Dos situaciones distintas pero una sola realidad en la Argentina K
Por Gabriela Pousa
“No
todo lo que reluce es oro“,
nada tan cierto en estos días de extenuante muestra de la realidad. Además, si
se trata de graficarlo basta con observar lo acontecido en suelo argentino
durante la recientemente pasada Semana Santa. Dos escenarios casi en simultáneo
terminan derrotando todo relato.
Por
un lado, la Presidente dispuesta a mostrar el “éxito” del modelo nacional y
popular aprovechando la imagen de los centros
turísticos que se vieron atiborrados, y por otro las inclemencias de la naturaleza poniendo
en evidencia que no hay posibilidad alguna de hablar de triunfos cuando después
de 10 años de haber crecido supuestamente a tasas chinas, la miseria aflora
tras la tormenta, sin tregua.
La realidad hizo enmudecer a Cristina.
Posiblemente,
durante el fin de semana largo se hayan movilizado más personas que en la
temporada de verano, pero nada
puede ser mostrado como radiografía de una economía exitosa cuando a
continuación, la naturaleza desnuda la miseria en su faz más cruda. Lo cierto
es que la tormenta ahogó al relato oficial.
Puede
que la percepción de la crisis no sea similar en todos los habitantes, en ese
caso hay que buscar las diferencias en la desigual distribución de la riqueza,
es decir en todo lo contrario de lo predicado desde Balcarce 50. Como fuera, hay una crisis más profunda que no
se mide por el efectivo en el bolsillo ni por la cotización del dólar paralelo
sino por la capacidad de proyección de los argentinos. Y esta capacidad es
nula.
No
hay miras de pensar en mañana más allá de las 24 horas próximas al día en que
se está. La
planificación cae en saco roto, el futuro atañe solamente a la ciencia ficción,
y el gobierno mantiene al pueblo atado al “aquí y ahora”.
A
las inundaciones sin prevención se suma el cortoplacismo como razón que explica
una Semana Santa con gran cantidad de gente movilizada. En ambos casos queda claro que sólo se puede pensar
y vivir en el hoy.
No
hay exégesis económica que valga porque, en primer lugar cabe rescatar que muchos se trasladaron para poder
gozar de las primeras vacaciones que tuvieron en el año. Es
decir, se vieron imposibilitados de disfrutar un verano signado por la
incertidumbre que caracteriza a la gestión kirchnerista.
Por
otro lado, lo gastado a lo largo de este receso otoñal indica otra realidad
bastante lastimosa: a saber, ilustra la incapacidad
absoluta que tiene la clase media por ahorrar para otros fines que no sean
efímeros y pasatistas.
Lo que ayer era probable, hoy es utópico. Ningún ciudadano con un sueldo
promedio puede pensar, por ejemplo, en comprarse un techo propio. La inflación
oscurece el paisaje y la presión impositiva limita. ¿Para qué ahorrar, y de que modo
hacerlo? Con un corralito que dejó huella y una desconfianza supina en el
gobierno, el ahorro no surge como opción sensata. La inseguridad hace el resto.
Así, el entretenimiento se posiciona como favorito, y hasta prioritario en
muchos casos.
Después,
después hay que enfrentarse a la realidad. La misma que hasta ayer era
esquivada por la jefe de Estado. ¿Qué
cambió? Apenas el calendario. Las elecciones están más cerca, y el mensaje
entre líneas de un Papa que en menos de 24 horas despertó entusiasmo por sus
obras y su cercanía con las personas hizo el resto.
Cristina
es ciega a conveniencia. No
hay una transformación espiritual que explique su conducta frente al temporal,
hay sí una respuesta absolutamente pagana. Porque la Presidente
no asistió a las víctimas por propia voluntad sino por necesidad, y esa
necesidad quedó inexpugnablemente en evidencia cuando no pudo evitar el relato
autoreferencial.
“Yo
sé lo que es estar inundada”, les dijo la mandataria a las víctimas de la
tempestad. Fue como si otra nube hubiera descargado su ira nuevamente sobre esa
gente. A la presencia física la derrumbo de un santiamén con una frase
malograda. Otra vez Cristina demostró que sigue siendo Cristina. No hay forma
de engañarse.
La
voz de la calle fue aún más contundente: preguntas sin respuestas y una
incomodidad que no pudo ser disimulada. ¿Hizo bien la Presidente en presentarse
en el lugar? Desde ya.
¿Por qué entonces no se le cree? Porque esa presencia llega después de 10 años
de ausencia; para qué complicar la respuesta…
Cristina
debió estar allí escuchando y conteniendo, en su defecto eligió estar para dar cátedra de su
experiencia personal que convalida la inutilidad de las anécdotas cuando la
carencia hace mella.
La
disputa acerca de quien tiene la culpa es casi grotesca. No hay dudas, hay
certezas. La clase
política dirigente es quien no ha hecho nada. Y no se trata de
prever una anormal situación meteorológica, se trata de estipular políticas
preventivas para que a las catástrofes pueda hacérsele frente, cualquiera que
estas sean, sin importar el cuándo sucedan.
Si no se pudo entubar canales y hacer obras
hidráulicas, se hubiera al menos establecido normas y reglas de rescate y
asistencia, pero tampoco.
Si algo faltaba para dar cuenta de la inoperancia del Estado a través del
Ministerio de Acción Social que es el organismo que debiera actuar, ha sido
esta tormenta.
Desde dónde se lo mire, el aparato estatal es
ineficiente. No está cuando debe estar, y se entromete donde no debe.
Así,
el Estado es solo un
eufemismo más. Únicamente está presente cuando se trata de
controlar y es que el único fin parece ser unificar el pensamiento y el
accionar. La
inoperancia de este en cuestiones básicas está a la vista de cualquiera que
además de ver quiera mirar.
La
desidia es un denominador común en la política contemporánea. Los imponderables están actuando sin
complacencia. Al ‘knock out’ de la elección del nuevo Pontífice, se suma la
arbitrariedad climática. Dos hechos diferentes con un mismo mensaje:
inequívoco, contundente.
Frente
a los hechos, frente a la imagen sin maquillaje y sin escenografía previa, no
es mucho lo que puede agregarse. La
realidad es la analista más sagaz de esta geografía. Huelgan
las palabras.
Aunque
suene duro y sea políticamente incorrecto, hay que decir la verdad: nuevamente el terrorismo de Estado
aparece en escena, esta vez no mata con armas, lo hace con la omisión, la
necedad y la indiferencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario