30 abril, 2013

Chipre: el mercado lo habría hecho mejor

Chipre: el mercado lo habría hecho mejor

Victoriano Martín
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El rescate de Chipre que no ha sido más que el rescate de su sistema bancario, no ha podido llevarse a cabo en condiciones más perversas sobre todo para la unión monetaria. Condiciones desastrosas tanto en su metodología, como en la explicación de la misma. La situación de recesión que vive Europa no está para estos terremotos en los mercados provocados por una gestión pésima. Pero como después de la tempestad llega la calma, analizadas en frío las palabras del presidente del eurogrupo y responsable del ministerio de finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, a pesar de que se pronunciaran a destiempo y fueran peor interpretadas, no sólo no eran tan disparatadas sino que también representaban el sentir de todos los países del norte, como ha podido demostrarse después, que están hartos de financiar los constantes desaguisados de los países periféricos del sur.


Pero es que dejando de lado el caso tan controvertido de Chipre sobre el que volveremos más abajo, todos los rescates bancarios desde el punto de vista de la economía, además de una excepción, son un disparate sólo justificable por superstición atávica interesada en todo lo que rodea al dinero.
Pero volvamos a las palabras de Dijsselbloem, que leídas ahora están llenas de sensatez y coherencia económica, pues no puede ser más cierto que "sacar el riesgo del sistema financiero y hacerlo caer sobre la espaldas de los contribuyentes -tal y como ha sucedido hasta la fecha con Irlanda y con España- no es la aproximación correcta", pues "si queremos tener un sistema financiero saludable y sólido, la única forma de conseguirlo es que quién haya asumido riesgos debe lidiar con ellos y si no puede es que no debiera haberlos tomado", y el castigo lógico y necesario es la quiebra. Asustados por el terremoto provocado por estas palabras, los líderes europeos insistieron en que el caso de Chipre era "único y excepcional". Afortunadamente, al menos en el sentir de los dirigentes de los países del norte del eurogrupo, se ve que no va a ser tan único y excepcional.
En el caso de Chipre, nada sabemos de que se hayan pedido responsabilidades a nadie por esa economía de casino que ha resultado ser su sistema bancario. Pingües remuneraciones de los depósitos, que en no pocos casos son el resultado del lavado del dinero procedente de la corrupción, la delincuencia y el crimen organizado. ¿Pero cómo es posible que una situación tan anómala y corrupta como ésta sólo se haya descubierto in extremis cuando las instituciones financieras estaban ya quebradas?
Si cualquier rescate es un atentado fatal contra la estructura de incentivos que premia a los eficientes y castiga con la quiebra a los ineficientes, bien porque asumen demasiados riesgos o simple y llanamente se equivocan; y como resultado de este estado de cosas se produce el crecimiento económico, por qué las quiebras son el procedimiento más adecuado para limpiar el sistema de los activos tóxicos o de la ineficiencia en general. El darwinismo explica como en la naturaleza las diferentes especies prosperan por selección natural y existen algunas destinadas a limpiar los campos de los individuos enfermos o muertos; en el mercado, las quiebras ordenadas cumplen la misma función; y no hay que preocuparse por los rescates porque si hay algo que rescatar ya se encargará el mercado de rescatarlo.

Una doble chapuza

El rescate de Chipre ha sido una doble chapuza, la primera por rescatar un sistema bancario corrupto y al borde de la delincuencia, por su carácter de sistema lavadero del dinero procedente de la delincuencia, y la segunda por utilizar los depósitos para rescatar los bancos. Es cierto que sólo la mediocridad de los dirigentes políticos y económicos y el desconcierto de los economistas pueden explicar estos comportamientos tan erráticos, contradictorios y carentes de toda lógica económica. Pero lo más grave de todo es que están hiriendo de muerte tanto a las instituciones de la UE como a las de los países miembros. Y esto es especialmente grave porque las instituciones económicas configuran los incentivos de los agentes económicos. Desafortunadamente ni el funcionamiento de la sociedad ni mucho menos de la economía se fundamentan en la solidaridad, sino en el interés propio.
Pues sabemos como mínimo desde Tucidides en la Historia de la Guerra del Peloponeso (I, 5,8,22), mediados del siglo quinto antes de Cristo, que "de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana" es el "deseo de ganancia" y la búsqueda del "provecho propio" el factor explicativo fundamental del comportamiento humano, y aquí radica el fundamento de la importancia de la estructura de incentivos, una estructura que los rescates hacen saltar en mil pedazos y con ella el acicate principal del crecimiento económico.
Victoriano Martín, Catedrático de Historia del Pensamiento Económico. Universidad Rey Juan Carlos.

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