Internacional
El bloqueo económico de Moscú empujó a los dirigentes chechenos al extremismo
Aunque la situación en Chechenia
actualmente está relativamente estabilizada, en las repúblicas vecinas
la guerrilla islámica sigue activa y es raro el día que no se produce algún atentado o tiroteo con las fuerzas de seguridad.
La república ha vivido dos devastadoras guerras, una entre 1994 y 1996 y
la otra a partir de 1999 y sin fecha clara de finalización, ya que
sigue habiendo focos de resistencia.
La primera contienda fue lanzada por el ya difunto jefe del Estado, Borís Yeltsin,
en 1994. Tuvo como objetivo evitar su secesión. El islam radical no
había prendido aún en el Cáucaso Norte. Chechenia estaba dirigida por Dzhojar Dudáyev, un antiguo general soviético de la Fuerza Aérea.
El FSB (antiguo KGB) logró matar a Dudáyev con un misil
teledirigido, pero, tras decenas de miles de muertos y la república
reducida a escombros, Moscú no recuperó el control de la situación. Rusia capituló firmando la paz en Jasaviurt (Daguestán), en agosto de 1996, lo que supuso reconocer «de facto» la independencia.
Aslán Masjádov, otro ex general soviético que terminó sus
días en marzo de 2005 reventado por la granada que le tiraron los rusos
al sótano en el que se escondía, fue elegido presidente de Chechenia en
enero de 1997. Las ideas wahabitas llegaron a la república de la mano de Shamil Basáyev y del emisario de Al Qaida Amir Jattab. Ambos están ya muertos, Basáyev víctima de una bomba en 2006 y Jattab envenenado por el FSB en 2002.
Según los analistas, las razones que decantaron a los
dirigentes chechenos hacia el extremismo de corte wahabita a partir de
1997 fueron el bloqueo económico al que Moscú les sometió en plenas
dificultades postbélicas y la xenofobia que se disparó entre la
población rusa. Por aquel entonces, Basáyev y sus hombres ya habían demostrado su capacidad de atentar en suelo ruso.
La acción más espectacular fue el secuestro del hospital de la
localidad de Budionnovsk, en junio de 1995, con más de un centenar de
muertos. Lograron así forzar un alto el fuego y el inicio de las
negociaciones que conducirían al acuerdo de Jasaviurt.
Putin entró en escena en 1999,
cuando Basáyev y Jattab atacaron Daguestán con el propósito de extender
sus dominios a todo el Cáucaso Norte y crear un gran califato «desde el
mar Negro al Caspio». Comenzó así una nueva guerra no menos sangrienta
que la anterior y el terrorismo yihadista dentro de Rusia se
intensificó.
Un comando checheno integrado por 40 terroristas tomó como
rehenes a las casi mil personas que se encontraban en el interior del
teatro Dubrovka de Moscú. Aquella tragedia, una de las más espeluznantes de la Rusia postsoviética,
sucedió en octubre de 2002 y acabó con la muerte de 130 personas. Las
fuerzas especiales rusas emplearon gas durante el asalto, sustancia que
contribuyó a aumentar el número de víctimas. Otro espectacular y todavía
más mortífero golpe de los islamistas chechenos se produjo en
septiembre de 2004 en la escuela número 1 de la localidad de Beslán
(Osetia del Norte).
Otro grupo armado compuesto por una treintena de
extremistas chechenos se apoderó del centro educativo, precisamente el
día de la apertura del curso. Las fuerzas rusas intervinieron y el saldo
final de muertos fue de 334, de ellos 186 niños.
Los dos últimos grandes atentados perpetrados en Moscú se remontan a marzo de 2010 y enero de 2011.
El primero fue un ataque suicida doble en el metro llevado a cabo por
viudas de activistas islámicos abatidos. Murieron 40 personas. El
segundo fue también un atentado suicida y tuvo como escenario el
aeropuerto de Domodiédovo con un balance de 37 muertos.
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