Guatemala: Quien me la pague..
Por José Raúl
González Merlo
Prensa Libre
Prensa Libre
Está interesante la forma de
gestión del Gobierno. Si el jefe de la Superintendencia de Administración
Tributaria (SAT) no promete recaudar los Q50 millardos que el ministro de
Finanzas dice que hay que recaudar este año, el presidente “lo renuncia” y
busca uno que acepte la meta. Menos mal que la SAT había sido concebida como
una entidad técnica e independiente de las presiones políticas del gobernante
de turno... Es una tristeza que este, al igual que gobiernos anteriores, se
empecine en irrespetar la independencia funcional de instituciones tan importantes como la SAT. Habiendo dicho lo
anterior, lo preocupante no es la exagerada meta de recaudación del Gobierno,
sino los medios por los que, “a puro tubo”, vayan a querer alcanzarla. Llama
poderosamente la atención que, sin Miguel Gutiérrez, la SAT goza de un
“repentino optimismo” en sus funcionarios. Ahora dicen que siempre sí llegarán
a la meta. Nada extraño luego de ver cómo terminó el exjefe… ¿Qué pudo haber
cambiado? Quizás, la disposición de las autoridades en alcanzar la meta con
“herramientas administrativas”; un eufemismo para la práctica de “terrorismo
fiscal”.
El abuso de
poder por funcionarios públicos no es una novedad en Guatemala. Marco Tulio
Abadío, jefe de la SAT en tiempos de Alfonso Portillo —ambos actualmente en
prisión— es un ejemplo de lo anterior. Durante su recordada e ingrata gestión,
Abadío acosó y aterrorizó a notorias empresas del sector privado con sendos
reparos fiscales que han tomado años en ser aclarados, por improcedentes.
Ciertamente que la situación ha cambiado de esos días a la fecha;
lamentablemente no se ha puesto mejor, sino mucho peor. Hoy es mucho más fácil
practicar el “terrorismo fiscal”.
En tiempos de
Abadío no existía la Ley de Extinción de Dominio que facilita la confiscación
de bienes sin necesidad de probar delito alguno. En esos tiempos tampoco
existía el delito de resistencia a la acción fiscalizadora con el que ya se
está acosando ilegítimamente a las empresas. La SAT tampoco podía fijar, a su
sabor y antojo, los precios o los costos de las empresas para recalcular su
renta. Hoy en día, la ley les da esas y muchas otras amplias facultades
discrecionales para interpretarla a su conveniencia y volver loco al
tributario. Eso se traduce en más reparos, más multas, más intereses punitivos.
Con esas “herramientas administrativas”, la SAT no buscará quién se las debe
sino quién se las paga con tal de llegar a la “meta de recaudación”. Amén del
uso político que les puedan dar a esos poderes.
Es una mala
señal la que manda el Gobierno. La certeza jurídica es pieza fundamental del
desarrollo económico y ese manoseo no está bien. Hay que ser ingenuo para creer
que “el que nada debe nada teme”; lamentablemente “el poder absoluto corrompe
absolutamente”. A como se ven las cosas, solamente la Corte de
Constitucionalidad puede impedir la mala práctica de extorsionar a los
tributarios mediante la interpretación antojadiza de la ley. Urge que declaren
con lugar las inconstitucionalidades planteadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario