La filosofía política de Jorge Luis Borges
Por Martín Krause
Borges y la política han dado mucho que hablar, pero la atención que
sus opiniones en tal sentido generaran se han referido generalmente a la
anécdota de aquél personaje que poca atención prestaba a las noticias
diarias y que basaba buena parte de las mismas en criterios estéticos, y
particularmente épicos: desde su admiración por los militares patrios y
su lucha por la independencia y libertad argentinas hasta su afiliación
al Partido Conservador porque sólo los caballeros se suman a las causas
perdidas.
Sin embargo, y pese a que pueden encontrarse en su historia decisiones y
opiniones políticas diversas, y hasta contrapuestas, es opinión de
quien escribe que existe una clara filosofía política en Borges, la que
se mantuvo durante el trascurso de su larga vida sin modificaciones y es
intención de este artículo presentarla.
Libre albedrío e individualismo
Sorprendía a muchos el escepticismo de Borges sobre el libre albedrío,
pero esto nunca significó que cayera por eso en las redes del
determinismo. Su posición podría sintetizarse de la siguiente forma: el
ser humano no existe fuera de las relaciones causa-efecto; está
determinado pero le resulta imposible saber qué es lo que lo determina
entre las innumerables causas existentes. En sus palabras: "Uno siente
que el Universo responde a un dibujo. Las cosas no son absolutamente
arbitrarias: hay cuatro estaciones, nuestra vida va pasando por etapas:
nacimiento, niñez, juventud... Podrían ser indicios de que hay una
trama, de que este mundo no es caótico sino laberíntico. Es como el
libre albedrío. Posiblemente no exista, pero uno no puede pensar que en
este momento no es libre ¿no?"[1]
Y también: "...si me dicen que todo mi pasado ha sido fatal, ha sido
obligatorio, no me importa; pero si me dicen que yo, en este momento, no
puedo obrar con libertad, me desespero."[2]
Esta capacidad de accionar libremente lleva a Borges a lo que en las
ciencias sociales se denomina individualismo metodológico, el cual
descarta de plano la "hipóstasis" de ciertos conceptos, es decir hacer
sujetos de existencia real a ideas tales como "la sociedad", "el
pueblo", "la nación", "la clase obrera" y otros: "... la muchedumbre es
una entidad ficticia, lo que realmente existe es cada individuo."[4]
, "yo creo que sólo existen los individuos: todo lo demás, las
nacionalidades y las clases sociales son meras comodidades
intelectuales."[4]
, "Las masas son una entidad abstracta y posiblemente irreal. Suponer
la existencia de la masa es como suponer que todas las personas cuyo
nombre empieza con la letra "b" forman una sociedad."[5]
Inclusive tiene una página literaria específica sobre el tema, "Tú"[6],
que comienza "Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la
tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, es una adición
imposible. No menos imposible que sumar el olor de la lluvia y el sueño
que anoche soñaste".
Este enfoque se extiende a su idea de "patria", más venerada por Borges
por la epopeya histórica que como concepto social. Así en la "Elegía de
la Patria"[7] culmina:
Cifras rojas de los aniversarios,
Pompas de mármol, arduos monumentos,
Pompas de la palabra, parlamentos,
Centenarios y sesquicentenarios,
Son la ceniza apenas, la soflama
De los vestigios de esa antigua llama
Patria, País, Estado
Borges tuvo muchas patrias, si bien nunca pensó en desprenderse de
ésta, llevando la concepción individualista también a este campo. Le
preguntan, "¿cuántas Argentinas hay? ¿Más de una?", y contesta "Muchas,
tantas como individuos. Los países son falsos, los individuos quizás no
lo sean -si es que el individuo es el mismo al cabo de muchos años." [8]
Gustaba de "coleccionar" patrias (Argentina, Uruguay, Suiza,
Inglaterra, entre otras) y descreía de las fronteras y los países:
"Desdichadamente para los hombres, el planeta ha sido parcelado en
países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de una
mitología particular, de derechos, de agravios, de fronteras, de
banderas, de escudos y de mapas. Mientras dure este arbitrario estado de
cosas, serán inevitables las guerras."[9] "Soy un cosmopolita que atraviesa fronteras porque no le gustan" [10]
El libre albedrío y el individualismo le permitían desplegar una
preocupación ética, individualista, como no puede ser de otra forma,
"...creo que si cada uno de nosotros pensara en ser un hombre ético, y
tratara de serlo, ya habríamos hecho mucho; ya que al fin de todo, la
suma de las conductas depende de cada individuo." [11]
Y al pretender buscar lo máximo de individuo y el mínimo de Estado, descreía profundamente de éste:
"El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con
profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual
intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha contra
ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo
argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará
justificación y deberes." [12]
"...se empieza por la idea de que el Estado debe dirigir todo; que es
mejor que haya una corporación que dirija las cosas, y no que todo
'quede abandonado al caos, o a circunstancias individuales'; y se llega
al nazismo o al comunismo, claro. Toda idea empieza siendo una hermosa
posibilidad, y luego, bueno, cuando envejece es usada para la tiranía,
para la opresión." [13]
Sin dejar de ser optimista pensando que algún día ya no existirían más. Pregunta el personaje Eudoro Acevedo:
"¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo
gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras,
imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían
imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de
publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que
buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos
curanderos. La realidad sin duda habrá sido más completa que este
resumen." [14]
Y dice Borges "... para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo
querría -eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo
de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar... no sé si algunos
decenios o algunos siglos -lo cual históricamente no es nada-, aunque
yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se
necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad
intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos
nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes
comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con
la frase: "Yo creo dogmáticamente en el progreso". [15]
"Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos." [16]
Política y democracia
El descreimiento del Estado no podía sino estar acompañando por una
baja consideración de la política, algo que, tal vez no entonces,
comparten muchos de los argentinos de hoy. Le dicen que no tiene una
buena opinión de los políticos, contesta:
- "No. En primer lugar no son hombres éticos; son hombres que han
contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de
sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el
hábito de la popularidad....
