05 octubre, 2012

¿Qué le pasó a Obama?

¿Qué le pasó a Obama?

Ahora está en campaña para reelegirse y, como gobernante que es, debió haber mostrado una gran superioridad frente a su retador. No lo hizo.

Leo Zuckermann
Esa fue la pregunta que me hice a lo largo del primer debate presidencial de Estados Unidos. Pienso que el debate lo ganó Mitt Romney, y por mucho. Mientras que el candidato republicano se vio contundente, el presidente Obama se observó incómodo, lejano, como si no hubiera querido estar ahí.
Hace cuatro años tuve la oportunidad de cubrir las elecciones en aquel país. El entonces candidato demócrata, hoy presidente, era un hombre tremendamente carismático, afable y con gran capacidad de entusiasmar al electorado. No por nada ganó y, hay que decirlo, dos veces: primero a la poderosísima Hillary Clinton en la elección interna de su partido y luego al republicano John McCain, quien también era un buen candidato.


No es, para nada, el mismo Obama que observé el miércoles por la noche. Me dio la sensación de que el presidente estaba hasta la coronilla, cansado, desgastado, de mal humor. Quizá lo más impactante de la noche fue su lenguaje no verbal. Mientras que Romney lo veía a los ojos cuando éste hablaba, Obama bajaba la cara, cerraba los ojos y hacía muecas extrañas en el momento en que el republicano tomaba el micrófono.
Nadie ha dicho hasta ahora que Obama ganó el primer debate. El consenso es que el triunfador fue Romney. Algunos, pocos, dicen que en el mejor de los casos hubo un empate. No lo creo. Como dije: Romney se llevó la noche de principio a fin.
Obama se enredó en sus argumentos. Se metió en detalles técnicos. No tuvo buenos sound-bytes, esas frasecillas que son las que, después del debate, quedan en la mente de los electores. Creo que el presidente estadunidense se dio cuenta de que no le estaba yendo bien y por eso, quizá, se fue desesperando. Tuvo la capacidad, empero, de cerrar mejor de lo que empezó con la que fue, me parece, la única idea que logró trasmitir: que Romney se opone a muchas cosas, pero no propone alternativas aterrizadas.
Inmediatamente después del debate, los periodistas, comentaristas y analistas estadunidenses se mostraron sorprendidos por el mal desempeño de Obama. Uno dijo que a lo mejor sus habilidades de debatir se encontraban “oxidadas” después de cuatro años que no lo había hecho. A lo mejor es cierto, pero no es una buena excusa. En todo caso, el presidente debió de haberse preparado. No debió de haber menospreciado a su rival.
Otro comentarista, identificado con los demócratas, afirmó que, mientras Romney se la ha pasado debatiendo estos meses (para lograr la candidatura de su partido tuvo que participar en más de veinte debates), Obama estaba gobernando al país. Que ésa era la diferencia. Puede ser. Pero el presidente ahora está en campaña para reelegirse y, como gobernante que es, debió haber mostrado una gran superioridad frente a su retador. No lo hizo.
Ganarle a un presidente en funciones es un evento raro en la historia de EU. Por lo general los mandatarios se reeligen porque tienen todas las ventajas que vienen con la institución presidencial. Lo primero que deben hacer sus retadores es enseñar que están a la altura de desafiar al presidente. Reagan lo logró con Carter precisamente en el primer debate presidencial. Lo mismo ocurrió con Clinton y Bush padre. Ya sabemos el desenlace de estos casos: el retador le ganó al presidente en funciones.
Eso es lo que obtuvo Romney este miércoles: posicionarse como un candidato con credibilidad para ganarle a Obama. Con la altura de desafiar al presidente. No digo, desde luego, que Obama ya perdió. Lo que cambió después del primer debate fue la tendencia. En las últimas tres semanas, el presidente claramente iba al alza y Romney a la baja. El republicano se encontraba, de hecho, muy rezagado. Todo parecía que la elección sería un día de campo para Obama. El miércoles, en vísperas del debate, en el mercado de predicción de eventos futuros de intrade.com, los apostadores le daban 75% de probabilidad de reelegirse. Consecuentemente, Romney tenía 25% de sacarlo del puesto. La mañana siguiente al debate, los momios habían cambiado: Obama 65%, Romney 35%. Por primera vez en mucho tiempo, el republicano se encontraba al alza y el demócrata a la baja.
En conclusión, la elección presidencial estadunidense se ha tornado más competida de lo que se contemplaba el miércoles por la tarde. Y yo me sigo preguntando: ¿qué le pasó a Obama?

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