28 diciembre, 2012

Guatemala: Los Zetas, en el Poder Judicial

El crimen organizado se extiende

La presencia del crimen organizado en Centroamérica se extiende. En Guatemala, Los Zetas han logrado infiltrarse incluso en la Justicia.

 
La situación en Guatemala no parece ser diferente del resto de la región en lo que se refiere a la actuación del crimen organizado. Su presencia se nota en gran parte de los sectores de la sociedad y las muertes se cuentan por decenas cada semana.
Ya el pasado domingo, siete personas fueron asesinadas, entre ellas Yolanda Olivares, fiscal de Chiquimula, un departamento al este del país. Las víctimas murieron cerca de la frontera con México tras ser acribilladas en dos vehículos que fueron luego incendiados. En esa zona operan miembros del grupo de sicarios y narcotraficantes mexicano Los Zetas y por esa razón el ministro guatemalteco del Interior, Mauricio López, dijo que todo apuntaba a ellos como los autores de la masacre.


Ahora parece ser que los delincuentes buscan nuevas "competencias" y se han llegado a infiltrar en estamentos judiciales de Guatemala. La revelación la ha hecho la fiscal general de Guatemala, Claudia Paz, quien ha reconocido la existencia del pago de sobornos a abogados del Ministerio de Justicia y ha citado a Los Zetas como principal grupo que ha corrompido al Poder Judicial.
Para ella, la infiltración de algunos miembros de Los Zetas es un proceso "terrible" que puede socavar el Estado ya que "las estructuras del crimen organizado tienen la capacidad de amedrentar o corromper porque tienen mucho dinero". De hecho, ha reconocido que en el atentado contra la fiscal de Chiquimula estuvo involucrada una oficial del Organismo Judicial: "Ella ahora está detenida por participar en el plan".
Como consecuencia de este situación, sólo en 2012, 40 personas del Ministerio de Justicia fueron apartadas por sus lazos con el narcotráfico y según el diario Siglo 21, se ha abierto un proceso disciplinario contra 165 personas por pedir dinero para iniciar trámites ante los tribunales.

1 comentario:

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EL LIBERTARIO JUDICIAL
“La sangre de estos hombres me apresura la sangre”.
Elvio Romero
En la frontera de la Pascua,“desnació” (el término es de Unamuno) don Julio César Cristóbal (83), civitas ejemplar, caballero valiente, amigo unánime de la justicia. Un andador de nuestras calles, que, a la manera de los maestros peripatéticos, enseñaba mientras caminaba: peatón de inteligencia en movimiento. Sus calendarios venerables los dotó y los donó a interpelar y cuestionar la hegemonía corporativa del Poder Judicial, cómplice de los poderosos, asumiendo el fuego invicto de Martínez Calderón, el célebre jurisconsulto que lo definió como el “Poder Perjudicial”. Su figura de junco tenso y su delgadez de tribuno ascético, animadas por una verbalidad fulgurante, se transfiguraban en sus arrebatos de Quijote urbano y Sócrates al paso, con su índice en ristre y el tábano de su idea enfrentando a las aspas y los cascos de la anomia comarcal. Pericles de mediasuelas entre Barranqueras y Resistencia, construyó su camino público y su sendero íntimo, trazados hacia el horizonte de la dignidad de la persona, piedra angular de la justicia que sostiene el edificio del derecho. Consumó y consumió su prédica y su práctica de mandato ético a la intemperie del debate, la docencia y la escritura. Su existencia reveló a un combatiente pacífico y un guerrero lúcido que resistió a las huestes del prevaricato, el latrocinio y la impunidad.
Toda su vida fue una entrega a su trabajo de procurador judicial a la que ofrendó juventud, virtud y salud. Esa extendida experiencia la consteló a través de “En defensa del honor de los argentinos”, una obra en dos tomos, memorial de un homus legalis en el tercer poder del Estado. Simultáneo, fundó “La Hoja”, un periódico que lo tuvo como editor, redactor y comercializador de su gacetilla itinerante. Era su propio canillita, y del fruto de su venta, mano a mano, pagaba el costo de la impresión. La historiografía del periodismo chaqueño tendrá que incluirlo entre sus hacedores, en el estilo de los cronistas“remeros”, autodidactas y empíricos, de principios del siglo pasado.
Un botón basta para muestra. En el año 2001, por opción de rebeldía crítica, a su sabio entender, se convirtió en abanderado de la Carpa de la Dignidad, frente a Secheep, hasta el extremo de encadenarse en su apoyo, con miembros de organizaciones sociales, frente a la Casa Rosada. Desde sus años mozos la urgencia de conciencia fue el dínamo de su vigilia que mantuvo insobornable hasta el convencido aliento último.
Lo recordaremos en la Carpa, bajo el árbol, mate y guiso, rodeado de parroquianos y visitantes, compartiendo el centro de la mesa con Plinio Richarson Conde, el tío abuelo, cuidador del caballo Pinto del general Perón, oculto y clandestino en una estancia de La Sabana, luego de la Revolución Libertadora. Ambos lucían la condición de la“vejentud”, neologismo que acuñó Edmundo Guibourg, biógrafo personal de Carlos Gardel; en referencia a un estado de apertura cósmica con la realidad que trasciende el tiempo del cuerpo. El dueto de canas arduas concitaba la atención de parroquianos y visitantes porque convertían el espacio de litigación a cielo abierto en un auténtico “ágora” democrático, asambleario y soberano.
Ahora, hay dos sillas en su academia de sabiduría popular. Los jóvenes ya tomaron su bandera de idealismo jacobino y libertario que perpetúe su legado memorable.
Bosco Ortega