En Argentina, el 2013 será otro año para vivir de changas
Por Roberto Cachanosky
Hay
dos razones para que, por ahora, el 2013 luzca similar al 2012, es decir un año
para seguir viviendo de “changas”. Sin proyectos de largo plazo. Solo haciendo
negocios de muy corto plazo.
La
primera tiene que ver con el gobierno. El cristinismo ya ha dado tantas
muestras de arbitrariedad, de violar impunemente la propiedad privada y de
aplicar reglas de juego tan insólitas, que nadie se anima a invertir un dólar en
Argentina. Lo máximo que la gente está dispuesta a hacer es poner algunos pesos
para sostener la estructura productiva que tiene, pagar sus costos fijos para
vivir y esperar a ver cuándo se acaba esta locura que va para 10 años
desperdiciados. La década pérdida, con un contexto internacional
extraordinariamente favorable para encaminar la economía argentina hacia el
crecimiento de largo plazo. Tasas de interés bajas y abundante liquidez
internacional buscando dónde invertir. Un verdadero pecado haber desperdiciado
estos 10 años en aplicar un populismo barato, fabricando más pobres,
destruyendo la infraestructura del país y generando un grado de conflictividad
social que hay que remontarse varias décadas atrás para encontrar una situación
similar o parecida.
Pero
bueno, esto es lo que nos tocó o lo que una parte de la población eligió,
apostando, al igual que el gobierno, a disfrutar de un corto plazo ficticio, de
una falsa ilusión de prosperidad, que hoy da muestras de agotamiento.
La
segunda razón para pensar que, y Dios quiera que me equivoque, el 2013 es para
vivir de “changas” tiene que ver con la política económica propiamente dicha.
Cualquier
economista sabe que los precios son la expresión de las valoraciones subjetivas
de los consumidores, que al comprar o dejar de comprar define los precios de
los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado. Ese sistema democrático
económico por excelencia, en el que se vota todos los días, ha sido reemplazado
por un grupo de personas que se considera superior al resto de los habitantes.
Son ellos los que deciden qué y cuánto hay que producir, a qué precios hay que
vender y en qué calidades hay que producir. Ellos, los seres “superiores”
reemplazaron la democracia del mercado (y también la otra) por el autoritarismo
económico. Como ellos, que se consideran “superiores” al resto de la sociedad,
pueden cambiar de opinión en cualquier momento sobre qué hay que producir nadie
puede arriesga su capital para invertir para ganarse el favor del consumidor.
Se limita a hacer lo indispensable hasta que termine la dictadura del mercado,
haya disciplina monetaria y fiscal y cada uno puede hacer el cálculo económico
correspondiente para tomar una decisión de inversión, la cual puede resultar un
éxito o un fracaso, pero eso forma parte del riesgo empresarial. Diferente es
el riesgo que genera el burócrata de turno con sus caprichos, porque cualquier
número que uno ponga en los papeles para evaluar una inversión pueden
transformarse en el fracaso más rotundo por el simple capricho del burócrata.
Pero
además de las violaciones a los derechos de propiedad que ya ejercer el
gobierno sin ningún tipo de disimulo, y de las arbitrariedades
intervencionistas de los burócratas “iluminados” que se arrogan el derecho a
decidir qué tenemos que consumir, se agrega un tercer elemento de carácter
económico. Me refiero a la distorsión de precios relativos que hoy existe en la
economía.
¿Qué
se entiende por distorsión de precios relativos? Que bienes y servicios que
deberían tener un determinado precio en condiciones de libre competencia
resultado de las valoraciones subjetivas de las personas, tienen otro diferente
porque directamente el Estado así lo decide o bien porque los cambia
indirectamente. Por ejemplo, el tipo de cambio no está sometido a valoraciones
de la gente, sino a los dictados caprichosos del gobierno. Su precio, dado el
actual contexto político y económico, está distorsionado. Otro precio
distorsionado es el de las tarifas de los servicios públicos. O los precios de
muchos bienes de consumo que, al estar cerrada la economía, son más caros y de
menor calidad.
Quienes
leyeron mi documento de trabajo 11, que titulé: FIN DE FIESTA DE CONSUMO: QUÉ
HAY QUE ESPERAR CON EL NIVEL DE ACTIVIDAD, LA INFLACIÓN Y EL DÓLAR. CÓMO
PROTEGERSE ANTE LO QUE VIENE, tuvieron una idea de lo que podía pasar y
anticiparse a los acontecimientos para no perder, o perder menos o, en algunos
casos ganar. ¿Qué quiero decir con esto? Que dada la distorsión de precios
relativos uno tiene que tener mucho cuidado con las inversiones que hace.
Ejemplo, si Ud. quiere comprar un local para alquilar para algún comercio, debe
tener presente que la fiesta de consumo se acabó y que el alquiler que le podrá
cobrar a su inquilino dependerá de cómo le vaya. Si en un momento los alquileres
de los locales estaban por las nubes, hoy, con esta distorsión de precios
relativos que tiende a corregirse por las buenas o por las malas, hacer una
inversión de este tipo implica pensarlo varias veces. Estoy dando un simple
ejemplo de los muchos que uno podría dar teniendo en cuenta, por ejemplo, la
caída del salario real y de la ocupación que sufrirá la economía en los
próximos meses y que afectará el consumo.
Las
preguntas que nadie puede contestar al analizar un proyecto de inversión son:
¿cuánto pagaré de impuestos, a qué precio me dejará vender Moreno, qué bienes
estarán disponibles en el mercado y cuales faltarán por el cierre de la
economía, tendré suficiente energía para producir si me embarco en un proyecto
que requiere de ese insumo para mi actividad, y si hay energía, cuál será el
precio que tendré que pagar por ella? Todas estas preguntas no tienen casi
respuesta porque no dependen del análisis del sector que uno haga y de la
macro, sino de cómo se levante de humor la presidente o del último capricho de
Moreno.
Invertir
hoy en Argentina no requiere de habilidades empresariales, sino de adivinar el
próximo capricho de los “iluminados”. Y como nadie puede adivinar esos
caprichos, todo se limitará a sobrevivir, a vivir de “changas” como decía al
comienzo de la nota. Y cuando digo vivir de “changas” es levantarse todos los
días para encontrarle la vuelta de generar ingresos bajo las condiciones que
hoy impone el cristinismo.
Sin
duda que vivir así es estresante, pero es mejor tomar conciencia del contexto
en el que uno se mueve a ignorarlo y perder su capital de trabajo.
Es
más, ni siquiera los amigos del poder pueden estar tranquilos con los
“negocios” que consiguen gracias a su genuflexión, porque los caprichos de los
“iluminados” pueden fulminarlos en cualquier momento.
Esto
es lo que tenemos, y habrá que esperar a octubre para ver si la situación puede
mostrar un horizonte del fin de la locura autoritaria o de empeoramiento. Pero
eso dependerá del resultado electoral el futuro económico del país y esperar
para ver qué pasa. Si es que doña Cristina no estrella antes el país.
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