06 octubre, 2012

Venezuela: Conmoción en América

Venezuela: Conmoción en América – por Fernando Londoño Hoyos

El domingo, entrarán a jugar las dos poderosas motivaciones que llevarán a los venezolanos a las urnas. De un lado, la esperanza dibujada sobre un telón de fantástico hastío, y del otro la que le queda a Chávez, la única, que es el miedo.
Por si faltaba algo en el código de señales en que consiste una campaña electoral, las manifestaciones de Barinas y Caracas, en respaldo a la candidatura de Capriles, bastaron a completarlo. Cincuenta mil personas en la casa cuna de Chávez y más de un millón en las calles de la capital dejaron en claro el aluvión que se viene. El Bravo Pueblo dijo que había sido suficiente y la truhanería en las urnas tendría que ser monumental para tapar la derrota del déspota.


En estos días, y particularmente el domingo, entrarán a jugar las dos poderosas motivaciones que llevarán a los venezolanos a las urnas. De un lado, la esperanza dibujada sobre un telón de fantástico hastío, y del otro la que le queda a Chávez, la única, que es el miedo.
Desde luego que el miedo elemental y casi conmovedor de unos cuantos que siguen recibiendo mercados y pastillitas que reparten sedicentes médicos cubanos, va en la cuenta. Lo demás es el miedo a que termine la mayor danza de corrupción que se haya montado en ningún país de esta América.
Ha sido de tal magnitud el despojo del pueblo de Venezuela, y tan burdo, que los autores, una extensa camarilla mafiosa que gira alrededor del bufón presidente, saben que están en el punto de no retorno. Y para evitar que se descubra lo que han hecho, pueden estar dispuestos a cualquier cosa. Nuestro análisis no descarta, por desgracia, la eventual explosión de oleadas de violencia.
Venezuela ha recibido, durante el régimen chavista, más de un billón doscientos mil millones de dólares equivalentes por producción petrolera. Cuando no hay obras de infraestructura que mostrar, ni siquiera hospitales, universidades, colegios o casas para gente pobre, no hay quien explique el destino de la asombrosa cifra.
Algo montan los juguetes bélicos que el coronel ha comprado en Rusia y China, principalmente. Pero por mucho AK47 que se sume; por muchas fragatas, corbetas o submarinos; por mucho “Sukoi” que se meta en la cuenta y muchos tanques que se consideren, las sumas y las restas no cuadran. En Venezuela se ha consumado el mayor robo de la historia.
Tal vez se conozca, en su trágica dimensión, el valor de los regalos o sobornos que Chávez repartió por estos arrabales. Para comprar votos, comprometer voluntades, apoyar socialismos de veras o de broma, descrestar calentanos, el camarada regó raudales de dólares por entre las ávidas manos de sus amigotes o cómplices. Pero Cuba merece párrafo propio.
Los cálculos más serios sitúan el envío de petróleo de Venezuela a Cuba en ciento veinte mil barriles por día, de los cuales cincuenta mil los consumen los esclavos de los Castro y setenta mil los reexportan. A precios de hoy, esa cantidad monta más de trescientos millones de dólares por mes, para cuatro mil millones de dólares anuales. Cuba los paga con los sesenta mil “asesores” que tiene en Venezuela, otro ejército como el que le prestó a la Unión Soviética para sus aventuras africanas. Ese batallón no le cuesta a Venezuela, además del petróleo, menos de seiscientos millones de dólares por mes, o siete mil millones de dólares por año. Con otros negocios, no menos rentables para los Castro, como ciertas triangulaciones en las importaciones de alimentos, salimos a la cifra conservadora de cinco mil millones de dólares por año.
Chávez, como en las partidas de póquer, se está jugando los restos. Pero los Castro, mucho más. Si Capriles gana las elecciones, mejor dicho, si no le roban la victoria, muchos miles tendrán largas historias que contar a los jueces. Pero a los Castro no les quedará más remedio que volver a la casa que odian, adoloridos y contritos, maullando como el gato bandido de Pombo: ay, mamita, dame palo, pero dame qué comer.

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