por Macario Schettino
Macario Schettino es profesor de la División de Humanidades y
Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y
colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
A lo mejor no lo sabe, pero a inicios de este mes se publicaron los datos de producción de petróleo en los diversos países del mundo, según la Agencia de Información de Energía, EIA por sus siglas en inglés, para el mes de noviembre. El dato interesante es que EE.UU. produjo más petróleo que Arabia Saudita
en noviembre pasado. La EIA había pronosticado, en ese mes, que EE.UU.
superaría a Arabia Saudita en 2017. Pues no, fue hace poco más de tres
meses.
Hacía rato que eso no pasaba. Desde fines de los 90, EE.UU. apenas
alcanzaba la producción de Arabia Saudita, pero desde 2002
definitivamente fue superado. Arabia redujo su producción en los años 80
para evitar una caída en los precios, aunque no lo logró. Antes de eso
producía poco más de 10 millones de barriles diarios (mbd), y llegó a
reducir su producción hasta niveles de 4 mbd en 1985. De poco sirvió, el
precio cayó al final de ese año de 24 a 6 dólares por barril, de forma
que Arabia Saudita volvió a incrementar paulatinamente su producción. En
los años 90 promedió cerca de 9 mbd, y desde 2002 supera los 10 mbd. En
los últimos años ha estado entre 11 y 12 mbd, pero da la impresión que
ahí ya se le complica.
De cualquier forma, el gran productor de petróleo en los primeros años
80 no era Arabia Saudita, sino la extinta Unión Soviética. Producían 12
mbd. Pero su producción se desplomó a partir de 1989, cuando el bloque
soviético empezó su caída. Tocaron fondo en la segunda parte de los años
90, con una producción de 6 mbd en Rusia y poco más de medio millón en
Kazakstán, que es la otra ex república soviética con producción
importante de petróleo. Ambos países han incrementado su producción
desde entonces, y Rusia produce ya 10 mbd, y Kazakstán cerca de 2, de
forma que están en el nivel que tenía la Unión Soviética.
EE.UU., que fue el mayor productor de petróleo durante buena parte del
siglo XX, tocó su techo en 1970 y desde entonces perdía producción. Para
la primera mitad de los 80 estaba en 11 mbd, pero para los primeros
años del siglo XXI apenas si lograba superar los 8 mbd. Sin embargo, la
revolución energética que tanto hemos comentado acá les ha permitido
revertir la tendencia, y de 2006 en adelante han incrementado su
producción a un ritmo acelerado. Por eso la EIA suponía que en unos
pocos años, tal vez cinco, superarían a Arabia Saudita. Pero de agosto a
noviembre pasados, cuatro meses, la producción se incrementó de 10,8 a
11,6 mbd. Ochocientos mil barriles diarios adicionales en cuatro meses.
En noviembre pasado, mientras EE.UU. producía esa cantidad de petróleo,
Arabia Saudita apenas lograba sacar 11,2 mbd, frente a 11,7 en agosto.
Es decir, en esos cuatro meses en que EE.UU. aceleró su producción en
800 mil barriles, Arabia dejó de producir 500 mil. Y el rebase planteado
para 2017 ocurrió de pronto.
Rusia tiene una producción relativamente estable. De 2008 a 2012 la ha
incrementado de 9,8 a 10,5 mbd. En cuatro años ha logrado un incremento
un poco inferior al que tuvo EE.UU. en cuatro meses. Insisto tanto en
las comparaciones para que pueda usted darse una idea del tamaño de la
transformación que estamos viviendo, y que en México no comentamos,
prácticamente para nada.
Finalmente Kazakstán en estos cuatro años no se ha movido mucho, de 1,4 a
1,6 mbd, pero que comparados con la producción que tenía en 1992,
cuando se desintegró la Unión Soviética, es cuatro veces mayor.
En las diversas ocasiones en que he escrito acerca de la revolución
energética he recibido comentarios que me reclaman ignorar, o
menospreciar, el impacto ambiental de las nuevas
tecnologías. Efectivamente no comento mucho de ello, porque no me
convencen los argumentos y evidencias que conozco al respecto.
Indudablemente estas nuevas tecnologías tienen riesgos, muchos de ellos
todavía desconocidos, es decir, más incertidumbre que riesgo. Pero hasta
el momento, reitero, la evidencia de daño ambiental es bastante escasa,
y el impacto en términos de crecimiento económico y
reducción de contaminación gracias a estas nuevas tecnologías es más
sólido. La reducción de contaminación ocurre por la sustitución de
carbón, que es muchísimo más contaminante, y de biocombustibles, que
siguen produciendo más bióxido de carbono que los combustibles fósiles cuando uno analiza toda la cadena.
En cualquier caso, hay también que considerar que los países
desarrollados están mejorando su eficiencia energética a gran velocidad.
En particular EE.UU., lo que le permite consumir menos petróleo cada
vez. El máximo lo alcanzó en 2005, con 20,8 mbd, y de ahí ha estado
bajando. Primero porque era caro (2008-2008), luego por la crisis
financiera (2009-2010), pero ahora está apenas encima de 18 mbd.
Como le decía hace unos días, es muy probable que para 2015 Norteamérica
sea totalmente autosuficiente en combustibles fósiles, y cuente además
con excedentes importantes de gas. Esto cambia mucho tanto las
expectativas de crecimiento (que antes de 2008 estaban limitadas por la
escasez energética y ahora ya no), como la geopolítica (porque EE.UU. ya
no necesita garantizar acceso al petróleo de otras regiones del mundo,
especialmente Medio Oriente).
En México somos profundamente ignorantes de esto. Por décadas nos han
dicho, y hemos creído, que EE.UU. quería quitarnos nuestro petróleo,
nuestra gran riqueza. Pero ese país ha producido siempre mucho más que
nosotros, y de manera más eficiente, por cierto. Como los números
indican, el interés que pudo haber tenido el país vecino en nuestro
petróleo ha desaparecido, o lo hará en muy pocos meses. Un dato más: de
2004 a la fecha, el país vecino ha incrementado su producción en 3
millones de barriles. Nosotros producíamos más o menos eso en 2004, pero
ahora producimos 2,5 mbd. Ellos ganaron 3 millones, nosotros perdimos
medio. Sigamos en la defensa, ya casi ganamos.
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