por Cristina López G.
Cristina López es columnista de El Diario de Hoy (El Salvador) y estudiante de políticas pública en Georgetown University.
Para el 2012, la economía de El Salvador solo será
un 1,5% más grande que en el 2011. Y sin embargo, el presupuesto del
gobierno para el año 2013, por alguna razón que los políticos
justificarán de maneras que resultarán merecedoras de premios a la
creatividad, es más o menos un 7% más grande que el presupuesto del
2012. Saque usted las conclusiones necesarias.
Cualquiera con este problema aritmético, en que lo que se quiere
gastar sobrepasa escandalosamente lo que se tiene disponible,
probablemente no dormiría por las noches. Lo que permite a nuestros
políticos dormir tranquilamente a pesar de este desastre fiscal, es el
saber que quienes acarrearán las consecuencias nefastas serán otros y no
ellos: serán los sectores productivos a quienes se les exija meter el
hombro para sostener el peso de un techo cuyas columnas se están
desmoronando cuando se argumente la necesidad de aumentar impuestos.
Serán los jóvenes y empleados a quienes se les nieguen oportunidades de
empleo cuando mucho dinero que podría ser invertido sea demandado por el
Estado para llenar el agujero fiscal y sobre todo, las próximas
generaciones que enfrentarán una deuda que les están dejando gobiernos
por los que no votaron y políticos a quienes jamás podrán exigirles
cuentas.
Y aunque se mencionó en muchas campañas electorales de muchos candidatos de ARENA un compromiso con inyectar un políticas de austeridad
al desbocado gasto gubernamental, las promesas parecen haber sido
olvidadas cuando muchos de estos mismos candidatos, ahora acomodados en
las curules legislativas y las sillas municipales, votaron por aumentos
al presupuesto de la Asamblea sin mayor discusión o negociación o
optaron por aumentarse sueldos con las justificaciones más
inverosímiles.
Para no ser mal pensados y concluir con que estas promesas electorales
eran mentiras, quizás estos candidatos pensaban en España cuando
hablaban de austeridad en sus campañas, claramente un mal modelo a
seguir pues en España la austeridad se ha quedado en la retórica: solo
han recortado un 1% en 2010 y otro 3,6% en 2011 cuando desde 2000 por 9
años aumentaron su gasto en más de 7% anualmente.
Ojalá nuestros políticos comenzaran a ver ejemplos donde la
austeridad y recortes al gasto fiscal han traído crecimiento, como
Estonia, Latvia y Lituania, a quienes muchos ya están llamando “el
milagro Báltico”. En estos países el ajuste fiscal fue un 9,5% del PIB
en 2009, logrado a través de recortes y varias reformas estructurales.
El año pasado, estos países lograron crecimientos de entre 5-7%. Un lujo
comparado con el triste 1,5% que algunos consideran logro en El
Salvador.
Seguramente no veremos en este presupuesto una discusión seria sobre
la posibilidad de recortar gastos que no benefician a la población, como
por ejemplo: la burocracia, que a pesar de que ha
aumentado en miles y miles de plazas públicas, no necesariamente ha
hecho del gobierno salvadoreño un ejemplo de eficiencia y eficacia en la
ejecución de políticas públicas como para justificar su tamaño, o los
subsidios mal implementados a sectores cuyos servicios no mejoran la
situación de la población sino solo la de los empresarios que los
reciben. Lo innegable es que es urgente que se empiece a discutir cómo
corregir el rumbo, pues la senda por la que continúan llevándonos los
políticos actuales tiene como destino más pobreza, no el progreso.
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