Y como de economía se trata principalmente, tiene su lógica que ninguno de los dos quiera más presencia en Afganistán más allá del 2014, con los recursos que eso implica; que ambos nieguen la más mínima posibilidad de meterse en ninguna guerra en Siria, que supondría un enorme desembolso; y además los dos apuestan por el uso y abuso de los drones, que, dicho sea de paso, son mucho más baratos que un avión de combate y tienen muchas más posibilidades. Aparte de la lógica económica y de la confirmación de que buena parte de la fortaleza y el compromiso norteamericanos dependerá de la capacidad de su economía para recuperarse, ambos mostraron estar en sintonía en materia de política exterior y de seguridad nacional; mayor de la que algunos podían esperar, aunque sin sorpresas.
Pocas novedades y muchos interrogantes. Romney quiso atacar a Obama –aunque con sutileza– sugiriendo que éste ha pedido perdón por el papel de Estados Unidos en el escenario mundial, algo nada descabellado, ya que en más de una ocasión se ha acusado al demócrata de no sentirse a gusto con la hegemonía de su país y de su influencia en el mundo. El candidato republicano intentaba sacar adelante su mensaje de que él sí será capaz de asumir la responsabilidad de mantener el país en su posición y liderar el mundo. Pero Obama no se dejó, y atacó una y otra vez, erigiéndose como salvador e incluso gran líder de la operación militar en Libia. Romney no le recordó su criticada política leading from behind, con Estados Unidos manteniéndose en segundo plano, ni se cebó con los acontecimientos del consulado en Bengasi.
Por lo demás, se escuchó poco o nada de Corea del Norte, Rusia, Europa, América Latina o Guantánamo; de amenazas actuales como la piratería o futuras como los ciberataques; y algo se dijo sobre Malí, lo cual es bastante significativo.
En conclusión, todo sigue igual y lo que tenga que ser, será por la economía.
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