25 octubre, 2012

Y esta vez Cordero tenía razón

Jorge Fernández Menéndez

Decían los viejos políticos que uno de los requisitos para ser un buen gobernante era tener la capacidad de engañar con la verdad. Puede ser que en torno a la votación de la reforma laboral haya ocurrido algo así, que hayamos sido engañados con la verdad, pero lo cierto es que, siendo viable la posibilidad de que la reforma saliera en la Cámara alta con las adiciones y modificaciones que se votaron en la noche del martes, eran muy pocos los que pensábamos que esa posibilidad fuera real. Creíamos que el PRI, después de sacar la reforma sin sus temas más políticos en San Lázaro, no estaría dispuesto a jugar cartas diferentes en el Senado. Pero así fue y en esto hay ganadores y algunos perdedores.


Uno de los que creían firmemente en esa posibilidad e insistió desde hace semanas en sacarla adelante, hay que reconocerlo, fue Ernesto Cordero, el coordinador de los panistas en el Senado. Hace ya varios días, Cordero me decía que sí podrían sacar adelante la votación de esas adiciones, sin mandar toda la iniciativa a la congeladora, y aliados con el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano, e incluso, como finalmente sucedió, con la única senadora de Nueva Alianza, Mónica Arriola. Que en buena medida ello dependería de que el PRD y sus aliados mantuvieran sus compromisos.
Pero Cordero también consideraba que el PRI podría aceptar esos acuerdos, porque en última instancia beneficiaban a Peña Nieto, que Emilio Gamboa sí estaba en disposición de buscar salidas y que podría haber una sorpresa en ese sentido. Era posible, le dije, pero se veía demasiado cuesta arriba. Como aquí escribimos: ¿por qué el PRI mostraría debilidad ante sus adversarios?, ¿por qué no sacaría la reforma sin cambios, si estaba en condiciones de hacerlo?, ¿por qué sacrificaría parte de su relación con los sindicatos? Las preguntas eran correctas, no así las respuestas.
Cordero tenía razón pero, además, el PRI (¿o habría que decir que el primer equipo de Peña Nieto, incluido Gamboa?) mostró nuevamente que tiene un gran sentido del tiempo y de los ajustes tácticos, pero también de la trascendencia de los acuerdos. A la pregunta de si demostraría debilidad, el PRI contestó con una envidiable muestra de control político: nadie se desvió de la votación indicada por Gamboa en el Senado. A la pregunta de por qué aceptaría cambios en la minuta, respondió asumiendo algunos y dejando otros en manos de sus opositores sin obstaculizarlos. A la pregunta de por qué lastimaría la relación con sus sindicatos es muy probable que la respuesta la hubiéramos tenido unos días atrás, con la forma en que mantuvo la dirigente del SNTE, Elba Esther Gordillo: no había una urgencia por maniatar acuerdos que, en última instancia, tienen cuerpo de ley, pero también mucho de declaración de principios.
En los hechos, Peña Nieto hizo que el PRI se adecuara a los tiempos, respetara su oferta de mayor transparencia en la vida pública y aceptó la apertura en el mundo sindical sabiendo que, finalmente, la misma sería tan inevitable como gradual.
Y, por último, quizás no es una simple casualidad que el cambio de señales en la bancada del PRI en el Senado haya coincidido con una larga reunión, de varias horas, de Peña Nieto con el presidente Calderón.
Por supuesto que hay ganadores y perdedores en todo esto: entre los primeros, sin duda, están Cordero y Javier Lozano. Los términos de lo aprobado son los suyos. Gana Peña porque aceptó un proceso que no podía manejar sin una decisión que sería tomada como una imposición, pudo honrar sus compromisos de campaña sin generar rupturas y ganó, en ese contexto, Emilio Gamboa, que se mostró como un interlocutor con mucho margen de operación. Las reformas y adiciones quedan ahora en las manos de Manlio Fabio Beltrones, quien tendrá que darle una vuelta de tuerca a lo aprobado hace tres semanas en San Lázaro. Gana Mónica Arriola, con su voto solitario por la democratización sindical, porque la hija de Gordillo tiene como objetivo darle personalidad propia a Nueva Alianza en el Congreso y con ese tipo de decisiones lo irá logrando. Creo que en el PRD obtienen una victoria los negociadores. Primero, porque sacaron adelante las modificaciones, aunque la iniciativa era del PAN; porque lograron mantener el voto de su bancada e hicieron que Andrés Manuel López Obrador, finalmente, tuviera que llamar a votar con el panismo en el Senado, dándole la razón a la dirigencia perredista. Y que unas horas después de esa votación se hayan reunido los gobernadores perredistas con Peña Nieto no es una simple casualidad.

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