29 abril, 2013

Argentina: Monólogo de una República Perdida – por Agustín Ulivarri Rodi

¿Cómo detener la Barbarie? ¡Así no!, piensa un grado más de acción… recuerda que, sólo un segundo después de que haya perecido, habrá sido suficiente.
Es el monstruo de una ideología, calco imperfecto del marxismo, modernizada por líderes de los nuevos tiempos, cuyo concepto no quiere confesar lo que realmente significa. Es contagioso, se expande como plaga y, como tal, es difícil de exterminarlo por las operibus bonis. No da tregua, no se abre al diálogo, se cierne herméticamente en su fin, injustificado y descalificado por la Libertad, por los Derechos Humanos y por la genuina Igualdad. Engaña, cual serpiente bíblica, ora y convence, cual sofista, controla, cual Gran Hermano, y su ímpetu se enmascara como aquellos lobos vestidos de corderos que acechan el rebaño de los inocentes.


Tal como el ensayo “Hablar por Izquierda, Gobernar por Derecha” que rebate los argumentos esgrimidos por el Periodismo, concluimos, alguna vez, que el Socialismo está tan lejos de ser lo aquellas letras, anidadas, intentan conceptualizar. La verdad – o mejor la realidad, cuyo concepción garantiza una genuina, imparcial y bruta percepción del ambiente – ha demostrado que más de lo que argumenta, el Socialismo siempre ejerce, a través de los hombres, actos que contradicen los fines del tan anhelado y discutido Bien Común, y se alejan de los límites de la Buena Fe.
Despotismos, censura, tergiversación, engaño, adoctrinamiento, intolerancia, guían inmediatamente a la división, al absolutismo y a la violencia. Pero todo encubierto por las máscaras de plomo, debajo de la alfombra y detrás del telón.
Hace días que hemos recibido un puñal en el pecho, se ha quebrantado la institucionalidad de la República. La aprobación de los proyectos perturba la tranquilidad del pueblo argentino y de su democracia. La Constitución ha sido subordinada por el Poder Ejecutivo, a través de la máquina obsecuente para aprobar proyectos oficialistas, al despotismo del Socialismo, llamado Kirchnerismo.
Y es que el Artículo N° 1 de la Constitución Nacional asegura que la forma de gobierno de la de la Argentina es la Republicana, haciendo que la causa pública sea gobernada por el pueblo, donde existan poderes equilibrados que se ejerzan control mutuo, a través de una interdependencia genuina y verdadera. Y tan sólo ciento ocho artículos después, la Constitución establece que el Presidente de la República no podrá ejercer funciones judiciales, importando, tácitamente, el principio de división de los poderes y exigiendo el respeto por la forma Republicana. Dice, en concordancia con lo anterior, el artículo n° 29 que el Congreso no podrá otorgar al Presidente facultades extraordinarias, como las judiciales, y condena, a quien lo haga, a someterse a la pena de los infames traidores a la Patria. Establece el artículo n° 33 que las declaraciones, derechos y garantías establecidos en la Constitución Nacional deberán ser respetados tanto como los no expresamente descriptos pero que nacen del Sistema Republicano y de la Soberanía Popular.
No podemos identificar al Derecho sólo con esta ley escrita, y, como lo expone nuestra Constitución, se requiere de una elaboración científica para entender en profundidad todo lo comprendido en sus artículos. Y es que cuando el Congreso aprobó los proyectos, no le dio la Administración de Justicia a la Presidenta, ni la posibilidad de ejercer directamente funciones judiciales, sino que la invitó a dejar atrás su persona física, para que sea su voluntad la que avasalle la Justicia, reproducida en otros hombres que se harán llamar juristas, pero que no van a ser más que meras marionetas. Y esa es la realidad, no sólo se dará vigencia a normas inconstitucionales sino que su imperio impondrá una dictadura que, desde hace tiempo se viene concibiendo.
Con la Justicia arrodillada, la libertad de expresión, el derecho de propiedad, nuestros derechos políticos, la libertad de prensa, el derecho de las minorías, nuestras prerrogativas en contra del Estado y tantos otros derechos y garantías establecidos por nuestra Constitución, serán atropellados.
Hasta el momento eran sólo indicios y, cuando alguien se atrevía a decir que nos alejábamos del Sistema y nos acercábamos cada vez más al Totalitarismo, éste era renegado por sus pares hasta el punto de convencerse, la sociedad entera, que, como de forma unánime, todos pensaban que no era preciso pretender un país mejor que éste. Y así, nos fueron coartando la libertad, de a granos de arena, silenciando nuestras inquietudes con Fútbol para todos, haciéndonos reír con discursos populistas, midiendo nuestros ideales por medio de nuestras obras, saciándose con nuestra ingenuidad y riéndose de la poca reacción que tuvimos, como si no conociéramos lo que verdaderamente es un país libre.
¿Cuándo nos acostumbraron a vivir sin República? ¿En qué momento nos hicieron tan superficiales como para no darnos cuenta de lo que había detrás de las máscaras del plomo? ¿Cómo hicieron para avasallarnos tanto, destrozando el sistema educativo y sanitario, controlando el comercio, censurando a los medios de comunicación, midiendo nuestras libertades con las acotadas varas de la esclavitud, borrándonos la Historia y escribiendo otra y sobreponiendo sus intereses sobre los nuestros y sobre los de la Patria? Más propagandistas que Goebbels, nos hicieron creer que todo eso está bien y que son indispensables para nosotros.
Sabemos hasta dónde ellos llegaron y pueden llegar, pero ¿Y nosotros? ¿hasta dónde más vamos a dejar que lleguen? Claro…eso… Nosotros les abrimos las puertas y, ahora, no sabemos en qué momento debemos echarlos de nuestra casa ¿Por qué? Porque seguimos creyendo que no estamos tan mal, seguimos bajo su relato.
Imperan sus intereses antes que los nuestros, sus discursos acallan nuestras voces, sus actos requieren nuestra veneración, su logro es nuestro miedo. ¡Cuándo se dirá enfáticamente BASTA!; un minuto más y podríamos perderlo todo.
Es claro, si no reclamamos nuestra libertad, merecemos ser esclavos…

1 comentario:

Sebastián Romero dijo...

Excelente columna, dan ganas de protestar cada vez mas fuerte contra la tiranía!