Continuamos presentando las distintas noticias y trabajos de opinión que la prensa global ha venido publicando sobre el trascendental Congreso del Partido Comunista Chino.
Los alertas de Hu Jintao sobre la corrupción que puede derrotar al régimen chino hasta los análisis que hacen expertos de la necesidad de legitimación de la nueva dirigencia son tratados admirablemente en el diario El País de Madrid.  (www.elpais.com).
Luego en el diario ABC (www.abc.es) viene una semblanza del nuevo jefe chino Xi Jinping.
XVIII CONGRESO DEL PCCH

China inicia el cambio de guardia


El congreso del PCCh encumbrará a los dirigentes que tendrán que buscar un nuevo modelo económico y hacer frente a las grandes desigualdades sociales
 Pekín
Con Pekín tomado por 1,4 millones de policías y vigilantes voluntarios, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha iniciado hoy un congreso crucial, en el que se producirá la llegada de una nueva generación de líderes. El actual vicepresidente chino, Xi Jinping, será designado secretario general del partido, y en marzo del año que viene —durante la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional— ascenderá a presidente en sustitución de Hu Jintao. En ese momento, se prevé que Li Keqiang, actual viceprimer ministro, suceda a Wen Jiabao como primer ministro.
El XVIII Congreso del PCCh decidirá también la composición del Comité Central (unos 200 miembros), que a su vez elegirá al Politburó (25 miembros) y el Comité Permanente del Politburó, ahora compuesto por nueve personas, pero que podría quedar reducido a siete. Xi, de 59 años, y Li, de 57, forman parte del actual Comité Permanente y son los dos únicos que continuarán en el nuevo. Los otros siete integrantes se retirarán para dejar paso a una generación de dirigentes más jóvenes. La composición completa del Comité Permanente no se conocerá hasta el final del cónclave.
En la sesión de apertura, ante los 2.270 delegados del partido reunidos en el Gran Palacio del Pueblo, en la plaza de Tiananmen, Hu Jintao, ha lanzado un alegato contra la corrupción, uno de los males principales del ascenso chino. Ha advertido de que si el Partido Comunista no lucha contra la corrupción afrontará “su caída y la del Estado”. Durante hora y media, el jefe de Estado y secretario general de la formación enumeró los problemas que afronta el país, desde el desequilibrio económico entre las ciudades y el medio rural hasta cuestiones medioambientales. Pero ha hecho hincapié en la lucha contra la corrupción: “Tenemos que mantener en todo momento una postura muy severa en el castigo a la corrupción”, tan severa que ha anunciado que se castigará “sin clemencia a cualquier persona involucrada, sea cual fuere su poder o su cargo”. También ha anunciado medidas para evitar las corruptelas, como mayor supervisión a los dirigentes, a los que ha llamado a “autodisciplinarse” y controlar a sus familiares y colaboradores.
El abanico de desafíos es amplio: las desigualdades sociales, la corrupción, los problemas medioambientales, la creciente protesta social, las ascendentes peticiones de reforma política, las tensiones con los países vecinos y, en especial, la ralentización de la economía. El PIB (producto interior bruto) creció un 7,4% en el tercer trimestre, el menor registro desde el primer trimestre de 2009.
Muchos expertos creen que si China no acomete una transformación profunda, crecerá para finales de esta década al 5% anual, una cifra muy inferior al 10% al año que ha experimentado desde que Deng Xiaoping lanzó el proceso de apertura y reforma en diciembre de 1978. Académicos y analistas consideran que el modelo actual está agotado, debido a su excesiva dependencia de las exportaciones y la inversión, y prevén que el partido actúe con decisión y emprenda nuevas reformas económicas.


