¿Mundo Bipolar o sin Polo?
Por Alejandro A. Tagliavini
Washington y Pekín estrenarán
presidencias, casi en simultáneo y en lados opuestos del globo. En Occidente,
Barack Obama, y en Oriente el Partido Comunista Chino (PCCh) ha designado a los
hombres -no hay ninguna mujer en el "progresismo" comunista- que dirigirán
el país durante los próximos cinco años y a Xi Jinping, el nuevo secretario
general del PCCh, que en marzo se convertirá en presidente del país más poblado
del planeta. Llega al poder la quinta generación desde la revolución de Mao.
Todos reformistas y Xi, que es un "princeling", un príncipe de la
"aristocracia" (burocracia) comunista china, tiene un pésimo recuerdo
del maoísmo porque, cuando tenía nueve años, conoció la desgracia familiar
cuando la "revolución cultural" terminó brutalmente con la carrera de
su padre, un reformista colega de Deng Xiaoping.
Después de un efímero periodo de
unipolaridad tras la desaparición de la URSS, cuando parecía que el poder
mundial estaba en manos solo del gobierno de EEUU, aparece otro actor. La
crisis económica aceleró el reacomodamiento de las potencias, y cuando finalice
el año 2016, la economía china será mayor a la de EEUU según la OCDE que
pronostica que para fines de 2012, además, será superior a las economías
combinadas de toda la eurozona. Poder económico que no es menor. Entre otras
cosas, Pekín podría acelerar la crisis de su antiguo rival tirando al mercado
la enorme cantidad de bonos del tesoro norteamericano que posee. Si no lo ha
hecho es porque la hegemonía a ese precio podría convertirse en una victoria
pírrica.
En cualquier caso, lo cierto es que
estas potencias no son lo que eran. Si bien son gigantes, el desarrollo de la
humanidad, como el de la informática, ha potenciado el poder de las personas
individuales en detrimento del poder político central: es, probablemente, el
ocaso de la noción de los cañones como herramienta excluyente para fijar las
prioridades de los imperios. Se diría que el globo no va hacia una nueva
bipolaridad sino a una sociedad global menos polarizada y, consecuentemente,
más pacífica.
Xi Jinping será quien gobierne
cuando el Dragón Rojo se establezca como el mayor poderío económico mundial, lo
que lo obligará a convertir al yuan en una moneda global, fortaleciéndolo.
Además, China pareciera dirigirse a cambiar su modelo de desarrollo, hasta
ahora centrado en las exportaciones y la inversión estatal, y pasar a impulsar
más el consumo interno. El riesgo más grande para América Latina es que, debido
a que la economía china se aleja de un fuerte desarrollo industrial estatal,
decaiga la demanda de materias primas que hoy constituyen las mayores
exportaciones de la región.
Pero si China se dedica a potenciar
el consumo interno, podría crear oportunidades para que las firmas
latinoamericanas exporten productos de mayor valor añadido y expandan sus
inversiones en este país comunista. En 2011, el comercio con América Latina fue
de US$ 241.000 millones. En el mismo año, el país asiático efectuó inversiones
no financieras por US$ 10.100 millones en la región, lo que la convirtió en el
segundo mayor destino de las inversiones extranjeras directas de la República
Popular. El gigante asiático ya es el tercer socio comercial de Latinoamérica
-y primer socio comercial de Brasil, Chile y Perú- y la tercera fuente de
inversiones de la región, de acuerdo con fuentes oficiales chinas.
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