por Gabriela Calderón de Burgos
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Los economistas James D. Gwartney y Robert A. Lawson se propusieron
demostrar el impacto de las instituciones sobre la inversión,1
descubriendo que no solo (1) los países donde hay más libertad
económica atraen más inversión sino que (2) esta suele ser más
productiva: una cantidad determinada de inversión aumenta el crecimiento
del PIB per cápita por una tasa mayor.
La libertad económica, según la define el índice de libertad
económica del Fraser Institute de Canadá, comprende la libertad de las
personas para elegir participar en intercambios voluntarios, competir y
poder hacerlo mientras su persona y su propiedad están seguras. El
índice del Fraser Institute califica esto en torno a cinco áreas: el
tamaño del Estado, el sistema legal y los derechos de propiedad, una
moneda sólida, libertad de comerciar a nivel internacional, y las
regulaciones.2
Gwartney y Lawson utilizaron los datos de este índice para los 99
países para los cuales hubo información entre el periodo de 1980 a 2000 y
los dividieron en tres grupos: aquellos países con mayor libertad
económica (calificación superior a 7 sobre 10), aquellos con un nivel
intermedio de libertad económica (calificación entre 5 y 7), y aquellos
con menor libertad económica (calificación inferior a 5). Entre 1980 y
2000 las economías menos libres atrajeron solamente $845 por cada
trabajador mientras que las que tenían la mayor libertad económica
captaron $10.871. En otras palabras, las economías más libres atrajeron
más de doce veces lo que captaron las economías más estatizadas.
Y la brecha es todavía mayor si se considera la inversión extranjera
directa (IED). Los autores descubrieron que la captación promedio de IED
por cada trabajador entre 1980 y 2000 fue de $3.117 en las economías
constantemente más libres y solo de $68 para las economías
persistentemente menos libres. Es decir, las economías más libres
recibieron más de ¡45 veces! lo que recibieron las economías menos
libres.
Sus investigaciones muestran que la inversión privada es más
productiva que la pública, incluso considerando únicamente los países en
vías de desarrollo. Un aumento de un punto porcentual en la inversión
pública en estos países agregó 0,18% al crecimiento económico durante
1980 y 2000 mientras que un aumento de un punto porcentual en la
inversión privada agregó 0,47%.
Gwartney y Lawson descubrieron que la productividad de aumentos en la
inversión privada entre 1980 y 2000 fue 70% más alta en las economías
más libres que en las menos libres. Si se considera la inversión total
(incluyendo la pública), la productividad fue 31,7% mayor en las
economías más libres que en las menos libres.3
A modo de ilustración, los autores compararon el desempeño de Hong
Kong —la economía persistentemente más libre del mundo y prácticamente
sin recursos naturales— con aquel de Venezuela —nación rica en recursos
naturales que viene experimentado un marcado declive en su libertad
económica desde 1970 hasta llegar a ser hoy la menos libre del mundo en
este índice. En 1960 Venezuela tenía un ingreso promedio per cápita de
$6.720, más del doble que el de Hong Kong que era de $3.249. Para 2002
el ingreso de Hong Kong llegó a $26.910, más de cinco veces el de
Venezuela que era de $5.380. Los recursos naturales no pueden explicar
este dramático revés de las fortunas, pero la libertad económica si.4
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