Los partidarios de los cambios están presionando a Xi Jinping para que elimine los privilegios de las compañías estatales, modifique el actual sistema fiscal que anima a las autoridades locales a financiarse con las expropiaciones de suelo, facilite la instalación permanente de los emigrantes rurales en las ciudades, y, sobre todo, limite el poder de un Estado que, según afirman, amenaza con estrangular el crecimiento.
“[El congreso] será muy importante, con China en un momento crucial en la construcción de una sociedad moderna y próspera en todos los aspectos, en un proceso de reforma y apertura y acelerando la transformación del modelo de crecimiento”, ha asegurado este miércoles Cai Mingzhao, portavoz del congreso.
Los delegados del PCCh, llegados desde todos los rincones del país, serán más cautos a la hora de responder a las cada vez mayores demandas de reforma política. Nadie espera un paso hacia una democratización de tipo occidental, pero el PCCh podría introducir medidas experimentales para ampliar la denominada democracia interna del partido, lo que viene a significar promover un mayor debate dentro de las estructuras del PCCh, con una prioridad absoluta para el mantenimiento de la estabilidad social, garante, según consideran los líderes, del desarrollo económico.
En teoría, los 2.270 delegados van a elegir a la próxima generación de mandatarios. En realidad, los nombramientos de los altos dirigentes —con un Xi Jinping y un Li Keqiang que ocuparán el poder durante 10 años— llegan hechos. Han sido decididos de antemano por los líderes en activo y jubilados, en un proceso secretista, marcado por duras negociaciones entre las diferentes facciones.

OTRA NOTA DE EL PAÍS EN LA QUE HU JINTAO ALERTA SOBRE EL PELIGRO DE LA CORRUPCION Y OTROS FLAGELOS:

