09 noviembre, 2012

Colombia: La condena de los inocentes: Caso del Coronel Plazas – El Diario

Lo único peor que liberar a un culpable, es condenar un inocente. Y el aparato judicial colombiano, calificado entre los peores del mundo (sexto lugar iniciando por la cola) pareciera que para compensar las falencias por lo uno, comete de lo otro: por cada culpable liberado, y son muchos, se propuso condenar dos inocentes. Y si son militares mejor, por lo fácil que les resulta apabullar la libertad de expresión de quienes sufren la ignominia de tener que callar.


La carta magna le prohíbe al militar deliberar, y los jueces, los fiscales y las altas cortes, con el aplauso regodiento de los grandes medios se dedicaron a encarcelar a todo militar o policía que cumpliendo su deber, se gane de enemigo al narcotráfico y sus secuaces de las Farc, que hoy son lo mismo.
Claro que para Juan Manuel Santos y para Chávez, el asunto es a otro precio; para el venezolano, las Farc no son narcotraficantes ni terroristas, y para el señor Santos, lo que diga Hugo está bien, con un ítem: a las Farc hay que creerles que no tienen secuestrados, para persistir en unos planteamientos que tienen más de mediáticos y politiqueros, que de resultados buenos.
De hecho no toda la responsabilidad es exclusiva de ese tercer poder, que está bien representado por una escuálida figura ciega, muda y sorda; las otras dos ramas también están corruptas, y de ahí la carencia de paz y de concordia.
Un estado injusto jamás encontrará la paz.
Las leyes redactadas de manera ambigua tan solo se prestan para que los avispados se lucren, y para que el narcotráfico tome venganza de un coronel del ejército que siendo director nacional de estupefacientes los sometió, a los amigos de Pablo Escobar y a todos sus iguales, al despojo legal de sus propiedades; veinte años después de haber impedido que esos mismos bellacos se tomaran el palacio de justicia, que además incendiaron asesinando a muchos, es decir a todos.
Porque lo acaecido allá fue por la mano del M19, cuya vigencia ideológica se prolonga a través de sus activistas mentirosos, que le dan ejemplo a las Farc. Niegan todas sus fechorías, y le endilgan la responsabilidad al estado al cual desestabilizan posando de víctimas de una sociedad a la que secuestran y asesinan.
Esa es la perversión máxima de la bellaquería que campea sobre una nación respetuosa del juego democrático aprovechado por los amigos del desorden. Sin embargo, y a pesar de todos los embates de tales núcleos perversos, la corte suprema hace más de dos meses aceptó el recurso de casación presentado por la defensa de Plazas Vega, mediante el cual enumera trece motivos de error en los que incurrió la sala plena del tribunal cuando lo condenó; entre los principales, está la suplantación de un testigo clave, el cabo Villamizar, y la procuraduría general de la nación esgrime idénticos argumentos para pedir la libertad del oficial que lleva preso más de cinco años.
Vale la pena recordar que el magistrado encargado de redactar la sentencia de segunda instancia, pidió la absolución del acusado reconociendo los errores de la sentencia inicial, pero los otros dos magistrados y contra toda evidencia, resolvieron condenar al coronel.
El salvamento de voto del magistrado de marras es un valioso documento que obra a favor de este héroe de la Patria, cuyo único delito ha sido su honor militar, su honradez y entereza y su amor a la democracia.
Decía que no toda la responsabilidad de las enormes falencias de nuestra justicia son de ese poder, pues además de lo dicho respecto al legislador, se suman unos medios faranduleros que sin indagar a fondo suelen ponerse del lado equivocado, y un poder ejecutivo que se niega a liderar una convocatoria que reforme la justicia; después de la debacle ocurrida cuando a Santos y las cortes, con el apoyo de tanto senador estilo Barreras, y de tanto representante estilo Simón, les falló su intento de hacer unas reformas pusilánimes que tan solo favorecerían no a la justicia, sino a unos pocos, en detrimento de la nación, sería el colmo que nos olvidemos de este episodio que desnudó otra faceta oscura de nuestra clase dirigente.
Ojala y pronto la justicia campee y la verdad salga a relucir en este emblemático caso de persecución política, desatado desde ese funesto día en el cual se partió en dos la historia del país: antes, y después de la toma del palacio de justicia, día en el cual el narcotráfico inició a adueñarse de la nación.
Fuente: El Diario (Colombia)

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