. Un legado que él atribuye a la herencia de Bush y que Romney afirma que él ha agravado. Curiosamente, con un Obama más confrontacional que en el debate anterior fue más evidente el problema esencial del mandatario: su Gobierno ha sido menos bueno que su candidatura. Anoche Obama volvió a estar mejor que su Gobierno, pero la sombra de su Gobierno, por obra de Romney, no lo dejó libre toda la noche.
La estrategia de Romney consistió en centrarse en la clase media y la necesidad de recuperar empleos. Por tanto, en el futuro. Obama se centró, no en lo que él hará en un próximo periodo, sino en tratar de destruir la personalidad de Romney. Una dinámica que se explica por dos razones: la imposibilidad del presidente de empinarse sobre su propia gestión, lastrada por la herencia y su agravamiento, y lo sucedido en el primer debate, punto de inflexión de esta campaña. Obama sabe que, ante la arremetida de Romney ?que ha llegado a reducir dramáticamente, por ejemplo, la enorme brecha en su contra en el electorado femenino?, él no puede ya competir en ilusiones y promesas de futuro. A lo que puede aspirar es a matar la ilusión que ha empezado a despertar su oponente desde el primer debate y a ganarse con ello votos resignados.
Esto quedó de manifiesto cuando un votante de raza negra preguntó al presidente por qué debía apostar por él otra vez si se siente decepcionado por su voto de hace cuatro años. El presidente no quiso responder sobre el futuro y prefirió centrarse en defender brevemente su gestión y evitar que Romney venda promesas, saltándole a la yugular. Romney volvió a ofrecer empleos. El camino del triunfo pasa, para Obama, por instalar entre quienes quieren un cambio el miedo a Romney; el del ex gobernador pasa por proteger la promesa de algo mejor contra ese asesinato.

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