10 noviembre, 2012

En el remolino del narcotráfico

Juan Carlos Pérez Salazar 

No llevo dos meses en México como corresponsal y ya me tocó uno de esos remolinos informativos a los que estaba (casi) acostumbrado cuando trabajaba en Colombia: la muerte de Heriberto Lazcano Lazcano, máximo líder del Cartel de los Zetas... y el robo de su cadáver por parte de un comando armado. Una periodista inglesa con la que hablé sobre el tema no podía entenderlo. ¿Quién se había robado el cuerpo? ¿Por qué? Pero -insistía-, ¿para qué diablos robarse un cuerpo? Yo trataba de explicarle que detrás de esto había un sistema de lealtades y vínculos que no era posible entender de manera racional.


¿Cómo explicarle que, en Colombia, todavía hay gente que cree que Pablo Escobar está vivo a pesar de que los medios se cansaron de mostrar imágenes de su cuerpo cuando fue abatido hace casi 20 años en Medellín?

¿Como hacerle entender la cultura de jóvenes de bandas de esa misma ciudad que -al menos hasta mediados de los '90- cuando un compañero era asesinado, hacían parrandas con el cadáver como invitado de honor (sentado en una silla), se tomaban fotos y brindaban con él?

No, a mi no me pareció raro que se robaran en cuerpo de "El Lazca".

Como tampoco me extrañó la ineficiencia de las autoridades que permitió sustraer el cadáver del máximo capo del cartel de más rápido crecimiento en los últimos años.

¿Acaso Pablo Escobar no se escapó de la Cárcel la Catedral (donde hizo y deshizo a su amaño), sobornando con un plato de comida (¡un plato de comida!) a los soldados del primer perímetro de seguridad?

¿Preguntas? Muchas. Las mismas que ya están haciendo algunos medios mexicanos. Estas son algunas:
¿Por qué estaba un capo de su talla viendo tranquilamente un partido de béisbol aficionado con sólo dos escoltas?

¿Se ha vuelto tan común el uso de armas sofisticadas que alguien con un fusil R15 adaptado para lanzar granadas -como el que supuestamente llevaba El Lazca- no llama la atención ni requiere un tratamiento especial de identificación?

¿Por qué un funcionario estadounidense le dijo a la agencia AP que habían confirmado la identidad de El Lazca antes de que el cuerpo fuera robado, si, según las autoridades mexicanas, la confirmación sólo llegó luego del robo?

¿Significa eso que hay estadounidenses patrullando con la Marina -no olvidar que fueron claves en la muerte de Pablo Escobar-? ¿O que se le están enviando las huellas y pruebas de manera directa e inmediata?

¿Está mintiendo el norteamericano? ¿Por qué?

Por supuesto, como mis colegas mexicanos y extranjeros, estaré tratando de buscar las respuestas.

Pero temo que algunas nunca llegarán. Porque la atención se desviará cuando llegue el próximo remolino informativo.

Luego vendrán nuevas preguntas.

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