12 noviembre, 2012

Estados Unidos y China: el dilema del prisionero

Guido Rossi

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Pocas veces ha padecido la historia períodos como el que estamos viviendo. La globalización económica, privada de un derecho cosmopolita, ha ido usurpando poco a poco soberanía a los Estados-nación, cada vez más incompetentes para resolver los problemas internos y totalmente incapaces de imponer una política de solidaridad internacional. De este modo se reproduce, increíblemente a nivel de todos los Estados-nación, la típica situación perfectamente descrita en la lógica con el nombre de dilema del prisionero.
Cuando uno de los prisioneros considera que el otro no es solidario sino que cínicamente vela sólo por su propio y egoísta interés, tomará una decisión que tendrá como consecuencia un castigo muy superior al que, de lo contrario, hubiera garantizado la recíproca colaboración. No sólo en la lógica, sino también en la política, la ideología del egoísmo autosuficiente ha sido y es deletérea.


Sin embargo, en este momento en algunos países determinantes para la política internacional, se perfila con carácter inminente la necesidad de una decisión parecida a la del dilema del prisionero. Al igual que en este caso, los Estados-nación son súbditos de un anónimo soberano, es decir, de los mercados disciplinarios que, en plena deriva del capitalismo financiero sustentada por las grandes riquezas especuladoras, se han convertido en el oculto y libertino gestor de la soberanía y del destino de los pueblos. El 6 de noviembre se celebraron elecciones en Estados Unidos, en las que el pueblo norteamericano eligió la propuesta política de Barack Obama. El 8 de noviembre, es decir dos días después, se celebró la reunión del Comité Central del Partido Comunista Chino, que se pronunció a favor del nombramiento solemne, en marzo de 2013, de Xi Jinping como nuevo presidente para el próximo decenio del país más poblado del mundo y la segunda potencia económica mundial.
Me parece innecesario subrayar que los temores de un devastador aumento de la crisis económica y de sus consecuencias políticas de todo tipo dominan tanto el actual panorama norteamericano como el chino. ¿Y Europa? Aunque con una realidad y unas perspectivas distintas, los problemas parecen ser muy parecidos en lo que respecta a las incertidumbres y confusiones que despiertan las próximas elecciones políticas, tanto en Alemania como en Italia. Sin embargo, de las tres realidades, la más compleja, en mi opinión, es la de Estados Unidos, tanto por razones históricas como por planteamientos ideológicos y culturales. De hecho, no podemos olvidar que la base de la actual crisis financiera mundial, independientemente de las tesis concretas que cada uno pretenda adoptar para identificar las causas, sus raíces se hunden indiscutiblemente en la falta de funcionalidad del sistema monetario internacional.
El paso del patrón oro, la bárbara reliquia, como la llamaba Keynes, al patrón dólar justificado por la total hegemonía de Estados Unidos, tanto a nivel institucional, con los organismos salidos de Bretton Woods, como a nivel del comercio internacional y de las transacciones financieras, donde el dólar ha sido la moneda de cambio y de valor de las materias primas, empezando por el petróleo, ha provocado la sustitución del oro por el dólar, como la reserva en los balances de los Estados que obtenían unos excedentes en el comercio internacional. Las reservas en dólares se aprovechan pues para las copiosas inversiones extranjeras que han permitido que Estados Unidos, por la sustitución del ahorro interno, haya podido afrontar la enorme deuda pública y haya mantenido unos tipos de interés extremadamente bajos al principio de la burbuja de las subprime.
Resumiendo, la hegemonía de Estados Unidos y la vocación de la Reserva Federal por proteger al dólar de la devaluación, han colocado a la economía norteamericana en una paradoja: con una vocación hegemónica internacional, pero una política monetaria y financiera nacional y por ello desastrosa en un sistema globalizado, Estados Unidos es, al mismo tiempo, el principal deudor y acreedor en última instancia a nivel mundial. Lamentablemente, la agenda de ninguno de los dos candidatos a las elecciones presidenciales contemplaba esta necesidad de derribo del orden económico monetario internacional.
China, al igual que otros países asiáticos, se encuentra en una situación contraria, aunque relacionada. El déficit en la balanza comercial estadounidense ha tenido como contrapartida la enorme reserva en dólares por parte de China, y por consiguiente, la entrada de capitales extranjeros para la financiación del déficit y la incitación a un posterior aumento de la deuda norteamericana de modo que, en términos absolutos, Estados Unidos es hoy el mayor deudor de la economía mundial.
Pero si bien el desarrollo chino, gracias también al traslado de establecimientos de numerosas multinacionales para aprovecharse de los costes laborales más bajos de aquel país, puede superar en el próximo decenio a la economía norteamericana, la moneda de reserva en dólares puede crear dependencia y graves dificultades en China, que podría ser la primera víctima de la paradoja norteamericana. Ya comenté una vez que en el 2009 el gobernador del Banco Central chino, Zhou Xiaochuan, propuso sustituir el dólar por una moneda de reserva internacional y medio de pago en los comercios y en las transacciones financieras con el objeto de garantizar la estabilidad financiera global y facilitar el crecimiento económico mundial. ¿No es ésta en el fondo la propuesta de la súper moneda internacional de Keynes, el famoso Bancor, rechazada por los americanos?
La situación europea, con una moneda única y sin un gobierno ni una política monetaria y fiscal unitaria, es víctima de la impuesta paridad de balance de una política de austeridad que aumenta la recesión, el desempleo, la pobreza y unas desigualdades intolerables. La propia democracia está despiadadamente amenazada.
Por consiguiente, tal como he defendido varias veces, la respuesta a la crisis sólo puede venir de una auténtica federación democrática europea. La soberanía de los Estados-nación en la economía globalizada, si no quieren que les sea usurpada por el Leviatán financiero anónimo pero antidemocrático, solamente puede ser trasladada y compartida democráticamente a nivel europeo. La hipótesis parece ahora respaldada por las propuesta de once Ministros de Asuntos Exteriores europeos, encabezada por el alemán Guido Westerwelle, de una reforma constitucional que prevea la elección en sufragio universal del Presidente de la Comisión Europea. De este modo, la soberanía de los ciudadanos europeos no sería usurpada por el anónimo Leviatán financiero, sino transferida en parte a su Europa, lo que necesariamente la situaría en el centro de las políticas actuales de este período histórico. Este sería el salto de calidad necesario para llegar a una política económica global con autoridades supranacionales que gobiernen también una moneda mundial supranacional.
La alternativa a la ruina económica y política globalizada es una vez más sustituida por la hipótesis del ius cosmopoliticum de Kant y de una comunidad supranacional surgida de la cooperación institucional de los diferentes Estados, perfectamente trazada recientemente por Jürgen Habermas en el salto de la comunidad internacional a la comunidad cosmopolita. Tanto la ONU como las instituciones económicas (Banco Mundial, FMI y OMT) surgidas de Bretton Woods, deben ser reformadas en virtud de la solidaridad y del federalismo mundial debido a que la hegemonía norteamericana ha decaído y porqué la solución global sólo puede venir hoy de la solidaridad cosmopolita que resuelva los problemas de la globalización, y al mismo tiempo, de la mejor manera para la humanidad, el dilema del prisionero. Si fue posible al final de la II Guerra Mundial ¿por qué no puede serlo también hoy?
Guido Rossi, Presidente del Consob (órgano regulador
del mercado de valores italiano) en 1981-1982.

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