19 marzo, 2013

Reseña: Los cielos en la tierra

por Dalibor Rohac
Dalibor Rohac es analista de políticas públicas del Cato Institute.
Si Julio César hubiese conocido a George Washington en 1760 no hubiese experimentado un gran shock cultural. Ambos pertenecían a una pequeña clase de élites que gozaban de los frutos del trabajo de esclavos y de las rentas de la tierra. Para la gran mayoría de personas, casi nada había cambiado en términos de calidad o expectativa de vida durante los 1.800 años que separaban al estadista romano del líder de la Revolución Americana. Sin embargo, durante los últimos 250 años, el mundo ha cambiado hasta volverse irreconocible y no solo para un pequeño fragmento de la aristocracia establecida. En Occidente, los ingresos reales se han multiplicado por un factor de 15 o más, y más recientemente, el resto del mundo ha empezado a alcanzar a Occidente.


El Premio Nobel de Economía Robert Lucas es conocido por haber señalado que “una vez que uno empieza a pensar acerca [del crecimiento económico], es difícil pensar acerca de cualquier otra cosa”. ¿Cómo explicamos la prosperidad? Fue con esta pregunta en mente que J.P. Floru, un investigador del Adam Smith Institute en Londres, consejero del gobierno y ex abogado de la ciudad, escribió su más reciente libro, Heavens on Earth.
Las ambiciones del Sr. Floru no son académicas. En cambio, quiere proveer un manifiesto oportuno y concerniente a las políticas públicas para sacar a Occidente de su actual camino de crecimiento lento y persistente desempleo.
Mediante ocho estudios de caso bien documentados y de muy fácil lectura, incluyendo la Revolución Industrial en Inglaterra, la reconstrucción posguerra en Alemania, las historias de Hong Kong y Singapur, el libro del Sr. Floru reafirma las ideas de Adam Smith y de otros economistas clásicos que argumentaron que el Estado de Derecho y un Estado pequeño y no intervencionista eran los pilares esenciales del crecimiento económico.
Cuando discute la Inglaterra del siglo 18 en el capítulo 3, el Sr. Floru provee un relato sobre los fundamentos institucionales del crecimiento y sobre el rol que juegan las ideas —particularmente, aquellas de los economistas clásicos que eran partidarios del libre comercio y de un Estado limitado y constitucional. Lejos de pretender presentar una teoría de causa única acerca del éxito económico, él reconoce el papel que juegan las normas culturales y el hecho de que las actividades comerciales y el comercio internacional se habían puesto “de moda” durante esa época.
La historia del Wirtschaftswunder de Alemania, presentada en el capítulo 2, resulta ser una lectura entretenida. Alemania, destruida por el régimen Nazi, la guerra y bajo la ocupación de los Aliados, difícilmente podía ser una historia de éxito económico. Dos elementos jugaron un papel crítico en cambiar la situación.
Primero, la geopolítica. El Plan Morgenthau, que concebía una división de Alemania y un “desarme industrial” del país, fue abandonado rápidamente a cambio de una estrategia que restauraría velozmente la vida normal y la actividad económica. Segundo, las ideas. El milagro económico alemán nunca hubiera sucedido, argumenta el Sr. Floru, sino fuese por Ludwig Erhard, un economista que había pensado profundamente acerca de la economía alemana post-Nazi en un momento en que casi nadie más lo había hecho, y luego intento persuadir a las autoridades a cargo de la ocupación de que Alemania necesitaba una liberalización de los mercados y recortes de impuestos en lugar de un creciente auge del Estado, que había caracterizado a la era post-Gran Depresión en el mundo anglosajón.
El Sr. Floru también reconsidera el caso de China (capítulo 5) y Chile (capítulo 6). Estos revelan la que es probablemente la característica más atractiva del libro; especialmente su habilidad de aceptar la realidad institucional y política. El Sr. Floru rápidamente reconoce las violaciones de derechos humanos, la falta de democracia y el incalculable sufrimiento asociado con los regímenes desagradables de alrededor del mundo. Él no pretende proveer excusas para ellos o endosarlos, pero es capaz de ver claramente qué políticas produjeron buenos resultados económicos y cuáles no. Sobre China —en el que se basa considerablemente en el excelente libro de Ronald Coase y Ning Wang Cómo China se volvió capitalista, publicado el año pasado— él cita a P.J. O’Rourke, que una vez describió al éxito de China como “el milagro de la base cero, dado que todo se ve bien si empiezas desde la nada”.
El libro también habla acerca de la experiencia posguerra de EE.UU. y de las reformas realizadas por varios gobiernos en Nueva Zelanda, que colocaron a una economía que estaba en problemas en una trayectoria de recuperación. Una lección común emerge de todos estos diversos estudios de casos: Los mercados libres crean riqueza y sacan a la gente de la pobreza.
Según el Sr. Floru, un patrón claro emerge de varios programas exitosos de reformas alrededor del mundo. Las reformas exitosas son rápidas, radicales e integrales. Estos evaden o paralizan a los grupos de intereses que se opondrían a ellos. Además, el Sr. Floru muestra que una preocupación por los más necesitados necesita ser una prioridad para los reformadores de libre mercado —y también un argumento importante a favor de las reformas de mercado.
Es cierto que el libro hubiera presentado un caso más contundente a favor de los mercados libres si hubiese tratado directamente los casos más difíciles y turbios. Corea del Sur, por ejemplo, muchas veces es señalada como una historia de éxito liderada por una política industrial activa y relaciones de compadrazgo entre el gobierno, el sector financiero y las grandes empresas. ¿Por qué logró tanto éxito su economía?
Al inverso, el Sr. Floru no discute los países que han realizado reformas de mercado ambiciosas y no han sido recompensados hasta obtener una calidad de vida comparable a la de los ciudadanos de Alemania o Singapur. Considere a Ruanda, virtualmente libre de corrupción, con un gobierno comprometido con los mercados libres, impuestos bajos y una política monetaria sólida, donde el crecimiento parece estar siendo retenido por la ubicación sin litoral del país, por sus generalmente terribles vecinos y por una falta de fuentes viables de energía.
Al enfocarse en estas historias más difíciles de crecimiento, el libro podría refutar de manera más efectiva las cada vez más influyentes aseveraciones de personas como Dani Rodrik, quien argumenta que las políticas industriales activas, el proteccionismo y la intervención estatal agresiva son componentes necesarios del éxito económico. A pesar de esto, Heavens on Earth podría resultar ser un libro oportuno y bien escrito acerca de lo que en realidad determina el crecimiento económico.
Quienes hacen políticas públicas en ambos lados del Atlántico deberían leerlo.

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