Hu Jintao advierte que la corrupción puede acabar con China

El presidente chino promete más reformas económicas sin cambios políticos en la apertura del 18 Congreso del PCCh. “Nunca copiaremos un sistema occidental”.
China inicia el cambio de guardia
El presidente chino, Hu Jintao, ha lanzado una seria advertencia este jueves y ha dicho que el Partido Comunista Chino (PCCh) puede desmoronarse si no es capaz de eliminar la corrupción. “Si no somos capaces de gestionar bien este problema, podría ser fatal para el partido y causar incluso el derrumbe del partido y la caída del Estado”.
Así lo ha asegurado en el discurso de apertura del 18 Congreso del PCCh, en el Gran Palacio del Pueblo (Pekín), ante los alrededor de 2.200 delegados llegados de todo el país. En el cónclave, se prevé que ascienda al poder la generación de líderes que dirigirá el país la próxima década. El actual vicepresidente Xi Jinping será nombrado secretario general del PCCh, en sustitución de Hu, y en marzo del año que viene ocupará la presidencia del país. La corrupción es uno los principales motivos de descontento entre la población china y, fuente de numerosas protestas.
La llamada de atención de Hu Jintao no es nueva. Ya la hizo en el congreso de 2002, cuando llegó al poder, y en el de 2007. Poco ha cambiado. Pero este año se produce en medio del mayor escándalo político que ha vivido China desde las manifestaciones de la plaza Tiananmen, en 1989. Bo Xilai, exsecretario del PCCh en la municipalidad de Chongqing, está a la espera de ser juzgado, tras haber sido expulsado del Politburó y del partido, por abuso de poder y corrupción. Bo, líder hasta su caída hace unos meses del ala más izquierdista y conservadora del PCCh, es sospechoso también de haber intentado ocultar el asesinato de un ciudadano británico por parte de su esposa. Sus partidarios dicen que ha sido víctima de una purga política.
En su intervención -de 90 minutos, mucho más corta que en 2007, cuando duró dos horas y media-, Hu ha loado las tres décadas de fuerte crecimiento que ha vivido el país desde que Deng Xiaoping puso en marcha el proceso de apertura y reforma. China es hoy la segunda economía del mundo en valor absoluto, detrás de Estados Unidos, aunque en PIB (producto interior bruto) per cápita está alrededor del puesto 90. Cientos de millones de personas han salido de la pobreza en estos años.
Pero el presidente ha dibujado un panorama futuro de claros y oscuros. “En este momento, cuando las condiciones globales, nacionales y en nuestro partido continúan experimentando cambios profundos, nos enfrentamos a oportunidades sin precedentes para el desarrollo así como a riesgos y desafíos no conocidos hasta ahora”, ha afirmado delante de los más de 200 miembros del Comité Central, bajo un símbolo enorme de la hoz y el martillo.
Hu ha prometido reformas económicas y mayor riqueza para la población, que sufre uno de los ratios de desigualdades sociales mayores del mundo. Ha asegurado que China hará que su divisa (el renminbi) y los tipos de interés estén más ligados al mercado, promoverá la convertibilidad de la moneda “en su debido momento”, potenciará las inversiones en el exterior, invertirá más fondos estatales en la industria, y, para 2020, duplicará el PIB y los ingresos per cápita, tanto de la población urbana como de la rural, con respecto a 2010. Desde la reforma de Deng Xiaoping, China se ha comprometido a duplicar su economía cada 10 años.
Las exportaciones chinas se han visto golpeadas por la debilidad de la demanda global, debido a la crisis. El PIB chino creció un 7,4% en el tercer trimestre, el menor valor desde el primer trimestre de 2009, y muchos académicos y expertos chinos consideran que el actual modelo económico, muy centrado en las exportaciones y la inversión, se ha agotado. Algunos creen que si China no emprende una transformación profunda, crecerá para finales de esta década al 5% anual, una cifra muy inferior al 10% al año que ha experimentado desde hace 30 años.
Pekín es consciente, especialmente en el actual contexto de ralentización, y va a tomar medidas. “En respuesta a los cambios en los desarrollos económicos doméstico e internacional, debemos acelerar la creación de un nuevo modelo de crecimiento y asegurar que el desarrollo esté basado en calidad y comportamiento mejorados”, ha señalado Hu. El modelo actual –de crecimiento a cualquier precio- ha pasado, además, una elevada factura en corrupción y contaminación.
El mandatario ha afirmado que China debería “garantizar que el sector privado de la economía compite en las mismas condiciones” que las empresas estatales y “debería permitir que la propiedad pública tome otras formas distintas”. También ha insistido en que el Gobierno potenciará el consumo doméstico y la demanda individual.
Hu ha tenido palabras cautas para una de las crecientes demandas de la población: cambios en el anquilosado sistema político. “La reforma de la estructura política es una parte importante de las reforma global china. Debemos continuar haciendo esfuerzos activos y prudentes para llevar a cabo la reforma de la estructura política, y hacer la democracia del pueblo más extensiva, de alcance más completo y práctica más sólida”. Una frase abstracta que significa que Pekín podría introducir medidas para ampliar la denominada democracia interna del PCCh, manteniendo el régimen de partido único. Porque, según ha advertido Hu, China “nunca copiará un sistema político occidental”.
El XVIII congreso del PCCh, que durará una semana, decidirá la composición del Comité Central del PCCh (unos 200 miembros), que a su vez elegirá al Politburó (25 miembros) y el Comité Permanente del Politburó, actualmente integrado por nueve personas, que podrían pasar a ser siete. Dos miembros del actual Comité Permanente continuarán en el próximo: Xi Jinping y el viceprimer ministro Li Keqiang, que en marzo se prevé que sustituya a Wen Jiabao como primer ministro. Otros claros candidatos a integrar el máximo órgano de poder en China son el viceprimer ministro Wang Qishan; el también viceprimer ministro y jefe del partido en Chongqing, Zhang Dejian, y el ministro de propaganda, Liu Yunshan. La composición exacta no se conocerá hasta el final del congreso.
Los dirigentes chinos han ligado en los últimos años su legitimidad al desarrollo, pero el nuevo equipo tendrá que hacer frente a un contexto de ralentización económica, una población cada vez consciente de sus derechos y mejor informada, y un número ascendente de protestas.
Mientras Hu plasmaba en el Gran Palacio del Pueblo las prioridades y desafíos del partido, en la plaza Tiananmen -sellada al público-, flameaban las banderas rojas sobre los edificios y vigilaban cientos de policías de uniforme y de paisano. Los agentes inspeccionaban los bolsos de quienes se acercaban a la entrada de la Ciudad Prohibida, situada en el lado norte de la explanada, en busca de los peticionarios que suelen acudir a Pekín, cuando hay una importante reunión política, para intentar solucionar las disputas que no logran resolver en sus provincias. Varios han sido detenidos por la policía en las cercanías de Tiananmen, mientras docenas de activistas y disidentes están sometidos a vigilancia en sus casas o han sido obligados a irse de Pekín hasta que finalice el congreso.
Las autoridades han desplegado un gran dispositivo de seguridad en la capital, que incluye 1,4 millones de policías, agentes y vigilantes voluntarios. Además, han dado orden a los taxistas de que retiren las manivelas de las ventanillas traseras o que bloqueen estas para evitar el lanzamiento de octavillas, y han prohibido el vuelo de palomas adiestradas, globos y aviones de radiocontrol.

