11 febrero, 2013

¿El adiós de Romero y La Maestra?

Francisco Zea

La primera prueba de fuego para el nuevo gobierno ha sido la explosión en el edificio B2 del complejo administrativo de Pemex. 
¿El adiós de Romero y La Maestra?
La legitimidad de un gobernante, según un estudio de Miguel de la Madrid, se divide en legitimidad de origen y de gestión. La de origen es aquella que se obtiene en las urnas y tiene que ver, primero, con la limpieza de la elección y, segundo, con el número de votos obtenidos sobre los rivales. La de gestión es aquella que se va ganando en los actos de gobierno y en algunos casos para subsanar problemas en la de origen.


El caso más sonado de una legitimidad de origen dudosa, apuntalada necesariamente por la de gestión, fue la de Carlos Salinas de Gortari, que mediante el quinazo logró que la ciudadanía se olvidara de la caída del sistema y robo de la elección al ingeniero Cárdenas.
En las últimas dos elecciones en México, la legitimidad de origen se ha visto cuestionada. En el caso de 2006, por la mínima diferencia entre Calderón y López Obrador y por el pataleo de este último, que nunca entendió que perdió, aunque sea por un estrecho margen, no por la operación de ninguna mafia, sino porque asustó a los mexicanos, desplegando un discurso incendiario. En 2012, no obstante la importante diferencia entre el primero y segundo lugar, situaciones como el caso Monex, el fantasma del rebase en los topes de campaña y la eterna cantaleta de fraude de Andrés Manuel, que increíblemente todavía encuentra clientes para el cuento, han afectado a la legitimidad de origen de Enrique Peña Nieto.
La primera prueba de fuego para el nuevo gobierno ha sido la explosión en el edificio B2 del complejo administrativo de Pemex. Como en los últimos tiempos, cuando la ciudadanía, que ha sido continuamente timada por las versiones oficiales, no confiaba en la explicación de expertos como Benjamín Ruiz Loyola, máxima autoridad en la materia de la UNAM. Ni las detalladas explicaciones del subprocurador de Control Regional de la PGR Alfredo Castillo, funcionario de toda la confianza del Presidente, por su trabajo puntual y discreto. Tengo que reconocer que, sabedor de esto, el subprocurador acompañó a todos los periodistas, sin distinción de medio o nivel a la zona de desastre, detallando in situ la mecánica de los hechos, mostrando las pruebas y transparentando la investigación. Esto, poco a poco, logró revertir la desconfianza popular y le anotó un punto al gobierno de Peña, logrado por la PGR.
Lo verdaderamente interesante en materia de legitimidad de gestión parece estarse cocinando ahora. Según ha trascendido, en todas las reuniones que se celebraron con los funcionarios encargados de la investigación de Pemex y del ramo de energía, en las que participó el Presidente de la República, no obstante pedirlo, le fue negado el acceso a Carlos Romero Deschamps, líder del Sindicato Petrolero. Del mismo modo, no fue requerido en el homenaje que el Presidente rindió a los rescatistas que participaron salvando vidas después de la explosión, lo que en política claramente es un deslinde y una señal muy importante. Si a esto le sumamos el fuerte rumor de que en la Secretaría del Trabajo se revisa la última elección en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y que el secretario Navarrete Prida podría dar una noticia importante en relación a la toma de nota, quizás estaríamos cerca de la caída de uno de los líderes más perniciosos de este país, sobre el que existe una nube de contratos poco claros  y otorgados a sus amigos y socios y un caudal de dinero que entrega la paraestatal  al sindicato en conceptos tan inexistentes como “ayuda para organización del desfile del 1o. de mayo”, que en 2012 fue de 9.5 millones de pesos, o los gastos de contratación derivados de la revisión anual al contrato colectivo de trabajo que nada más en 2011 alcanzó los 112.6 millones de pesos, o el apoyo al Comité Ejecutivo Central, que en 2011 fue de 93 millones y en 2012 de 40.6 millones, dinero del que, por supuesto, no hay rendición de cuentas.
Romero Deschamps, junto con la maestra Elba Esther Gordillo, representan lo más sucio y corrupto de la política nacional y todo parece apuntar que el Presidente también ha decidido poner fin a sus tropelías, no obstante sus exagerados e histriónicos exabruptos como la definición de su epitafio: “Aquí yace una guerrera y como guerrera murió” (favor de leer: aquí yace una ratera y como ratera murió).

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