Esta
carta me quema las manos. Sé que es recontra privada y confidencial,
pero me resisto a no publicarla. Aunque suene demagógico, me debo a mis
lectores. Eso sí, no diré cómo llegó a mis manos. Temo que un nuevo
VatiLeaks caiga sobre mi cabeza y la haga rodar. Señores, señoras, todos
y todas: éste es el texto de la respuesta que Francisco, el primer papa
argentino, dirigió a Cristina, que horas después de su llegada al trono
(la llegada de Bergoglio, digo) le había enviado una salutación.
"Señora Presidenta, vayan estas líneas para
expresar mi gratitud por su carta. Como se demoró unas horas (sé que
mientras se conocía el resultado del cónclave estaba ocupada mandando
tuits), antes me llegaron unas 15.000, de todo el mundo. Pero ninguna
acarició mi espíritu tanto como la suya.
"Aprecio su entusiasmo y emoción, apenas
contenidos, y que haya podido condensar todo lo que usted sentía en sólo
dos párrafos. La misma austeridad de palabras, el mismo esfuerzo de
síntesis que le conocemos en sus discursos.
"Aprecio que no haya usado la cadena nacional para
referirse al tema y que la Televisión Pública haya preferido emitir
Paka-Paka en vez de seguir la transmisión desde la Plaza San Pedro. Esto
hace a la pluralidad de voces que usted y yo tanto defendemos. Además,
podríamos pensar que el Paka alude a un Papa K, nada muy alejado de la
realidad.
"Aprecio, desde luego, las cálidas palabras que me
tributó durante su discurso de esa noche en Tecnópolis. Se contuvo
durante 40 minutos, mientras hacía importantes anuncios para
cooperativas, y después me dedicó las palabras de cierre. Eso habla de
orden: primero el trabajo y después el placer.
"Por cierto, muchas gracias por superponer sus
palabras a los silbidos que aparecieron cuando empezó a hablar de mí.
Cuánto lamento que se hayan infiltrado en el acto desilusionados
seguidores del cardenal brasileño Scherer.
"Gracias también por haber ordenado a sus diputados
que se resistieran a interrumpir la sesión para saludar mi elección,
como pedían los bloques opositores. Era una burda artimaña de los
obstruccionistas de siempre para impedir la sanción de leyes
fundamentales.
"Le agradezco, asimismo, que en el acto del día
siguiente, en Avellaneda, no haya hecho ninguna alusión a mi persona. Me
viene muy bien. A ver si todavía me la creo.
"He sabido, señora, que el martes vendrá a mi
asunción. Para mí es un honor, y una responsabilidad. Como jefe de
Estado del Vaticano he ordenado que el Tango 01 pueda aterrizar sin
temor a embargo alguno. Y no sé si también vendrá Boudou -acaso
interesado en conocer de cerca el funcionamiento del IOR (el Banco del
Vaticano)-, pero por las dudas he hecho saber a los celosos guardias
suizos que el señor vicepresidente es persona de mi confianza.
"A propósito de su venida, querida señora, no puedo
dejar de pensar en lo insondables que son los caminos del Señor. Todos
los años usted se iba a cualquier provincia para evitar mis homilías en
los tedeum, y ahora, pobre, va a tener que venir hasta el Vaticano y
escucharme de punta a punta sin poder decir nada. Pero despreocúpese.
Soy una persona de códigos. Cuando hable de pobreza me estaré refiriendo
al África. Cuando hable de riqueza excesiva no estaré pensando en nadie
en especial. Cuando pida libertad de expresión será un mensaje a los
chinos. Cuando reclame diálogo y confraternidad entre hermanos será una
referencia a las dos Corea. Cuando critique la falta de libertades y el
discurso único será por Cuba. Condenaré el consumismo desenfrenado
pensando en Estados Unidos. Condenaré la corrupción pensando en
Turkmenistán.
"Sí, Cristina, soy hombre de códigos. Hablaré de
justicia y democracia, pero no de la democratización de la Justicia. De
educación, pero no de paros docentes que dejan a millones de chicos sin
clases durante semanas. Me referiré al flagelo de la inseguridad, pero
desde un ángulo psicológico, vinculándola con el ámbito de las
sensaciones.
"Usted comprenderá que, como Papa, estoy obligado a
hablar de pacificación de los espíritus. Prometo no mirar a nadie a los
ojos. De humildad. Pero lo haré en forma abstracta. Por supuesto, una y
otra vez me referiré a El, a su bondad, a su poder, a las maravillas
que ha hecho. ¿Cree usted necesario que yo haga alguna aclaración?
"Señora, me despido, no sin antes decirle
nuevamente gracias. Gracias por todos estos años de amable convivencia.
Por permitirme que ahora llegue a mis compatriotas de una forma
distinta. Por las críticas en 6,7,8 , que me ayudan a
reconocerme como un pecador. Por prohibirle al embajador ante la Santa
Sede, Juan Pablo Cafiero, que siga hablando con los medios (bajo la
consigna, me imagino, de que es tiempo de meditación y no de palabras).
Desde ya, gracias por la alegría con que va a llegar a Roma, por pasar
desapercibida entre tantos líderes de todo el mundo, por hacer
transmitir en vivo la ceremonia por Canal 7, por escuchar mi homilía,
por aplaudirme, por sonreír. Gracias por postrarse ante mí y besar mi
anillo, en actitud de respeto y sumisión. ¡Gracias, hija mía!"
La señora terminó de leer la carta y quería destruirla.
Después hizo cuentas: "Doce párrafos de él contra sólo dos míos.
Además, para mí seguirá siendo Bergoglio, y yo soy más Cristina que
nunca"..
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