Ángel Verdugo
Como es costumbre con cada aprobación del Presupuesto de
Egresos de la Federación, los vivales de siempre celebraron.
Hace unas semanas, como es costumbre con cada
aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación, los vivales de
siempre —autocalificados como “líderes campesinos”—, celebraron
jubilosamente los miles de millones de pesos que cada año, el PEC
(Programa Especial Concurrente) asigna al campo mexicano.
Dichos montos —incomprensibles por su magnitud para millones de campesinos miserables—, lejos de mejorar las condiciones de vida de los más pobres entre los más pobres del país que rayan en lo ofensivo para cualquiera con un mínimo de humanidad y decencia, contribuyen a empeorarlas. Tal parece que entre más recursos destina el Presupuesto de Egresos al campo, las condiciones de vida de aquéllos empeoran mientras que las de los “líderes campesinos”, de los suyos y sus cercanos, mejoran a ojos vistas.
Durante todos estos decenios, las sumas anuales “para el campo y los campesinos” han registrado incrementos constantes; el recurso público fluye —al igual que el crédito— para “proyectos productivos” los cuales, si nos atenemos a los datos duros, lo único que producen es corrupción y campesinos miserables.
En cambio, lo que no ha cambiado desde hace cien años, es el sustento jurídico que rige las actividades en el campo mexicano. Todo es variable, excepto el artículo 27 constitucional en lo relativo al campo mexicano y la propiedad de la tierra; de la misma manera, son inmutables los absurdos de la legislación agraria que responde al México de principios del siglo XX.
Ante tales resultados, ¿no convendría explorar la posibilidad de modificar lo que tiene cien o más años en la legislación sin resultados positivos, para ver si así pudiéremos mejorar las condiciones de vida de millones de miserables?
¿Qué perderíamos? ¿Acaso alguien piensa, seriamente, que podríamos joder más a los jodidos desde siempre? ¿No será que los que se oponen a cualquier cambio de una legislación caduca, son “los líderes campesinos” porque verían reducidos sus privilegios que los han enriquecido ofensivamente?
¿Por qué no analizamos lo que otros países han hecho en materia de legislación agraria? ¿Por qué negarnos a revisar leyes que si bien no son perfectas, no tienen las absurdas camisas de fuerza de las nuestras? ¿Qué nos impide estudiar lo que han hecho Chile y Perú en materia del campo y su productividad? ¿Cómo le hicieron decenas de países para que su campo dejara de ser la fábrica de miserables que es el nuestro?
Lo más grave de todo, es la negativa de unos y otros —sin distingo alguno—, a tocar el tema con la debida seriedad. ¿Ya leyó lo que aparece en el Pacto por México? Léalo por favor:
“2.8. Transformar el campo en una actividad más productiva. Se reactivará el campo mexicano para garantizar la seguridad alimentaria como una política de Estado y se establecerán medidas específicas para contener el precio de los alimentos, erradicar la pobreza extrema y promover a un sector de la economía que actualmente produce por debajo de su potencial.” ¿No sentirán pena los que escribieron tanta superficialidad en sólo cinco líneas junto con los que las aprobaron?
Por último, ¿leyó usted los tres libros escritos por Aguilar Camín y Castañeda sobre el futuro de México? ¿Pudo encontrar ahí una sola línea dedicada a los problemas del campo mexicano y sus causas? ¿A qué se debe el ninguneo de uno de los problemas centrales de este país? ¿Sólo a la ignorancia?
Dichos montos —incomprensibles por su magnitud para millones de campesinos miserables—, lejos de mejorar las condiciones de vida de los más pobres entre los más pobres del país que rayan en lo ofensivo para cualquiera con un mínimo de humanidad y decencia, contribuyen a empeorarlas. Tal parece que entre más recursos destina el Presupuesto de Egresos al campo, las condiciones de vida de aquéllos empeoran mientras que las de los “líderes campesinos”, de los suyos y sus cercanos, mejoran a ojos vistas.
Durante todos estos decenios, las sumas anuales “para el campo y los campesinos” han registrado incrementos constantes; el recurso público fluye —al igual que el crédito— para “proyectos productivos” los cuales, si nos atenemos a los datos duros, lo único que producen es corrupción y campesinos miserables.
En cambio, lo que no ha cambiado desde hace cien años, es el sustento jurídico que rige las actividades en el campo mexicano. Todo es variable, excepto el artículo 27 constitucional en lo relativo al campo mexicano y la propiedad de la tierra; de la misma manera, son inmutables los absurdos de la legislación agraria que responde al México de principios del siglo XX.
Ante tales resultados, ¿no convendría explorar la posibilidad de modificar lo que tiene cien o más años en la legislación sin resultados positivos, para ver si así pudiéremos mejorar las condiciones de vida de millones de miserables?
¿Qué perderíamos? ¿Acaso alguien piensa, seriamente, que podríamos joder más a los jodidos desde siempre? ¿No será que los que se oponen a cualquier cambio de una legislación caduca, son “los líderes campesinos” porque verían reducidos sus privilegios que los han enriquecido ofensivamente?
¿Por qué no analizamos lo que otros países han hecho en materia de legislación agraria? ¿Por qué negarnos a revisar leyes que si bien no son perfectas, no tienen las absurdas camisas de fuerza de las nuestras? ¿Qué nos impide estudiar lo que han hecho Chile y Perú en materia del campo y su productividad? ¿Cómo le hicieron decenas de países para que su campo dejara de ser la fábrica de miserables que es el nuestro?
Lo más grave de todo, es la negativa de unos y otros —sin distingo alguno—, a tocar el tema con la debida seriedad. ¿Ya leyó lo que aparece en el Pacto por México? Léalo por favor:
“2.8. Transformar el campo en una actividad más productiva. Se reactivará el campo mexicano para garantizar la seguridad alimentaria como una política de Estado y se establecerán medidas específicas para contener el precio de los alimentos, erradicar la pobreza extrema y promover a un sector de la economía que actualmente produce por debajo de su potencial.” ¿No sentirán pena los que escribieron tanta superficialidad en sólo cinco líneas junto con los que las aprobaron?
Por último, ¿leyó usted los tres libros escritos por Aguilar Camín y Castañeda sobre el futuro de México? ¿Pudo encontrar ahí una sola línea dedicada a los problemas del campo mexicano y sus causas? ¿A qué se debe el ninguneo de uno de los problemas centrales de este país? ¿Sólo a la ignorancia?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario