01 diciembre, 2012

El retorno de México Peña Nieto inaugura su presidencia con un ambicioso programa de reformas y consensos

La llegada a Los Pinos de Enrique Peña Nieto, que ayer tomó posesión como presidente de México, debe marcar no ya el retorno del PRI (Partido Revolucionario Institucional) al poder, sino el regreso del país a un primer plano de la política americana e internacional. Las presidencias de Vicente Fox y de Felipe Calderón en los 12 años anteriores de dominio insuficiente del Partido de Acción Nacional (PAN) han ensimismado en exceso al país, sin lograr encauzar las reformas que de necesarias ahora se han tornado urgentes, perdiendo terreno el país mientras otras economías de la zona, a comenzar por Brasil, emergían con fuerza. México puede dejar atrás un periodo de crecimiento económico y social lento y gris, y aspirar a mucho más.


Los viajes de Peña Nieto que han precedido a los actos oficiales de ayer han marcado unas prioridades que parecen las adecuadas: Guatemala, Colombia, Brasil, Argentina, Perú y, claro está, Estados Unidos, como si quisiera demostrar que su presidencia será no ya, naturalmente, norteamericana, sino panamericana, sin olvidar a España y al conjunto de Europa, a pesar de la comprensible obsesión con China y el Pacífico.
Pero México solo contará hacia el exterior si se refuerza internamente. La agenda de Peña Nieto es ambiciosa, y no podía ser menos ante los retos pendientes, con las reformas del sector energético para que participen en su desarrollo el sector privado, del mercado laboral, de la fiscalidad, de las Administraciones públicas para mejor su rendimiento y reducir la corrupción en su seno, de la educación y de la seguridad. A este respecto parece lo razonable ir retirando las fuerzas armadas de la lucha contra el narcotráfico —el gran error de Calderón—, crear una gendarmería nacional y centralizar todos estos quehaceres en la Secretaría de la Gobernación.
La modernización de México no será posible si deja en la cuneta a sectores enteros de la sociedad. El nuevo Gobierno debe establecer una agenda innovadora para reducir una pavorosa desigualdad social y sacar de la pobreza a sectores y regiones enteras.
Peña Nieto, que ganó claramente las elecciones el pasado 1 de julio, tiene que demostrar que el que vuelve no es el viejo PRI que con su tradicional clientelismo gobernó dictatorialmente México durante 70 años, aunque supo abrirse al final, sino un partido dispuesto al cambio, aunque para ello tenga que pisar muchos callos, incluidos los de su partido. Ha entendido que no podrá llevar a cabo esta ambiciosa agenda solo con el PRI. No ya porque carezca de una mayoría parlamentaria suficiente, sino porque el alcance del programa requiere consenso. El Pacto por México entre el PRI, el PAN, el PRD y el equipo presidencial, y la entrada en el Gobierno de miembros de procedencia diversa puede inaugurar una nueva era para sacar a México de una parálisis que ha durado demasiado.

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