La profesión de los políticos es mentir. El caso de un rey es distinto;
un rey es alguien que recibe ese destino, y luego debe cumplirlo. Un
político no; un político debe fingir todo el tiempo, debe sonreír,
simular cortesía, debe someterse melancólicamente a los cócteles, a los
actos oficiales, a las fechas patrias." [17]
"Creo que ningún político puede ser una persona totalmente sincera. Un
político está buscando siempre electores y dice lo que esperan que diga.
En el caso de un discurso político los que opinan son los oyentes, más
que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los
demás piensan. Si no es así, fracasa." [18]
"...yo diría que los políticos vendrían a ser los últimos plagiarios,
los últimos discípulos de los escritores. Pero, generalmente con un
siglo de atraso, o un poco más también, sí. Porque todo lo que se llama
actualidad es realmente.... y, es un museo, usualmente arcaico. Ahora
estamos todos embelesados con la democracia; bueno, todo eso nos lleva a
Paine, a Jefferson, a aquello que pudo ser una pasión cuando Walt
Whitman escribió sus Hojas de Hierba. Año de 1855. Todo eso es la
actualidad; de modo que los políticos serían lectores atrasados, ¿no?,
lectores anticuados, lectores de viejas bibliotecas..." [19]
Su acendrado individualismo lo llevaba hasta dudar de la posibilidad de
la representación, y de la misma democracia, pero no por promover las
dictaduras o las monarquías siendo que pensaba que lo importante no eran
los sistemas políticos sino los individuos y sus valores. Dice en El Libro de Arena
"Twirl, cuya inteligencia era lúcida, observó que el Congreso
presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que
representara a todos los hombres era como fijar el número exacto de los
arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la
perplejidad de los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don
Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados, pero también a los
orientales y también a los grandes precursores y también a los hombres
de barba roja y a los que están sentados en un sillón. Nora Erfjord era
noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a
todas las mujeres hermosas? ¿Bastaba un ingeniero para representar a
todos los ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?" [20]
Y su opinión sobre la democracia es bien conocida: Me sé del todo
indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado
añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la
estadística." [21]
Volviendo a creer más en los individuos que en los gobiernos "Tengo la
sospecha de que la forma de gobierno es muy poco importante, de que lo
importante es el país. Vamos a suponer que hubiera una república en
Inglaterra o que hubiera una monarquía en Suiza: no sé si cambiarían
mucho las cosas; posiblemente no cambiarían nada. Porque la gente
seguiría siendo la misma. De modo que no creo que una forma de gobierno
determinada sea una especie de panacea. Quizá les demos demasiada
importancia ahora a las formas de gobierno, y quizá sean más importantes
los individuos" [22]
Borges libertario
En sus propias palabras, Borges se consideraba un anarquista, si bien
pacífico: "actualmente yo me definiría como un inofensivo anarquista; es
decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de
individuo." [23]
"Soy anarquista. Siempre ha creído fervorosamente en el anarquismo. Y
en esto sigo las ideas de mi padre. Es decir, estoy en contra de los
gobiernos, más aún cuando son dictaduras, y de los estados". [24]
Pero esa definición de "anarquista pacífico" era presentada para
diferenciarse del anarquismo violento de fines del siglo XIX y
principios del XX. En la actualidad su posición sería clasificada como
de "libertario", ya que el ideal de su admirado Spencer ha sido recreado
en este siglo por Popper, Hayek, Nozick o Mises.
El diccionario define la anarquía como "falta de todo gobierno en un
estado", o "desorden, confusión, por ausencia o flaqueza de la autoridad
pública". Teniendo en cuenta esto, Borges no sería estrictamente
"anarquista" si lo interpretamos como la falta completa de normas y
orden, sino un "libertario" , palabra que define actualmente a un rango
amplio de posiciones que se extienden desde la preferencia por un estado
mínimo hasta pequeñas agencias en competencia.
Dicha filosofía política pondría a Borges a contrapelo de la sociedad
argentina, la que ante la bancarrota del Estado espera aun salvarse a
través del mismo y de los políticos que lo manejan o de otros que puedan
llegar. Sin embargo, Borges pensaba que el argentino es esencialmente
individualista:
"El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar,
porque el valor cifrado en aquel por las tradiciones orales no esta al
servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados
como rebeldes; el argentino a diferencia de los americanos del Norte y
de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede
atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible
abstracción; lo cierto es que el argentino es un individuo, no un
ciudadano." [25]
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