EL PAÍS SOLICITA UN ANÁLISIS A KERRY BROWN QUIEN DIRIGE EN SIDNEY EL CENTRO DE ESTUDIOS DE CHINA.
HABLA DEL DESAFÍO QUE TODAVÍA ES ELIMINAR EL PENSAMIENTO DE MAO Y LOS RETOS QUE TIENE EL PAÍS Y SUS LÍDERES:

“El mayor desafío para los nuevos líderes será establecer su legitimidad”

Entrevista a Kerry Brown, director del Centro de Estudios de China
Toda la información sobre el XVIII Congreso del PCCh
‘El techo de la reforma china, por XULIO RÍOS
Un país fuerte pero inestable
 Pekín
Kerry Brown, de 45 años, británico, es director del Centro de Estudios de China y profesor de política china en la Universidad de Sidney. Ha trabajado en Japón y la región china de Mongolia Interior. Entre 2000 y 2003, fue primer secretario de la Embajada de Reino Unido en Pekín. Es autor de varios libros sobre China.
Pregunta. ¿Cuál es el balance de los 10 años en el poder de Hu Jintao?
Respuesta. Los grandes logros de Hu Jintao (presidente de China) y Wen Jiabao (primer ministro) son un gran crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto), a pesar de la crisis económica internacional desde 2008, y haber mantenido el consenso político en la élite. Las cosas no tan buenas son las crecientes desigualdades (sociales) y el fracaso a la hora de hacer algo sobre reforma política significativa.
P. ¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan los nuevos líderes, encabezados por Xi Jinping?
R.El mayor desafío para los nuevos líderes será en primer lugar establecer su legitimidad, en el partido y de cara al público, y luego comenzar a tratar las enormes cuestiones de cambio sociopolítico: gobierno de la ley, una sociedad más equilibrada y un mayor papel para la sociedad civil, entre otros.
P. ¿Cree que es sostenible el actual sistema político chino o Pekín deberá acometer reformas, y, de tener que hacerlo, de qué tipo?
R. El actual sistema político chino necesita modernizarse, y la mayoría de los dirigentes y líderes lo saben. Pero miran a lo que pasó en la Unión Soviética cuando se desmoronó, y quieren evitar que esto ocurra en China. Así que no se sienten muy atraídos por los modelos multipartidistas de Occidente. Quieren preservar la unidad y el buen crecimiento, mientras China se hace más rica, y creen que el sistema de partido único es la estrategia más probable para conseguirlo. A corto y medio plazo —quizás la próxima década— puede que tengan razón. Después de eso, a medida que China se convierta en un país de renta media, las cosas se pondrán más difíciles.
P. En los últimos años, se ha producido un número creciente de protestas en China. ¿Cree que la sociedad está pidiendo cada vez más responsabilidades a los líderes?
R. Sí, las disputas se han hecho más abundantes, y la gente espera más de los dirigentes y del Gobierno y es capaz de hacer más para exponerlas y expresar su ira. Las tensiones entre los funcionarios gubernamentales y la gente son cada vez más fuertes, y esto es causa de grave división social.
P. El Partido Comunista Chino va a modificar su constitución. Algunas informaciones señalan que podría eliminar el pensamiento de Mao Zedong. ¿Qué piensa de esto?
R. Retirar el pensamiento de Mao Zedong puede ser una vía para intentar modernizar la forma en que el partido expresa y comunica sus políticas, pero la influencia de Mao es algo con lo que el partido aún no está preparado para enfrentarse. Mao es todavía demasiado importante desde el punto de vista emocional para muchos chinos.

OTRO ANÁLISIS DEL CORRESPONSAL JOSE REINOSO DESDE BEIJING ASOMA EL PELIGROS DE LA INESTABILIDAD:

Un país fuerte, pero más inestable

La presidencia de Hu Jintao disparó el crecimiento económico chino pero a costa de un fuerte aumento de la desigualdad social y las prácticas espurias
 Pekín
Cuando Hu Jintao llegó a la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh) a finales de 2002 y a la presidencia del país en marzo del año siguiente, lo hizo enarbolando la bandera de la lucha contra las desigualdades sociales y la corrupción. Ambos problemas han sido una constante de la política que Hu y el primer ministro, Wen Jiabao, han seguido durante estos 10 años en el poder; pero, cuando el mandato de ambos dirigentes se acerca a su fin, desigualdades y corrupción siguen siendo dos de los desafíos más graves a los que se enfrenta el partido. Hasta el punto que Hu ha asegurado este jueves en la apertura del 18 Congreso del PCCh que si China no elimina la corrupción, podrían caer el partido y el Estado.
¿Cuáles son el balance y el legado de la década en el poder de Hu Jintao y Wen Jiabao? Una foto mixta. Luces y sombras. La cuarta generación de dirigentes chinos –tras las de Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin- deja una China más fuerte desde el punto de vista de la economía y la política exterior, pero con más tensiones y algunos de los problemas que encontró a su llegada más enraizados.
“La Administración de Hu Jintao ha conducido China a un continuo crecimiento económico. Durante los últimos 10 años, China ha sido ampliamente reconocida como una importante potencia económica en el mundo. Ha mantenido alejado el impacto de la crisis financiera internacional de 2008 y ha cumplido su promesa de ascenso pacífico. Sin embargo, las desigualdades entre ricos y pobres han continuado ampliándose y el nivel de corrupción oficial no ha bajado. Estos serán los dos principales problemas económicos y políticos que tendrá que abordar de forma prioritaria la nueva administración”, afirma Hu Xiaobo, director del Centro de Estudios sobre China en la Universidad Clemson (Carolina del Sur).
Los medios estatales han calificado el mandato de Hu Jintao de “la década gloriosa”, mientras algunos críticos lo han llamado “la década perdida”. Cuando ascendió a la presidencia, la economía china era un poco mayor que la de Italia, hoy es la segunda del mundo -detrás de Estados Unidos-, el país asiático tiene el mayor número de usuarios de telefonía móvil e internautas del mundo y continúa siendo un fuerte polo de atracción de inversión extranjera. La renta per cápita anual se ha quintuplicado, hasta 5.400 dólares.
China es ahora un miembro imprescindible en cualquier organismo de decisión global, y es reconocida por los estrategas militares de Estados Unidos como el único potencial competidor. Pekín ha impulsado estos años un ambicioso proceso de modernización del ejército.
Durante la administración de Hu Jintao, China ha realizado su primer viaje espacial tripulado, ha organizado unos juegos olímpicos que deslumbraron al mundo, y ha potenciado el alcance de sus empresas e inversiones por todo el planeta. Dentro de sus fronteras, ha reequilibrado las inversiones hacia las provincias más pobres del interior, adonde ha destinado cuantiosos recursos, y ha conformado un sistema de jubilaciones, desempleo y seguro sanitario, aunque básico, que por primera vez incluye a los campesinos.
Pero detrás de estos logros, “hay problemas”, ha escrito Deng Yuwen, editor de un periódico estatal, en un ensayo que fue colgado en Internet en septiembre y luego fue expurgado. Deng defiende que el fracaso de Hu Jintao a la hora de dar pasos significativos hacia un cambio político ha llevado al Partido Comunista a tener que afrontar “una crisis de legitimidad”.
Cuando Hu Jintao llegó al poder, algunos vieron en él un líder reformista y pensaron que realizaría cambios políticos. Tras una primera y corta etapa de mayor transparencia y petición de responsabilidades, plegó velas. Algunos expertos creen que las ‘revoluciones naranja y rosa’ en Ucrania y Georgia inquietaron a Pekín, que vio detrás de ellas la mano de Estados Unidos para derribar a regímenes autoritarios. El Gobierno chino intensificó el control y acoso a los activistas, un fenómeno que fue al alza y condujo al encarcelamiento de disidentes como Hu Jia o Liu Xiaobo, este último elegido Premio Nobel de la Paz en 2010.
Hu Jintao ha impulsado el llamado desarrollo científico y la creación de una sociedad armoniosa, aunque en los últimos años el número de protestas y disturbios sociales –especialmente por problemas medioambientales y expropiaciones forzosas de tierra- no ha dejado de crecer, hasta alcanzar unas 500 a día en todo el país, según expertos de la universidad Qinghua en Pekín.
El líder chino se ha apoyado durante su mandato en el partido, la policía y la propaganda. El gasto en seguridad interna, policía, tribunales y otros medios de aplicación de la ley ha excedido el presupuesto de defensa desde 2011. Pekín ha incrementado el control sobre minorías como la tibetana y la uigur (región autónoma de Xinjiang), que se vieron afectadas por violentos enfrentamientos étnicos en 2008 y 2009, respectivamente. Desde marzo de 2011, se han inmolado a lo bonzo un total de 68 tibetanos en China para protestar contra lo que el Dalai Lama y sus seguidores consideran la represión de su cultura y su religión por parte de Pekín. De ellos, han muerto 54, según el Gobierno tibetano en el exilio. Las cinco últimas inmolaciones han tenido lugar este miércoles. Las revoluciones jazmín en los países árabes también tuvieron como consecuencia un endurecimiento de la represión sobre activistas y disidentes en China. Pekín también ha reforzado la censura en Internet. Todo ello con objeto de “preservar la estabilidad” y la continuidad del gobierno único del PCCh.
Tras dejar la secretaría general del partido y la jefatura del Estado, la influencia de Hu Jintao permanecerá. Algunos de sus aliados forman parte de la nueva generación de líderes, y es posible que retenga la presidencia de la Comisión Militar Central, como hizo su predecesor Jiang Zemin durante dos años cuando Hu ya era el máximo líder chino.

