Hitler y Che Guevara, dos caras de la misma moneda
(Puede verse también La máquina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista por Alvaro Vargas Llosa)
Resulta del todo aberrante observar
cómo, a día de hoy, la izquierda aún sigue aseverando las bondades del
comunismo, cuyo triunfo condenó a muerte a más de cien millones de
personas -sólo de forma directa-. El último ejemplo de tal barbarie
propagandística tuvo lugar recientemente en Ecuador, donde la Asamblea
Nacional aprobó una resolución para condenar el asesinato del terrorista Ernesto Che Guevara.
Más allá de esta anécdota, lo trágico de la cuestión radica en que
multitud de jóvenes, políticos e intelectuales continúan alabando las
virtudes de esta ideología totalitaria y genocida al tiempo que braman
con total soltura su espíritu "antifascista" cuando, en realidad,
comunismo, fascismo y nazismo configuran un frente común. Son, en
esencia, manifestaciones diversas del pensamiento anticapitalista más
extremo.
En este sentido, uno de los aspectos más
llamativos y contradictorios de estos movimientos de izquierda radica
en su total ignorancia respecto al ideario nacionalsocialista, que
guarda numerosas similitudes con el comunismo. Ambos aspiran a construir
la sociedad desde cero -para lo cual es preciso derribar los cimientos
de las instituciones existentes-; un mundo nuevo que, a modo de paraíso
utópico, dará origen a un hombre renovado (raza aria vs proletariado);
cuya voluntad individual carecerá ya de sentido, pues quedará diluida
bajo el "bien común" que representa el espíritu del pueblo (léase
Estado). Así pues, el eje vertebrador de comunistas y nazis es, ni más
ni menos, que la idolatría del socialismo.
Hitler y Lenin perseguían un objetivo
común: erradicar la libertad individual y el capitalismo. El primero
mediante una visión nacionalista basada en la lucha de razas, y el
segundo a través una perspectiva internacionalista sustentada en la
lucha de clases. Luciano Pellicani, en su obra Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo,
desentraña a la perfección el denominador común de ambas ideologías.
Así, basta con observar los alegatos anticapitalistas de los líderes
nazis para comprobar el germen puramente socialista del totalitarismo
germánico.
Adolf Hitler:
La lucha más fuerte no debía hacerse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. La lucha contra el capital financiero internacional era el punto programático más importante en la lucha de la Nación alemana para su independencia económica y su libertad [...]En la medida en que la economía se adueñó del Estado, el dinero se convirtió en el Dios que todos tenían que adorar de rodillas [...] La Bolsa empezó a triunfar y se dispuso lenta pero seguramente a someter a su control la vida de la nación [...] El capital debe permanecer al servicio del Estado y no tratar de convertirse en el amo de la nación.Tampoco después de la guerra podremos renunciar a la dirección estatal de la economía, pues de otro modo todo grupo privado pensaría exclusivamente en la satisfacción de sus propias aspiraciones. Puesto que incluso en la gran masa del pueblo todo individuo obedece a objetivos egoístas, una actividad ordenada y sistemática de la economía nacional no es posible sin la dirección del Estado.Yo no soy sólo el vencedor del marxismo sino también su realizador. O sea, de aquella parte de él que es esencial y está justificada, despojada del dogma hebraico-talmúdico. El nacionalsocialismo es lo que el marxismo habría podido ser si hubiera conseguido romper sus lazos absurdos y superficiales con un orden democrático.
Joseph Goebbels:
Nosotros somos socialistas [...] somos enemigos, enemigos mortales del actual sistema económico capitalista con su explotación de quien es económicamente débil, con su injusticia en la redistribución, con su desigualdad en los sueldos [...] Nosotros estamos decididos a destruir este sistema a toda costa [...] El Estado burgués ha llegado a su fin. Debemos formar una nueva Alemania [...] El futuro es la dictadura de la idea socialista del Estado [...] Ser socialista significa someter el Yo al Tú; socialismo significa sacrificar la personalidad individual al Todo.
S.H. Sesselman (líder el partido nazi en Munich):
Nosotros somos completamente de izquierda y nuestras exigencias son más radicales que las de los bolcheviques.
Gregor Strasser (presidente del Partido nazi entre 1923 y 1925, mientras Hitler estuvo encarcelado):
Nosotros, jóvenes alemanes de la guerra, nosotros revolucionarios nacionalsocialistas, desencadenamos la lucha contra el capitalismo.
El programa político nazi incluía la
"eliminación de las ganancias" y de la "esclavitud del interés", la
"estatalización" de empresas estratégicas y la "expropiación" forzosa,
sin indemnización, de la propiedad privada. De este modo, si bien el
régimen nazi no nacionalizó todos los medios de producción, puso la
economía al servicio de los intereses del Estado, bajo amenaza de duras
penas y castigos (expropiación, cárcel, trabajos forzosos y condena a
muerte). No en vano, tal y como razonaba la cúpula nazi, "¿qué necesidad
tenemos de socializar los bancos y las fábricas? Nosotros socializamos
los seres humanos".
Así, no es extrañar que el último
canciller de la República de Weimar, el general Kurt von Schleicher,
advirtiera que el programa nacionalsocialista "apenas era distinto del
puro comunismo". De hecho, muchos de los que engrosaron las filas de las
temidas SS y SA procedían de las filas comunistas, siendo su fin último
el bolchevismo.
Visto lo visto, y puesto que los nazis
combatieron tanto o más que los comunistas el malvado capitalismo, me
pregunto por qué Ecuador no condena igualmente el asedio de las
potencias aliadas al régimen de Hitler... O bien por qué los jóvenes
antisistema, ya de paso, no plasman el rostro del Führer sobre camisetas
rojas con una esvástica de fondo, al más puro estilo Che Guevara. ¿A
qué viene esta discriminación si, al fin y al cabo, Hitler y el Che
perseguían el mismo fin empleando, además, medios tan similares?
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