08 octubre, 2012

Policías, asesinos y ocurrencias



Policías, asesinos y ocurrencias

Carlos Puig

No por ser común debiéramos acostumbrarnos.
 
Nada más triste, patético, que el espectáculo tantas veces repetido en que el delincuente es el que se supone está ahí para detenerlo: el policía.
 
Tengo la impresión, no tengo datos, de que esto sucede más en mi país que en cualquier otro. Esta maldición en donde los secuestradores, los extorsionadores, los asesinos terminan siendo quienes cobran para protegernos. Una de las más temibles fuerzas del crimen organizado surgió de un desprendimiento del Ejército. Y buena parte de las tropas de los otros grupos han sido o son fuerzas policiales.

 


No le cuento nada nuevo al lector mexicano.


Será por eso que cuando apenas unas horas habían pasado del asesinato de José Eduardo Moreira, los primeros arrestados, presentados, arraigados, interrogados, sospechados fueron los policías de la ciudad donde fue asesinado. Incluido el subdirector de Seguridad Pública del municipio.


Un par de datos de contexto. Según el presidente municipal, la policía de Acuña consta de 187 elementos incluyendo personal administrativo, para una población de 137 mil habitantes. En el mundo el promedio de policías por cada 100 mil habitantes anda por los 300.


En Yucatán, por ejemplo, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, anda en 335, cerca del promedio nacional. En Coahuila, uno de los más bajos del país, es de 165. En Acuña es de 135 por cada 100 mil habitantes. Pocos policías no solo desguarnecen a la población, sino a ellos mismos. Una fuerza policiaca pequeña, seguramente mal pagada, es fruto maduro para ser recogido por la delincuencia.


Hace unos días el presidente Calderón presumió a la Policía Federal —“con todos los matices”, dijo— como ejemplo de esfuerzo en depuración policiaca, pero más allá de la discusión sobre la Federal, donde no hay un proyecto nacional, es qué hacemos con las policías municipales y estatales. Las que están más cerca de la población, las que en volumen son las más y también las más olvidadas y las más corruptas e ineficientes.


Durmiendo el sueño de los justos está el proyecto, que es iniciativa, de un mando único estatal; ahora desde el equipo de Peña Nieto anuncian cuerpos policiacos especializados en algunos delitos, como secuestro y extorsión.


Todo suena a ocurrencia.


La crisis policiaca en México es mucho más grave de lo que —por lo que parece— las autoridades se han dado cuenta.


Ninguna “fuerza especializada”, o proceso de “control de confianza”, o cambio de nombre podrá solucionar el deterioro construido por décadas.


Horas después del asesinato del joven Moreira, lo primero que hicieron las autoridades fue voltear a ver a sus policías para encontrar a presuntos culpables.


¿No es eso signo suficiente, inequívoco, de que hay que empezar de nuevo?

 

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