por Dalibor Rohac
Dalibor Rohac es analista de políticas públicas del Cato Institute.
Si Julio César hubiese conocido a George Washington en 1760 no
hubiese experimentado un gran shock cultural. Ambos pertenecían a una
pequeña clase de élites que gozaban de los frutos del trabajo de
esclavos y de las rentas de la tierra. Para la gran mayoría de personas,
casi nada había cambiado en términos de calidad o expectativa de vida
durante los 1.800 años que separaban al estadista romano del líder de la
Revolución Americana. Sin embargo, durante los últimos 250 años, el
mundo ha cambiado hasta volverse irreconocible y no solo para un pequeño
fragmento de la aristocracia establecida. En Occidente, los ingresos
reales se han multiplicado por un factor de 15 o más, y más
recientemente, el resto del mundo ha empezado a alcanzar a Occidente.
El Premio Nobel de Economía Robert Lucas es conocido por haber señalado
que “una vez que uno empieza a pensar acerca [del crecimiento
económico], es difícil pensar acerca de cualquier otra cosa”. ¿Cómo
explicamos la prosperidad? Fue con esta pregunta en mente que J.P.
Floru, un investigador del Adam Smith Institute en Londres, consejero
del gobierno y ex abogado de la ciudad, escribió su más reciente libro, Heavens on Earth.
Las ambiciones del Sr. Floru no son académicas. En cambio, quiere
proveer un manifiesto oportuno y concerniente a las políticas públicas
para sacar a Occidente de su actual camino de crecimiento lento y
persistente desempleo.
Mediante ocho estudios de caso bien documentados y de muy fácil lectura,
incluyendo la Revolución Industrial en Inglaterra, la reconstrucción
posguerra en Alemania, las historias de Hong Kong y Singapur, el libro
del Sr. Floru reafirma las ideas de Adam Smith y de otros economistas
clásicos que argumentaron que el Estado de Derecho y un Estado pequeño y
no intervencionista eran los pilares esenciales del crecimiento
económico.
Cuando discute la Inglaterra del siglo 18 en el capítulo 3, el Sr. Floru
provee un relato sobre los fundamentos institucionales del crecimiento y
sobre el rol que juegan las ideas —particularmente, aquellas de los
economistas clásicos que eran partidarios del libre comercio y de un
Estado limitado y constitucional. Lejos de pretender presentar una
teoría de causa única acerca del éxito económico, él reconoce el papel
que juegan las normas culturales y el hecho de que las actividades
comerciales y el comercio internacional se habían puesto “de moda”
durante esa época.
La historia del Wirtschaftswunder de Alemania, presentada en el capítulo
2, resulta ser una lectura entretenida. Alemania, destruida por el
régimen Nazi, la guerra y bajo la ocupación de los Aliados, difícilmente
podía ser una historia de éxito económico. Dos elementos jugaron un
papel crítico en cambiar la situación.
Primero, la geopolítica. El Plan Morgenthau, que concebía una división
de Alemania y un “desarme industrial” del país, fue abandonado
rápidamente a cambio de una estrategia que restauraría velozmente la
vida normal y la actividad económica. Segundo, las ideas. El milagro
económico alemán nunca hubiera sucedido, argumenta el Sr. Floru, sino
fuese por Ludwig Erhard, un economista que había pensado profundamente
acerca de la economía alemana post-Nazi en un momento en que casi nadie
más lo había hecho, y luego intento persuadir a las autoridades a cargo
de la ocupación de que Alemania necesitaba una liberalización de los
mercados y recortes de impuestos en lugar de un creciente auge del
Estado, que había caracterizado a la era post-Gran Depresión en el mundo
anglosajón.
El Sr. Floru también reconsidera el caso de China (capítulo 5) y Chile
(capítulo 6). Estos revelan la que es probablemente la característica
más atractiva del libro; especialmente su habilidad de aceptar la
realidad institucional y política. El Sr. Floru rápidamente reconoce las
violaciones de derechos humanos, la falta de democracia y el
incalculable sufrimiento asociado con los regímenes desagradables de
alrededor del mundo. Él no pretende proveer excusas para ellos o
endosarlos, pero es capaz de ver claramente qué políticas produjeron
buenos resultados económicos y cuáles no. Sobre China —en el que se basa
considerablemente en el excelente libro de Ronald Coase y Ning Wang Cómo China se volvió capitalista,
publicado el año pasado— él cita a P.J. O’Rourke, que una vez describió
al éxito de China como “el milagro de la base cero, dado que todo se ve
bien si empiezas desde la nada”.
El libro también habla acerca de la experiencia posguerra de EE.UU. y de
las reformas realizadas por varios gobiernos en Nueva Zelanda, que
colocaron a una economía que estaba en problemas en una trayectoria de
recuperación. Una lección común emerge de todos estos diversos estudios
de casos: Los mercados libres crean riqueza y sacan a la gente de la
pobreza.
Según el Sr. Floru, un patrón claro emerge de varios programas
exitosos de reformas alrededor del mundo. Las reformas exitosas son
rápidas, radicales e integrales. Estos evaden o paralizan a los grupos
de intereses que se opondrían a ellos. Además, el Sr. Floru muestra que
una preocupación por los más necesitados necesita ser una prioridad para
los reformadores de libre mercado —y también un argumento importante a
favor de las reformas de mercado.
Es cierto que el libro hubiera presentado un caso más contundente a
favor de los mercados libres si hubiese tratado directamente los casos
más difíciles y turbios. Corea del Sur, por ejemplo, muchas veces es
señalada como una historia de éxito liderada por una política industrial
activa y relaciones de compadrazgo entre el gobierno, el sector
financiero y las grandes empresas. ¿Por qué logró tanto éxito su
economía?
Al inverso, el Sr. Floru no discute los países que han realizado
reformas de mercado ambiciosas y no han sido recompensados hasta obtener
una calidad de vida comparable a la de los ciudadanos de Alemania o
Singapur. Considere a Ruanda, virtualmente libre de corrupción, con un
gobierno comprometido con los mercados libres, impuestos bajos y una
política monetaria sólida, donde el crecimiento parece estar siendo
retenido por la ubicación sin litoral del país, por sus generalmente
terribles vecinos y por una falta de fuentes viables de energía.
Al enfocarse en estas historias más difíciles de crecimiento, el libro
podría refutar de manera más efectiva las cada vez más influyentes
aseveraciones de personas como Dani Rodrik, quien argumenta que las
políticas industriales activas, el proteccionismo y la intervención
estatal agresiva son componentes necesarios del éxito económico. A pesar
de esto, Heavens on Earth podría resultar ser un libro oportuno y bien escrito acerca de lo que en realidad determina el crecimiento económico.
Quienes hacen políticas públicas en ambos lados del Atlántico deberían leerlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario