Enrique Peña Nieto cumple apenas 24 días al frente del Gobierno federal y –acaso por eso--, vive la cresta de su popularidad.
Y es que más allá de rencores y malos humores de los malquerientes de su
gestión, lo cierto es que Peña Nieto vive una verdadera luna de miel
con amplios sectores sociales; clases bajas, medias y pudientes; clase
política, empresarial, religiosa y, sobre todo, con sectores financieros
y empresariales de allende las fronteras.
A muchos sorprendió gratamente que su gobierno arrancara con dos
reformas inéditas que, sin mayor sobresaltos, aprobó el Congreso de la
Unión –la reforma laboral y la de transparencia financiera--; para otros
resultó esperanzador el discurso de arranque de gobierno, que mostró un
marcado énfasis en la política social, además de un gobierno abierto a
los opositores.
A los especialistas de la política, la empresa y las finanzas
entusiasmaron los objetivos trazados en el Pacto por México, mientras
que los dueños del capital global --que recorren el mundo en busca de
mejores condiciones para invertir--, se dijeron alentados por las
reformas laboral, educativa, por la estabilidad económica y por los
nuevos esquemas propuestos en la lucha contra el crimen y la violencia.
Y si no fuera suficiente, el prensa internacional regaló un aplauso
generalizado a la capacidad del PRI y de la izquierda mexicana, por dar
un paso fundamental en la reforma educativa propuesta por Peña, que
avanza rumbo a una nueva educación.
Esa misma prensa global empieza a construir en el mundo la imagen y la
percepción de un México que se moderniza y de un Presidente mexicano que
por su empuje transformador pronto podría dejar atrás el fenómeno que
en su momento significó el brasileño "Lula".
Y en efecto, como lo califica la prensa extranjera, el gobierno de Peña
Nieto arrancó "a toda velocidad". Pero también es cierto que, como
escribió The Economist, una vez que arrancó a un ritmo feroz, "el
Presidente Peña no puede darse el lujo de bajar la velocidad".
Y precisamente aquí es donde aparece el problema. ¿Por qué? Porque si
bien el gobierno de Peña Nieto vive la cresta de su popularidad y goza
de las mieles de la esperanza por un nuevo gobierno --literalmente, está
pasando por la luna de miel de su gestión--, también es cierto que
tarde o temprano esa luna de miel llegará a su fin y que Peña Nieto
enfrentará la cruda realidad.
Gracias a la habilidad y la experiencia del priismo en el Congreso, de
buena parte de sus bien calificados colaboradores –muchos de los cuales
son experimentados ex gobernadores--, y de un inocultable romance con
buena parte de la prensa nacional y foránea, Peña Nieto puede cruzar sin
sobresaltos los primeros 30, 60 e incluso los primeros 90 días de su
gestión. Pero también es cierto que frene a la magnitud de los problemas
y el tamaño de los retos –sean internos, sean externos--, no existe
garantía de nada.
Y viene a cuento porque ya son evidentes en la economía mexicana los
signos de la crisis financiera, global y las repercusiones de la
inestable economía del vecino del norte. Además, el llamado gabinete de
seguridad del gobierno de Peña Nieto no ha sido exigido, hasta ahora, en
materia de violencia y crimen organizado. Si acaso conoció una
probadita del tamaño de las corruptelas y de la penetración criminal, en
el caso del asesinato del criminal motejado como el "El Bocinas", en un
hospital privado.
Pero sin dudas que el mayor reto para el gobierno de Peña Nieto será de
política doméstica. ¿Por qué? Porque son muchas las evidencias –y más
las presiones--, de distintos grupos políticos escudados en la derecha y
la izquierda partidista, que están listos para lanzarán una embestida
contra el naciente gobierno de Enrique Peña Nieto.
Resulta que en el PAN --y a partir de los primeros días de enero--,
prácticamente iniciará la guerra civil para destronar al presidente del
partido, Gustavo Madero, a quien los calderonistas pretenden crucificar y
quemar en leña verde por pactar con el gobierno de Peña, a espaldas de
Felipe Calderón. Y si el grupo de Calderón gana el control del partido
azul, Peña Nieto puede despedirse de un aliado fundamental y, claro, del
Pacto por México. Incluso podría complicarse todo su andamiaje de
reformas estructurales, como la fiscal y la energética.
Y en el PRD ocurre algo parecido. En cuestión de días los radicales del
partido amarillo y los locuaces de Morena se lanzarán contra Jesús
Zambrano y contra Miguel Mancera. Y la luna de miel de Peña Nieto se
podría convertir en una experiencia amarga de más de cinco años. Al
tiempo.
En el camino
¡Felicidades, a todos! |
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