EL DIARIO ABC DE MADRID (WWW.ABC.ES) HACE UNA SEMBLANZA MUY CLARA DE QUIEN ES EL NUEVO LÍDER EMERGENTE EN CHINA:

Xi Jinping, el principito” eficiente

Hijo de un héroe de la Revolución purgado por Mao, el próximo presidente de China es un neoliberal que organizó los Juegos Olímpicos de 2008
Antes de ser finalmente aceptado en el Partido Comunista de China en 1974, su solicitud fue rechazada hasta nueve veces porque su padre, un héroe de la Revolución, era uno de los millones de apestados políticos que había dejado la «Revolución Cultural» de Mao Zedong. La próxima semana, aquel joven idealista y frustrado será nombrado secretario general de dicho Partido y, en marzo, sucederá a Hu Jintao como presidente de China.
A sus 59 años, Xi Jinping encarna la «Quinta Generación» de dirigentes comunistas y, por sus orígenes familiares, es uno de los denominados«principitos» del régimen al igual que Bo Xilai, el popular secretario del Partido en Chongqing caído en desgracia por corrupción.
Licenciado en Ingeniería Química y Leyes por la prestigiosa Universidad de Tsinghua, Xi Jinping ha seguido los pasos típicos de los burócratas chinos, los camaradas del siglo XXI que más bien parecen trajeados ejecutivos expertos en administración y gestión de empresas en lugar de ideólogos de la lucha de clases. Tras formarse en los años 80 y 90 en las industrializadas provincias costeras de Fujian y Zhejiang, donde alcanzó la jefatura del Partido gracias a sus ideas neoliberales, reemplazó en 2006 a Chen Liangyu, el influyente secretario local de Shanghái también defenestrado por corrupción.
A partir de ahí, su ascenso fue meteórico y en octubre de 2007, con motivo del anterior Congreso del Partido Comunista, entró en el todopoderoso Comité Permanente del Politburó, el órgano que maneja los designios de China. «El favorito del presidente Hu Jintao era Li Keqiang, quien relevará al primer ministro Wen Jiabao, pero en esa época el expresidente Jiang Zemin aún tenía influencia entre varios miembros salientes del Comité, que optaron por Xi Jinping en una votación secreta», explica a ABC Wen-Cheng Lin, profesor del Instituto de Estudios sobre la China continental en la Universidad Sun Yat-sen de Taiwán. Un año después, pasó una crucial prueba de fuego alencargarse con éxito de la organización y seguridad de los Juegos Olímpicos de Pekín.
Enemigo de las estridencias y los personalismos, el régimen chino opta por el continuismo con Xi Jinping, un tecnócrata mesurado pero gris, casi sin carisma y más famoso por su mujer, la popular cantante Peng Lijuan, que por sus intervenciones públicas. De hecho, sólo se le conoce una salida de tono: cuando ante la comunidad china de México se le escaparon unas furibundas críticas a los extranjeros. «Algunos extranjeros están tan aburridos que no tienen nada mejor que hacer que meter sus dedos en los asuntos de China, que no exporta revoluciones, ni pobreza ni les causa problemas innecesarios», declaró sin saber que estaba siendo grabado por una televisión de Hong Kong.
En la lucha de poder desatada antes del Congreso, incluso llegaron a circular rumores de un golpe de Estado y un intento de asesinato contra Xi Jinping, quien en septiembre disparó todas las especulaciones al desaparecer misteriosamente durante dos semanas y cancelar sendas reuniones con la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, y el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong.
Con Xi Jinping, que tiene amplia experiencia internacional, el régimen chino seguirá profundizando en el capitalismo de Estado para mejorar la economía, pero deberá hacer frente a las cada vez mayores demandas de derechos, de momento más sociales que políticos.