La nominación de Chuck Hagel
Por Alvaro Vargas Llosa
Lo más audaz que ha hecho el presidente Obama en mucho tiempo es nominar a Chuck Hagel como secretario de Defensa.
A pesar de las advertencias de los adversarios del ex senador a
izquierda y derecha, el mandatario ha pedido al Senado que lo confirme
como sucesor de Leon Panetta, provocación política de alto voltaje a los
republicanos poco después de que ellos obligasen al presidente a
retirar la candidatura de Susan Rice al Departamento de Estado.
Esta nominación parece probar que los presidentes estadounidenses dejan para su segundo periodo lo que creen
y se concentran en el primero en lo que pueden. Hagel tiene el perfil
minucioso de lo que Obama había prometido en 2008 y no hizo en su primer
periodo porque la política se cruzó en el camino (en parte sacrificó lo
prometido en política exterior para cumplir con la oferta doméstica).
Chuck Hagel es un "republicano a lo Eisenhower", lo que en seguridad nacional significa evitar todas las guerras que sea posible evitar
porque, en caso extremo, la única forma de conducirlas es no atar de
manos a los soldados. Lo que los republicanos que hoy dominan el partido
no perdonan a Hagel, un ex combatiente de Vietnam condecorado, es
haberse opuesto a la ocupación de Iraq, pretender reducir el presupuesto
del Pentágono, estar en contra de un ataque militar
a Irán y ser un crítico del Gobierno israelí en la cuestión palestina
por considerar que Netanyahu no favorece la coexistencia de dos
estados.
Estas posturas eran las de Obama en 2008. Pero las
circunstancias obligaron al mandatario a poner a Hillary Clinton en el
Departamento de Estado y a mantener a Robert Gates buen tiempo en el
Pentágono, y a adoptar una línea más dura. De allí que, en lugar de
ordenar la salida de las tropas de Iraq en 16 meses, adoptara el
calendario de George W. Bush; aumentara en 30.000 soldados la presencia
en Afganistán y anunciara luego una salida en cámara lenta que implicará
dejar tropas en un rol de soporte más allá de 2014; o que haya hecho un
uso cinco veces mayor que Bush de aviones no tripulados contra el
terrorismo, método controvertido por el número de víctimas civiles que
acarrea. En cuanto a Israel, Obama no ha tenido más remedio que apoyar
todo lo que Tel Aviv ha hecho (permitiéndose discretas críticas
puntuales) y oponerse, además, a la condición de "Estado observador" de
Palestina en Naciones Unidas.
Nominar a Hagel encierra, además de elementos de provocación, un mensaje político de regreso a las raíces.
No sabemos a estas alturas si Obama seguirá la línea que esa
nominación encarna. Ello que implicaría muchas cosas controvertidas,
como negociaciones más directas con Irán que las multilaterales
actualmente interrumpidas; una presión real a Israel para que detenga la
expansión de los asentamientos en los territorios ocupados y se
entienda con el Gobierno de Abu Mazen; y una polémica reducción del
presupuesto militar, que en los últimos 11 años se ha casi duplicado (en
2012 la cifra de base fue 530.000 millones de dólares). Pero sí sabemos
que éstas son las convicciones íntimas de Obama (hasta que llegó a la Presidencia las expresó continuamente) y que ellas tienen en Hagel a un baluarte.
Hagel tendrá que matizar sus posturas para lograr la confirmación. De
igual modo, ha tenido que retractarse de una declaración antigua con
aires de homofobia para neutralizar a sus críticos izquierda (menos
numerosos que los de derecha). Pero su entraña es la de un "republicano a
lo Eisenhower", etiqueta que en algún momento de 2008 se puso al propio
Obama. Si el presidente decide volver a sus raíces, estaríamos, pues,
ante un cambio muy significativo de la política de seguridad nacional.
Especialmente si se tiene en cuenta que el secretario de Estado será
John Kerry, otro crítico pertinaz de la política exterior de Bush que en
su primer gobierno Obama preservó parcialmente por razones de realismo
político.
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