04 octubre, 2012

Un imperio que se repliega

 

Soldados norteamericanos realizan una operación al amanecer del 23 de septiembre en el poblado de Naja-bien, en Afganistán. Las tropas de EEUU han tenido dos mil bajas en el país centroasiático.
Soldados norteamericanos realizan una operación al amanecer del 23 de septiembre en el poblado de Naja-bien, en Afganistán. Las tropas de EEUU han tenido dos mil bajas en el país centroasiático.
TONY KARUMBA / AFP/Getty Images
Las pocas expectativas del gobierno de Estados Unidos en Afganistán, que destacaba el New York Times en su edición de este martes, apuntan hacia un triste y mediocre colofón para uno de los esfuerzos bélicos más duraderos de este país. Aunque de baja intensidad, y sólo al costo de 2,000 soldados norteamericanos muertos (cifra ridícula para una contienda que ya dura 11 años), la guerra de Afganistán, que se publicitara con tan buenos auspicios, está a punto de declararse un fiasco.


Muchos creímos que las hostilidades que se iniciaron a raíz de los atentados terroristas de 2001 en Nueva York y Washington, y que se extendieron año y medio después con la invasión y ocupación de Irak, eran en verdad el prólogo de un reordenamiento regional: el serio empeño de Estados Unidos y sus aliados de rehacer el mapa político de Asia Central y el Oriente Medio para extender decisivamente su esfera de influencia, beneficiar a los pueblos de la región y ejercer un mayor control sobre sus fuentes de hidrocarburos. Un grupo activo de neoconservadores había concebido este ambicioso proyecto que incluía a Irán y Siria entre los regímenes que era preciso derrocar.
Sin embargo, las operaciones emprendidas bajo el liderazgo del presidente George W. Bush y proseguidas y concluidas en el gobierno de Barack Obama, tuvieron desde el principio alcances más modestos y se desenvolvieron con mediocres cautelas. Ya en los comienzos, Colin Powell, el entonces secretario de Estado y ex jefe del Estado Mayor Conjunto, había recomendado el empleo de unos 400,000 hombres en la invasión de Irak, fuerza suficiente para proteger los arsenales de Saddam Hussein, de donde luego saldrían los explosivos que desestabilizarían al país, y para blindar sus fronteras e impedir el ingreso de terroristas. Bush creyó que podía llevar a cabo la tarea con menos de la mitad de ese número y el resultado lo sabemos. Faltó también, de parte del régimen de ocupación, la voluntad de desarraigar, con fuerza abrumadora, las facciones chiíes que se propusieron descarrilar, casi desde el principio, el proyecto norteamericano. Que el revoltoso de Muqtada al-Sadr esté vivo aún es la prueba palpable de esa debilidad.
En Afganistán, los norteamericanos también se mostraron cautelosos y débiles. Bin Laden pudo escaparse a Pakistán, cuando estaba sitiado en Tora Bora, porque Estados Unidos le confió las tareas del asalto terrestre a los afganos. Años después, cuando los generales que dirigían las operaciones sobre el terreno reclamaron un aumento de hasta cien mil hombres, el gobierno de Obama se limitó a enviar tan sólo treinta mil, casi al tiempo en que empezaba a fijar las fechas de su retirada. A esto se suma el santuario que los subversivos han encontrado en zonas fronterizas de Pakistán, sin que Estados Unidos haya procurado activamente su aniquilación, contando o no con la ayuda de los paquistaníes. Finalmente, el no haberse atrevido a desplazar grandes masas de campesinos –que de grado o por fuerza son siempre el sostén de cualquier movimiento guerrillero– y el emplear cada vez menos la cobertura aérea por temor a infligir bajas en la población civil (lo cual siempre es inevitable en una guerra) ha ido limitando notablemente el esfuerzo occidental en Afganistán hasta hacerlo casi nulo. La reducción de las tropas de la OTAN a un puñado de asesores, antes incluso de 2014, no es más que el reconocimiento de un fracaso.
La remoción de los regímenes de Siria e Irán, necesaria para la hegemonía de Occidente, puede que sea, como ya estamos viendo en el caso del primero, el resultado de sangrientas subversiones en las que también medran fanáticos enemigos de nuestros valores. Si hay guerra con Irán –que tal como se presentan las cosas parecería segura– es muy posible que nos toque presenciar otra costosa chapucería que no devuelva la estabilidad a la región.
En el fondo de estos desaguisados se adivina una fatiga en este país por arbitrar los destinos del mundo y una renuencia en emplear sus vastos recursos en la puesta en práctica de un designio auténticamente imperial (que no tiene por qué estar reñido con la exportación de la democracia). En el empeño de aminorar costos (materiales y morales) y no comprometerse directamente en la reconstrucción política de ciertas zonas del mundo –tal como lo concibiera en su momento aquel grupo de brillantes estrategas neoconservadores– Estados Unidos ha empezado a replegarse del escenario internacional. El panorama actual de Irak y Afganistán bien que lo ilustra.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/10/03/1314411/vicente-echerri-un-imperio-que.html#storylink=cpy

No hay comentarios.: